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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El San Bernardo, el punto más alto para disfrutar Salta

Sabado, 22 de junio de 2013 01:31

Para presenciar la salida de la “súperluna” llena de mañana, los salteños se convocaron por las redes sociales a la cima del cerro San Bernardo. Un espacio donde todos los días miles de salteños se dan cita en sus caminos de subidas para vivenciar ese espacio verde que se levanta en el Este de la ciudad y es testigo de su evolución en el tiempo.

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Para presenciar la salida de la “súperluna” llena de mañana, los salteños se convocaron por las redes sociales a la cima del cerro San Bernardo. Un espacio donde todos los días miles de salteños se dan cita en sus caminos de subidas para vivenciar ese espacio verde que se levanta en el Este de la ciudad y es testigo de su evolución en el tiempo.

De noche, las luces se extienden desde su falda hasta la cima. Algunos dicen que su figura oscura parece un barco a punto de zapar. Parte esencial del paisaje y de la cronología de los salteños, el cerro se instaló en el imaginario colectivo. Actualmente tiene el estatus de una reserva ecológica del Municipio capital, junto al cerro 20 de Febrero. El destino de esta bestia geológica, se encuentra unido a la metrópoli salteña y de lo que ella hagan sus habitantes.

Para hacer trekking hasta la cima, se pueden tomar las llamadas “escalinatas” que comienzan detrás del Monumento a Gemes o, directamente, el camino para autos que sube desde el Portezuelo.

Desde siempre

 

Se levanta a 284,9 metros del suelo y es uno de los más bajos de la Sierras del Mojotoro, esa cadena de cerros que desde el aire parecen el lomo de animales subterráneos en desbandada. Las Sierras actúan como una barrera orográfica que contiene los vientos húmedos y determina la variabilidad climática del Valle. Responsables de la profusión o escasez del agua, engendran la vida que crece a su vera.

Esa índole no debió pasar desapercibida para los viejos habitantes del Valle, que no eran tan pocos como se pensaba y sí mucho más antiguos.

En la primera mitad del siglo pasado, Dávalos, buscaba en París “al cerro en el fondo de la calle”. Es que su presencia es imprescindible en el paisaje de la ciudad de Salta. Con su presencia eterna, la mole se instaló en el imaginario de sus habitantes. No es para menos: su biografía está fosilizada en las laderas, testimoniando 450 millones de años de historia personal.

 

Camino religioso

 

La profusión de cebil, una planta ceremonial, en la biomasa del San Bernardo -estudiada de esta manera por Agustín Llagosteras del Museo de Arqueología de San Pedro de Atacama- y los hallazgos ocurridos en construcciones con los que avanza la ciudad sobre la falda, inducen a pensar en la posibilidad de que el viejo camino a la cumbre sea un centro de remotas peregrinaciones.

La relación entre las ciudades y los cerros ha creado una mitología particular. En Perú y Ecuador los cerros tienen nombres cristianos: Antonio Quipildor o María Antonieta Suco. Los hay machos y hembras, con personalidad y antojos, algunos dañinos, otros benevolentes. Mucha gente de por vida ofrenda a uno. Aseguran que ciertos cerros han venido de lejos, convocados por una remota razón o por un poderoso brujo con quien se “compacta”. Ecos de esa mitología se encuentra en las ciudades andinas del Norte de la Argentina.

Según la estudiosa peruana Helena Rostorowski de Diez Canseco, todas las poblaciones de la región andina como Salta, poseen un cerro protector. Parece que a esta devoción la supieron compartieron los cristianos locales y bautizaron a la elevación salteña con el nombre del Santo Patrono de la ciudad: San Bernardo. En la cúspide se colocaron las imágenes sagradas y el pueblo del Valle todavía peregrina hasta la cumbre buscando algo perpetuo -como el cerro mismo- ante lo efímero de la vida.

 

 

 

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