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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Francisco elogió la sabiduría de los abuelos: ?Un tesoro a preservar?

Sabado, 27 de julio de 2013 01:48

Hoy se cumplen seis días de la llegada a Brasil del papa Francisco, quien mantiene el ritmo de su agitada agenda, mientras que a su paso, se siguen multiplicando las muestras de emoción, fe y esperanza de miles de personas. El Santo Padre, elogió ayer a los ancianos durante la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Río de Janeiro, cuando dijo que los abuelos son fundamentales para la transmisión de la sabiduría y del patrimonio religioso y que son un “tesoro a preservar y fortalecer”.

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Hoy se cumplen seis días de la llegada a Brasil del papa Francisco, quien mantiene el ritmo de su agitada agenda, mientras que a su paso, se siguen multiplicando las muestras de emoción, fe y esperanza de miles de personas. El Santo Padre, elogió ayer a los ancianos durante la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Río de Janeiro, cuando dijo que los abuelos son fundamentales para la transmisión de la sabiduría y del patrimonio religioso y que son un “tesoro a preservar y fortalecer”.

El mensaje de Francisco no sólo se ha centrado en la juventud católica, sino también en la generación de sus abuelos. Esta preocupación por los más viejos ha sido parte del trabajo pastoral de Francisco desde que estaba en Argentina, impulsado en parte por el crucial papel que jugó su propia abuela en su desarrollo espiritual y como una deferencia a su predecesor en el pontificado, Benedicto XVI. Hablando desde el balcón del Palacio Arzobispal de San Joaquín, Francisco recordó que ayer se celebraba el Día de los Abuelos en muchos lugares del mundo y que los jóvenes deben aprovechar esa oportunidad para honrar y agradecer a sus abuelos por la sabiduría que comparten.

“En estas jornadas de la Juventud, los jóvenes quieren saludar a los abuelos”, dijo el Pontífice antes de pronunciar la oración del ángelus en un balcón del palacio arzobispal, ubicado al sur de Río. “Los saludan con todo cariño y les agradecen el testimonio de sabiduría que nos ofrecen continuamente”.

En horas previas, el Santo Padre ofició una misa a sus compañeros de orden, los jesuitas, y confesó a un grupo de jóvenes en un parque de la ciudad, antes de dar inicio a uno de los actos más solemnes de esta versión de la Jornada Mundial de la Juventud, una puesta en escena del vía crucis en el corazón de la playa de Copacabana, conocida por ser el centro de la agitada vida nocturna de Río de Janeiro.

Francisco también ofreció una oración al mediodía y se reunió con un grupo de adolescentes privados de libertad en el palacio arzobispal, en lo que ha sido otra de sus prioridades que data de sus días como sacerdote, obispo y arzobispo de Buenos Aires, que forma parte de su creencia de que la Iglesia católica debe estar más cerca de los marginados y olvidados de la sociedad.

Incluso ahora como papa, Francisco llama cada dos semanas a un grupo de jóvenes que están en un centro de detención de Buenos Aires, para mantenerse en contacto con ellos.

Esas comunicaciones revelan “su deseo de estar cerca de la gente”, dijo Federico Lombardi, vocero del Vaticano.

El Papa también destacó la importancia de preservar y alimentar el diálogo entre las generaciones y le pidió a los fieles católicos que lo acompañaran a rezar la oración a la Virgen María y recordó que ayer la Iglesia también celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús: San Joaquín y Santa Ana.

La bendición de María

A unos cien metros antes del arribo al palacio arzobispal de San Joaquín, el vehículo en el que viajaba el Papa se detuvo y él se bajó para bendecir a una niña de cinco años, María di Soria, quien sufre de hidrocefalia.

“Dios te bendijo”, le dijo a la niña mientras María Olivia Vilela Barbosa, su madre, la recibía nuevamente en sus brazos. La mujer, música y compositora de 48 años, contó que ha seguido la visita papal por televisión y que cuando se enteró de que el Pontífice iría al arzobispado, que queda en la misma calle donde ella vive, decidió llevar a su hija.

“Esto es una fiesta, el Papa es un santo”, dijo Barbosa, temblorosa y conmovida, al igual que todos los que la rodeaban.

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