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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Cristina no puede darse el lujo de perder más votos

Martes, 13 de agosto de 2013 01:52

Ni el kirchnerista más fanático hubiese imaginado que la derrota de 2009 sería una buena elección en comparación con lo sucedido anteayer, con una economía más pujante que antes y sin un desgastante conflicto cerca como el de las polémicas retenciones móviles.

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Ni el kirchnerista más fanático hubiese imaginado que la derrota de 2009 sería una buena elección en comparación con lo sucedido anteayer, con una economía más pujante que antes y sin un desgastante conflicto cerca como el de las polémicas retenciones móviles.

Esa conclusión va mucho más allá de la gran cantidad de votos que desperdició el oficialismo de un comicio legislativo al otro, sino que lleva implícita la pérdida de poder real en varios distritos y municipios que antes creía tener cautivos.

Las derrotas kirchneristas en las cinco provincias grandes sorprendieron más por los bajos porcentajes de sus candidatos en cada distrito -en algunos salió cuarto- que por la caída en sí misma, ya que todas las encuestas pronosticaban un escenario de ese tipo. Lo que pocos calcularon de antemano es que Cristina perdería también en provincias últimamente afines como Jujuy, La Rioja, San Juan o Catamarca: esos distritos no aportan muchos votos al esquema general, pero actúan como una clara muestra de para dónde está yendo el humor social.

Cristina fue la responsable de que sus candidatos, muchos de ellos desconocidos, sumen más votos de lo que tendrían sin el respaldo explícito de ella, aunque también es cierto que hubo un voto castigo nacional que le puso un techo muy bajo a todos sus postulantes, acostumbrados a tener a su favor a una maquinaria electoral inexpugnable como la kirchnerista.

Cuando la jefa de Estado sostuvo anteanoche que Martín Insaurralde no era muy conocido y que ahora tendrá tiempo de serlo, indirectamente lo responsabilizó de una derrota que no fue suya. En Buenos Aires al intendente de Lomas le fue mejor de que lo que le fue a la media de los candidatos kirchneristas, que no llegaron ni al 28 por ciento de los votos en todo el país.

Tras este duro revés electoral, y teniendo en cuenta que muy probablemente la Casa Rosada haya llegado a su techo electoral, la Presidenta tiene la oportunidad de no dejar escapar ese casi tercio que aún la sigue apoyando y emparejar de una vez por todas el relato con la realidad. Los resultados de ayer no dejan dobles interpretaciones: más del setenta por ciento de la Argentina quiere un cambio y descree que el país esté tan bien como lo presenta diariamente Cristina.

Un baño de realidad, por más que esta no sea la ideal, humanizaría mucho más a la figura de la Presidenta y la acercaría a los problemas más cotidianos que vive la gente. En ese lote se inscriben la inflación y la inseguridad, dos cuestiones negadas inexplicablemente por el oficialismo y que están primeras entre todas las preocupaciones ciudadanas.

Los dos meses que quedan hasta las elecciones generales pueden pasar tranquilamente o de forma tormentosa, y esa decisión es casi exclusiva de la Presidenta. Una campaña agresiva contra los candidatos ganadores y que desconozca que la gente está buscando alternativas distintas al kirchnerismo no hará más que aislar aún más a una Cristina que, tras la muerte de su esposo, ya estaba bastante encerrada en su propia realidad.

Luego del escrutinio de las primarias quedó evidenciado lo que muchos ya sabían de antemano: el Gobierno hace tiempo no tenía el 54 por ciento que sacó en 2011 y que usaba como argumentación para cualquier política que quería encarar. A partir de ahora, y pese a que seguirá teniendo mayoría en el Congreso, la oposición a su Gobierno se fortalecerá anímicamente al comprobar de primera mano que Cristina está lejos de ser invencible como muchos pensaban. Nadie esperará que la Presidenta cambie las políticas que considere necesarias porque eso sería no conocerla, pero Cristina debe asumir de una vez por todas que la gente ya no la acompaña como antes.

 

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