¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

11°
3 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Néstor Salvador Quintana: “Si no dialogás, estás perdido, en la política y en la vida”

Domingo, 01 de septiembre de 2013 02:25

Acaba de cumplir 80 años y tiene más de 60 de ejercicio periodístico. Trabajó en diarios que hicieron historia en Salta, como El Intransigente y Norte, hizo radio y televisión, fue jefe de prensa de varios gobiernos y hasta llegó a ser intendente de la capital. Desde hace más de 20 años trabaja como docente de periodismo en la Universidad Católica de Salta y es un referente obligado del análisis de la actualidad política y de la historia de la profesión en la provincia. Apasionado de la política (milita desde muy joven en la Unión Cívica Radical) tanto como del periodismo, mantiene una vitalidad envidiable. Desde la comodidad del living de su casa, Néstor Salvador Quintana dice lo suyo.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Acaba de cumplir 80 años y tiene más de 60 de ejercicio periodístico. Trabajó en diarios que hicieron historia en Salta, como El Intransigente y Norte, hizo radio y televisión, fue jefe de prensa de varios gobiernos y hasta llegó a ser intendente de la capital. Desde hace más de 20 años trabaja como docente de periodismo en la Universidad Católica de Salta y es un referente obligado del análisis de la actualidad política y de la historia de la profesión en la provincia. Apasionado de la política (milita desde muy joven en la Unión Cívica Radical) tanto como del periodismo, mantiene una vitalidad envidiable. Desde la comodidad del living de su casa, Néstor Salvador Quintana dice lo suyo.

¿Cómo se inició en el periodismo?

Mi padre era amigo de David Michel Torino, que era el dueño del diario El Intransigente, y a la vez vivíamos cerca del diario, que quedaba en Mitre entre Gemes y Belgrano. Mi padre me llevaba a tomar Chinchibirra al bar Japonés, frente al diario, y a veces solía cruzarse al diario a saludarlo al viejo David y yo me quedaba ahí, con los linotipistas, que hacían mi nombre en plomo. Después me metí en la política. En mi casa se vivía con pasión la política, era una cosa natural. Entonces, cuando todavía estaba en el Colegio Nacional, el Gobierno cerró El Intransigente y el viejo Michel Torino comenzó a sacar el diario que se hacía con un mimeógrafo clandestino, y yo comencé a aportar mis primeras notas en esa etapa. Ahí empieza mi vida política y mi vida periodística.

¿Y cuándo se incorporó al diario?

Tras el golpe del '55, Michel Torino recupera El Intransigente. En el '57, cuando yo estaba estudiando en Córdoba, escribía algunas notas sueltas. Pero en el '58 vuelvo a Salta y me incorporo definitivamente a la planta de El Intransigente, como periodista político. Tenía 22 años.

¿Cómo fueron esos primeros pasos?

Me tocó estar justo en medio de la pelea entre El Intransigente y El Tribuno. Yo la viví con mucha tensión, porque yo había trabajado políticamente en un partido radical unido, y cuando el partido se divide entre la Unión Cívica Radical Intransigente, con apoyo peronista, y la Unión Cívica Radical del Pueblo, se separan también dos figuras políticas fuertes como Bernardino Biella y Michel Torino. Además, el hermano de mi mamá era casado con una hermana de Biella, por lo que había una relación casi familiar y yo era el periodista que escribía, siguiendo la línea editorial del diario, muy duro contra Biella. En el '60 muere David Michel Torino y el diario pasa a propiedad de su hermano Martín. En esa época, un grupo de periodistas insistíamos en que había que hacerle frente a El Tribuno, que ya estaba manejado por Roberto Romero y que cubría cosas que nosotros no, como la información de los barrios y las villas, policiales y deportes. El Intransigente, en cambio, insistía con una imagen de una Salta que ya se estaba yendo.

Podríamos decir que El Tribuno era el diario popular y ustedes eran el diario conservador...

Algo así (sonrisas). Entonces aparece como director del diario Carlos Saravia, que era candidato a gobernador del radicalismo contra Biella. Era un hombre talentoso. Un día nos llama a mí y a Marcelo “Tetera” Valdez y nos dice que iba a hacer una apertura, y me pide un reportaje al diputado peronista Tomás Ryan. Cuando salió publicado, los lectores de El Intransigente no entendían qué había pasado con el diario que le había abierto la puerta a los peronistas. Se generó tanto lío que Saravia renunció. En esa primera etapa estuve en El Intransigente hasta después de la caída de Illia. De ahí me fui a Prensa de la Gobernación. Lo interesante de esa época era que los periodistas de El Tribuno y El Intransigente eran muy amigos. Nosotros peleábamos por la primicia, y dejábamos que los dueños se peleen por las editoriales.

¿Cómo era Salta en aquella época?

Entrada la década del '60 Salta empezó a cambiar. Aparecen las primeras emisiones de televisión, en las que estaba como gran pionero Roberto Romero. Aparecen también los primeros movimientos para crear la Universidad Católica y hay un gran cambio en la mentalidad arquitectónica: Ya no es solo el estilo colonial, y aparece el Monoblock Salta. Surgen los primeros supermercados: el Super Salta y el Cabana. Las mujeres empiezan a trabajar fuera de sus casas, aparecen empleos para ellas en la administración pública. Se acabó el sábado inglés y el domingo para los empleados de comercio. El cambio también llegó a la política. En el '63 un gobernador como Ricardo Durand ve ese cambio y empieza a gobernar ya no con los políticos clásicos, sino con los empresarios y los artistas. Lo hace diputado provincial al Cuchi Leguizamón y toma a dos empresarios como Florencio Elías y Betella y los hace intendente y ministro de Economía.

Es también un momento de auge cultural, en el que se producían libros a rolete. Es el auge de la música popular y de la producción literaria. Surge el Abril Cultural y el Festival Latinoamericano de Folclore. Hay un gran despertar.

¿Y que pasa en el periodismo?

Como El Intransigente se estaba yendo de a poco, Bernardino Biella y Raúl Decavi vislumbran la posibilidad de hacer un nuevo diario y crean el diario Norte, que era en formato sábana. Romero vio que para ganarle a la competencia tenía que imprimir el diario más temprano y trae el primer diario impreso en offset del país. Y la competencia se hizo tan dura que Biella y Decavi terminaron vendiendo Norte al grupo Horizontes. Allí Romero me nombra jefe de redacción.

A pesar del éxito en Norte, volvió a El Intransigente...

Sí, cuando llega la dictadura yo estaba de vuelta en El Intransigente, que se cerró en 1981. Lo mató la patria financiera. Cuando el diario agonizaba, surgió la idea de sacar un diario sin tener la rotativa. Lo importante era que mucha gente se iba a quedar en la calle y había que hacer algo. Para eso nos juntamos con Neftalí Sanz y, con Nolasco Zapata como jefe de Redacción, largamos Crónica del Noa, que fue una buena experiencia. Eso fue lo último que hice en el periodismo gráfico. Después hice radio y televisión.

¿Que cambió del periodismo aquel al actual?

Aquel era bohemio. Nos quedábamos de noche todos en el centro para esperar a ver cómo había salido el diario. Era el periodismo de la linotipo, la teletipo y los telegramas, nada que ver con el periodismo digital, que tiene la inmediatez. También cambió la vida de los mismos periodistas. Antes nos juntábamos a comer todos, los de El Intransigente, los de El Tribuno y los del Norte. No éramos tantos. Ahora hay muchos más medios.

¿Hay alguna nota que haya marcado su carrera?

Yo trabajaba en el diario Norte y un día me iba cuando me agarra el cabezón Sánchez Rueda y me pide que lo lleve a la comisaría 5ª, porque habían atrapado a los asesinos de Villa Primavera. Era un crimen en el que habían matado a un matrimonio de apellido López, que tenía un almacén en ese barrio. Yo no hacía policiales, pero ese día fuimos a la comisaría y estaba la plana mayor de la Policía y los cinco changos que supuestamente habían confesado el crimen. Cuando termina la conferencia y salíamos, uno de los changos se escapa, se me tira encima, se rompe la camisa, me muestra que estaba todo golpeado y grita desesperado: “Nosotros no somos, nosotros no somos, la cana nos pegó”. Nosotros le pedimos explicaciones al comisario y me dice: “No le lleve el apunte a estos negritos”. “Ni negritos ni blancos, son seres humanos”, recuerdo que le contesté. Como nos quedó mala espina, llegamos al diario y decidimos comenzar a investigar por nuestra cuenta. Con datos que fuimos recogiendo en la familia y en otras partes llegamos a la conclusión de que los muchachos, que integraban una comparsa, habían estado ensayando y, como se largó a llover, se habían refugiado frente al almacén de López. Como encontraron la puerta abierta, entraron y justo en ese momento escucharon el disparo que mató al almacenero. Asustados, salieron corriendo y los vio una vecina. A partir de ese testimonio la Policía los identificó y los apretó hasta hacerlos confesar lo que no habían hecho. A los policías los ascendieron y todo, mientras nosotros desde el diario Norte insistíamos en que no eran ellos, y cada día encontrábamos más datos. Como resultado de esa cobertura, el diario Norte, que vendía unos 4.000 ejemplares frente a 20.000 de El Tribuno, llegó a vender 14.000 ejemplares. Finalmente el jefe de Investigaciones, que era Marcial Zamora, un investigador de los de antes, encontró unos datos de unos Sosa y Venegas, que eran una pareja de delincuentes. Los detuvo, llevó a Sosa a Investigaciones, lo desnudó, lo roció con sangre que hizo traer del matadero, lo ató en el piso y lo dejó tirado en el patio. Entonces lo hizo traer a Venegas y le dijo: “Sosa ya confesó. ¿Querés quedar como él?”, y lo llevó al patio y le mostró cómo había quedado. Entonces el hombre comenzó a los alaridos: “¡El lo ha muerto al viejo! ¡El ha sido! ¡Yo me he tenido que defender!”. Con su confesión, el crimen quedó esclarecido. En la última nota sobre el caso yo me preguntaba: “¿Qué pasa con la Policía? ¿Adónde vamos con esta policía? ¿Qué se viene? Era el año ’70. En el ’73 desapareció Ragone

¡Qué satisfacción...!

Hay más. La película sobre esta historia aparece ahora en septiembre. La hizo Martín Valdez, que es profesor en la Universidad Católica de Salta. Se va a llamar “Inocentes”, que fue el título del diario el día que los liberaron.

A mediados de los ’80 hay una explosión de medios en Salta. De un canal, dos o tres diario y dos radios pasamos a la TV por cable y las FM. ¿Cómo influyó eso en el trabajo periodístico?

El periodismo de antes era muy formal, había que andar de traje y corbata. Y en ese momento se quiebran todas las cosas y cambiaron hasta las fuentes. Hasta entonces las fuentes eran a las que vos accedían como periodista. Vos te la buscabas. Ahora todos los organismos públicos tienen una pequeña agencia de noticias: la Policía, la Casa de Gobierno, la Justicia. Y además está el fenómeno que para mí es el más importante que es internet. Ahora, el peligro que nosotros afrontamos es en qué medida internet puede lesionar la profesionalidad del periodista e incluso del fotógrafo o el camarógrafo. Porque hoy en día cualquier persona en la calle saca una foto de un accidente, la manda al diario y el diario la publica. Y a lo mejor no reúne los requisitos de calidad o veracidad. Eso lo veo como una preocupación para el futuro.

“Hay noticias interesadas”

¿No tiene la sensación de que hay mucho periodista pagado?

Eso ocurre. Hay mucho de esa noticia interesada que a veces no solo es creíble, sino que se la plantea de tal forma que se induce a pensar algo que el medio que lo difunde quiere que vos pienses. Lo mejor en esos casos es ser transparente, que surja la posición que tiene cada uno. En Europa hay diarios socialistas o comunistas, y cada uno dice lo que es. Lo que importa no es la supuesta objetividad, que no existe, sino la veracidad, que la noticia sea cierta.

¿Cómo fue la relación del periodismo con el poder a lo largo de su carrera? Hoy tenemos un gobernador que no tolera la crítica. ¿Todos han sido así?

Hubo de todo. Hubo gobernadores que se la bancaron y hubo gobernadores que se enojaban y no te dejaban opinar. Yo me acuerdo en El Intransigente que escribía una columna y el Loro Giacosa otra y lo volvíamos loco a Ragone. Un día estábamos los dos tomando un café, paró un auto, se bajó Ragone y nos dice: “A ustedes dos los quería encontrar”, y nos invitó un café, hablamos y terminamos siendo amigos. Yo creo que con el tiempo los gobernantes van a tener que acostumbrarse a la crítica. Y hay que tener siempre la puerta abierta a los medios. Cuando vos no hablás con los medios empiezan las versiones. Si no tenés nada para ocultar, no ocultés nada. No te enojés, hablá.

Varias veces le tocó estar a cargo de las áreas de prensa oficiales.

Las veces que cumplí esa función lo hice hablando con los periodistas. Yo veo a veces que las áreas de prensa chocan con algunos periodistas. Un jefe de prensa es alguien que tiene que habilitar la información.

Temas de la nota

PUBLICIDAD