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Los niños, niños son

Sabado, 28 de septiembre de 2013 01:59

Hace unas semanas, Francia prohibió la participación de chicas en concursos de belleza. La nueva ley busca evitar que las menores de 16 años sean juzgadas por su apariencia física. A pesar de que tales concursos son comunes y en algunos países se ven como algo normal, obligan a las menores a crecer más rápido de lo que deben.

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Hace unas semanas, Francia prohibió la participación de chicas en concursos de belleza. La nueva ley busca evitar que las menores de 16 años sean juzgadas por su apariencia física. A pesar de que tales concursos son comunes y en algunos países se ven como algo normal, obligan a las menores a crecer más rápido de lo que deben.

Con la aprobación de la mencionada ley, cualquiera que organice una competencia de belleza infantil, podría pagar elevadas multas y pasar hasta dos años en prisión.

El fenómeno de la “Mini Miss”

Según informa el sitio “yo influyo 2013”, la propuesta de ley fue presentada por la ministra de las mujeres, Najat Vallaud- Belkacem, luego de que quedara profundamente conmocionada al ver una portada de la revista Vogue de 2010.

Allí se mostraban fotografías provocativas de una modelo de tan sólo diez años. Ante diversas reacciones de la sociedad, la revista adujo que las pequeñas únicamente visten lo que sus madres desean y aprueban.

En Francia y Estados Unidos son comunes los concursos de belleza que son vistos como inofensivos, donde las pequeñas llamadas “Mini Miss”, a menudo, usan maquillaje y tacos altos. También se producen reality shows.

Expectativas incumplidas

Sin embargo, organizaciones en pro de la infancia señalan que no es aconsejable que pequeñas usen trajes de baño y vestidos de noche; tampoco pestañas postizas y autobronceadores.

Al respecto, especialistas de familia aseguran que en muchas ocasiones, los padres introducen a sus hijos en la moda y belleza para cumplir sus expectativas no satisfechas, ni logradas. Es decir, utilizan a sus pequeños como medio para cumplir los sueños que no han hecho realidad.

Los riesgos

Aún más preocupante, señalan, es que cuando se los expone en ese mundo en sus primeras etapas de formación, aumentan las probabilidades de que crezcan con ideas de que lo importante es su apariencia física y de que valen por ella.

Se trata de niños que crecen con la idea de que lo importante es una marca de ropa, su belleza exterior, y su imagen. Si eso desaparece, entonces podrían sentirse apesadumbrados y frustrados, porque pusieron su valía en algo externo y pasajero.

El término de “sexualización” infantil empezó a tomar fuerza en 2001 cuando el ministro de Reino Unido, David Cameron pidió al ministerio de Educación que elaborara un estudio sobre la comercialización de la infancia, conocido como el Informe Bailey.

¿A qué se le llama sexualización? Al proceso en el que los valores de una persona proceden sólo de su apariencia o comportamiento sexual, con exclusión de otras características.

Cuando la sexualidad de una persona es convertida en “cosa” para el uso sexual de otro, no cuenta si esa persona es generosa, amigable, auténtica, ni afectuosa. Se pierde entonces, la riqueza de la totalidad de la persona.

Nuestra tarea

Como padres, estemos alertas frente a la proliferación de imágenes hiper sexualizadas de niños en los medios de comunicación, juguetes y vestimenta inapropiada para su edad, como tops, minifaldas, lencería y tacones.

La televisión juega un papel destacado, pues algunas series exhiben a las pequeñas con maquillaje y prendas inadecuadas. De esa manera, las niñas televidentes desean imitar a quienes consideran sus “ídolas” y desde temprana edad, recurren a prendas y objetos propios de una mujer adulta.

Comprar desde la infancia la idea de que el éxito proviene de ser atractivo y sexualmente deseable, puede acarrear consecuencias no deseables como trastornos alimenticios, baja autoestima o sexualidad precoz.

Está en nuestras manos no dejar que la sexualización infantil se naturalice. Podemos comenzar por poner especial cuidado en la elección de la vestimenta de los chicos. También, chequear si los programas que ven en televisión promueven valores que los impulse a mirar alto. Quedarnos de brazos cruzados, sería la peor omisión.

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