El santo no pudo ganarle a Patria ni con el tiro del final

Por arriba, por abajo, por los costados, por el centro. Por todos lados. Juventud jugó uno de sus mejores partidos, pero se encontró con esa máxima del fútbol. Cuando el gol no llega y cuando la única distracción se convierte en una cachetada dentro del arco propio, no hay ni intención ni trabajo de la semana que valga, más aún en una instancia de nocaut anímico como un play-off.

Juventud se encontró, de entrada nomás, con esa ironía que define y estigmatiza a este bendito deporte. Porque no terminó de acomodarse y se topó con un gol de otro partido. Y porque después hizo lo que siempre se le exige, sin resultados: paciencia de hormiga, juego por abajo, aplomo y agresividad. A los 11 min, Patria improvisó una contra mortífera que dejó mal parada a la defensa y que culminó con un golazo del picantísimo Troche, el goleador sensación, quien la picó por arriba de un Maino impávido, mal parado, estático y que solo atinó a mirar cómo ese globo se metía en la red.

El gol de Patria no solo enmudeció al Martearena. El equipo en cancha también sintió el impacto, se aceleró, se contagió de la impaciencia colectiva. Pero con el correr de los minutos se dio cuenta de que debía serenarse, hacer circular el balón y plantarse en campo ajeno ante un Patria que no mostró mucho más que el golazo y la viveza de una contra. Así, llegaron infinidad de situaciones en los dominios de Requena. La ineficacia, la confabulación de los astros, la olvidable tarde de los delanteros y el arquero impidieron que el santo se vaya al vestuario con el empate. Pero llegó en el complemento.

A los 8 min, tras una genialidad de Ceballos (jugó uno de sus mejores partidos en Juventud, fue clara usina de juego y también recuperó) y una definición solvente del Tero Litre.

Pero no le alcanzó al santo, que empató en casa y está obligado a ganar en Formosa para meterse en la semifinal.

Los delanteros no aparecieron. Nada de Balvorín ni de Rodríguez (ingresó después). Poco de Ibáñez (estrelló un tiro en el palo). Ante esa carencia, Ceballos y Litre fueron el eje creativo santo cuando lo que faltó fue otro gol. Maino (tuvo responsabilidad en el gol) también se nubló.

Por arriba, por abajo, por los costados, por el centro. Por todos lados. Juventud jugó uno de sus mejores partidos, pero se encontró con esa máxima del fútbol. Cuando el gol no llega y cuando la única distracción se convierte en una cachetada dentro del arco propio, no hay ni intención ni trabajo de la semana que valga, más aún en una instancia de nocaut anímico como un play-off.

Juventud se encontró, de entrada nomás, con esa ironía que define y estigmatiza a este bendito deporte. Porque no terminó de acomodarse y se topó con un gol de otro partido. Y porque después hizo lo que siempre se le exige, sin resultados: paciencia de hormiga, juego por abajo, aplomo y agresividad. A los 11 min, Patria improvisó una contra mortífera que dejó mal parada a la defensa y que culminó con un golazo del picantísimo Troche, el goleador sensación, quien la picó por arriba de un Maino impávido, mal parado, estático y que solo atinó a mirar cómo ese globo se metía en la red.

El gol de Patria no solo enmudeció al Martearena. El equipo en cancha también sintió el impacto, se aceleró, se contagió de la impaciencia colectiva. Pero con el correr de los minutos se dio cuenta de que debía serenarse, hacer circular el balón y plantarse en campo ajeno ante un Patria que no mostró mucho más que el golazo y la viveza de una contra. Así, llegaron infinidad de situaciones en los dominios de Requena. La ineficacia, la confabulación de los astros, la olvidable tarde de los delanteros y el arquero impidieron que el santo se vaya al vestuario con el empate. Pero llegó en el complemento.

A los 8 min, tras una genialidad de Ceballos (jugó uno de sus mejores partidos en Juventud, fue clara usina de juego y también recuperó) y una definición solvente del Tero Litre.

Pero no le alcanzó al santo, que empató en casa y está obligado a ganar en Formosa para meterse en la semifinal.

Los delanteros no aparecieron. Nada de Balvorín ni de Rodríguez (ingresó después). Poco de Ibáñez (estrelló un tiro en el palo). Ante esa carencia, Ceballos y Litre fueron el eje creativo santo cuando lo que faltó fue otro gol. Maino (tuvo responsabilidad en el gol) también se nubló.