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La coipa de los salares andinos

Lunes, 21 de abril de 2014 01:58

Hay términos que resultan desconocidos para el hombre de la ciudad y que sin embargo tienen un fuerte arraigo entre los habitantes del interior profundo. Manuel Solá (1889), Lafone Quevedo (1898), José Vicente Solá (1949) y más recientemente Osán y Pérez Sáez (2006), se han ocupado de rescatar cientos a miles de palabras en sus significados y en sus usos que constituyen un verdadero tesoro para el patrimonio lingístico de la región.

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Hay términos que resultan desconocidos para el hombre de la ciudad y que sin embargo tienen un fuerte arraigo entre los habitantes del interior profundo. Manuel Solá (1889), Lafone Quevedo (1898), José Vicente Solá (1949) y más recientemente Osán y Pérez Sáez (2006), se han ocupado de rescatar cientos a miles de palabras en sus significados y en sus usos que constituyen un verdadero tesoro para el patrimonio lingístico de la región.

También lo hace los martes en las páginas de El Tribuno un estudioso de la lengua como lo es el profesor Francisco Fernández.

Entre esos cientos de vocablos poco conocidos tenemos coipa, una palabra quechua que ya figura en el viejo diccionario de fray Diego Gonzalez de Holguín (1608).

Según Holguín, “ccollpa” es salitre y “ccollpa ccollpa” es tierra salada (p. 66). En aymara también se dice collpa (Bertonio, 1612). Es una palabra que la encontramos escrita con muy distintas grafías tales como kolpa, kkolpa, kodpa, qollpa, jollpa, pero con idéntico significado.

Coipa tal como se la conoce en la Puna y en algunos otros lugares de los Andes Centrales de Perú, Bolivia, Chile y Argentina es el carbonato de sodio. Es difícil encontrarla pura sino más bien formando una mezcla con otras sales tales como sulfatos y cloruros de donde toma el nombre más generalizado de salitre; que sin embargo no debe confundirse con el famoso salitre de Chile, el cual está formado por nitratos de sodio o potasio.

La coipa se encuentra como eflorescencias en las orillas de los salares. Se distingue por su color blanco níveo, aspecto pulverulento y su sabor ligeramente picante que la diferencia del salado de la sal común (halita o cloruro de sodio) o del amargo del sulfato de sodio (mirabilita o sal de Glauber).

Los carbonatos de sodio más conocidos son la trona y el natrón. En la Puna hay una sola laguna salada con abundante carbonato de sodio y es la laguna Gerschel o Santa María. Allí se descubrió además un nuevo mineral para la ciencia, un fosfato ácido de sodio bautizado como catalanoita por la Dra. Teresita Ruiz de la UNSa.

Las eflorescencias de carbonatos de sodio en sus distintas variedades minerales son conocidas desde muy antiguo. Los egipcios las recogían en ciertos parajes áridos y las utilizaban para los procesos de momificación. Muchos pueblos la obtenían de las cenizas de las plantas y utilizaban esas sustancias alcalinas para jabón, lejía o para preparar la yista de coquear.

El bicarbonato de sodio que también se usa en el coqueo es coipa cuyo nombre científico corresponde al del mineral nahcolita. Numerosos topónimos hacen referencia a los sitios donde se encuentra la coipa tales como Collpana, Coipayo, Colpayoc y Coipal, entre otros.

En la Puna hay varios de ellos y corresponden efectivamente a manifestaciones salitrosas alcalinas ricas en carbonato. También en Perú hay numerosos lugares que se conocen como Colpa Cocha, o Cocha Collpa, que vienen a significar “laguna de la colpa”. Son los lugares donde acuden los nativos a buscar esta sustancia para los múltiples usos que ellos la requieren.

Asimismo llaman collpas a los lugares donde bajan los guacamayos, loros y murciélagos, junto a otros mamíferos y aves selváticas, para consumir tierras salitrosas que son necesarias para su dieta.

Los lamederos

En igual sentido se tienen los “lambederos” o lamederos, que son lugares ricos en sales sódicas y que constituyen un bien preciado para el ganado, especialmente vacuno, caprino y ovino. Dada la falta de sales en la vegetación que consumen ellos refuerzan en forma natural su dieta concurriendo a lugares donde las arcillas de las barrancas contienen más sales que en otros puntos.

Generalmente en los campos ganaderos se colocan bloques de sal de roca o bien los panes de sal cortados de los salares de la Puna; e incluso unos panes de sal preparados al efecto disolviendo la sal en moldes y luego agregándoles sales de hierro con lo cual se consigue mejorar la nutrición del ganado con el aporte de sustancias minerales y se las hace más palatables (suaves al paladar).

En los Pirineos españoles pude observar secuencias de sales marinas formadas por alternancias de halita (cloruro de sodio o sal común) y silvita o carnalita que son los cloruros de potasio, y de potasio y magnesio respectivamente.

Estas últimas son más amargas y el ganado las reconoce lamiendo únicamente la sal común y dejando las otras. Los nativos de la Puna y otros sectores de los Andes Centrales utilizan la coipa para varios usos domésticos.

Uno de ellos es como un jabón o champú para el lavado del cabello. También se la utiliza para el lavado de la lana esquilada de las ovejas o el pelo de los camélidos, especialmente el de las llamas y las alpacas. Se la aplica como mordiente natural en el teñido de los textiles realizados con lana de ovejas.

Se menciona la coipa como un agregado en algunas comidas junto a arcillas conocidas como chacco o pasalla y que complementan la dieta de los pueblos altoandinos, la cual es pobre en oligoelementos. Ello forma parte de un hábito conocido como geofagia y que es la ingesta de tierras, en este caso arcillas de origen volcánico que fueron depositadas como lluvia de cenizas en lagos alcalinos donde sufrieron procesos de transformaciones físico químicos.

Se menciona también su uso como “lejía” para la preparación de la mazamorra, un plato dulce a base de maíz blanco (­no confundir esta lejía con el hipoclorito de sodio o lavandina!).

La coipa, en su uso como lejía para la mazamorra (y el mote), ayudaría a separar la cáscara del grano de maíz, ablandaría los granos y apuraría la cocción, según algunos memoriosos de las recetas de las abuelas.

Usos variados

Como se aprecia estas sales que se desarrollan en forma natural en los salares andinos fueron conocidas y utilizadas desde tiempos inmemoriales en numerosos usos domésticos y culinarios. Actualmente se explotan grandes yacimientos de carbonato de sodio (trona), formados en antiguos lagos alcalinos como los de Green River en Wyoming (USA). Sus usos en la industria química moderna (“soda ash”) tienen que ver con la fabricación de vidrio, jabones, detergentes, papel, textiles, curtiembres, productos farmacéuticos, tratamiento de aguas, entre otros muchos.

En mineralurgia se la utiliza para transformar las salmueras de litio en carbonato de litio. En forma artificial se la obtiene por el método Solvay que usa como materias primas sal común (cloruro de sodio) y caliza (carbonato de calcio), a través de complejos procesos químicos.

 

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