Más de un mes ha cumplido la protesta docente y, pese al desgaste de los sectores que exigen mejoras salariales, las manifestaciones se mantienen desde la carpa instalada en la plaza 9 de Julio. Allí, los maestros del núcleo duro anunciaron que seguirán con la medida de fuerza hasta las últimas consecuencias, lo que no deja de ser inquietante para el Gobierno provincial si se tiene en cuenta que todo comenzó con un reducido grupo que fue ganando espacio y adhesiones, en contra de los gremios oficialistas.
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Más de un mes ha cumplido la protesta docente y, pese al desgaste de los sectores que exigen mejoras salariales, las manifestaciones se mantienen desde la carpa instalada en la plaza 9 de Julio. Allí, los maestros del núcleo duro anunciaron que seguirán con la medida de fuerza hasta las últimas consecuencias, lo que no deja de ser inquietante para el Gobierno provincial si se tiene en cuenta que todo comenzó con un reducido grupo que fue ganando espacio y adhesiones, en contra de los gremios oficialistas.
Pero la protesta sigue y, aunque con menor efecto por el retorno de algunos sectores a las aulas, la pregunta es crucial: ¿cómo se recupera el tiempo perdido de clases?
El clima está tan caldeado y tan sensible a los ánimos en las negociaciones que nadie se atreve todavía a poner la pregunta sobre la mesa.
Pero la pregunta es legítima y poco a poco también ganará espacio en el pensamiento de los docentes, de los padres y, por supuesto, de los funcionarios.
Saldrán entonces las fórmulas de los sábados y feriados con clases, el acortamiento de las vacaciones de invierno y la recuperación de los contenidos a través de fórmulas que parecen mágicas. Pero en el fondo se sabe que la contingencia obligará a improvisar todo, incluso la enseñanza efectiva de los chicos.
Pero esto es parte de lo que ocurre en el Gobierno provincial, agobiado por la falta de respuestas y la crisis de autoridad.
Hay mucha desorientación en el esquema de poder y esto tiene su correlato también en los niveles ejecutivos de las áreas más críticas.
Nadie sabe muy bien qué hacer. Existe una sensación rara entre los ministros y secretarios; una especie de orfandad que ya la habían advertido hace tiempo los intendentes.
Sin dudas, el esfuerzo de posicionamiento del gobernador Juan Manuel Urtubey y su doble candidatura a gobernador y presidente está pasando factura al liderazgo político en la provincia.
El paro en la educación es un bocado que no termina de digerirse en el Ejecutivo provincial, mientras el Partido Obrero opera en otros sectores de la administración, buscando sumar desconcierto y protesta.
Pero en tanto el conflicto con los maestros aún no se supera, otros frentes de tormenta aparecen en el término inmediato de la gestión.
Para esta semana los empleados judiciales anunciaron el inicio de medidas de fuerza que se irán profundizando. Piden el pase a planta permanente, el 82 por ciento móvil y el anticipo del aumento por enganche, lo que dejaría a los trabajadores del Poder Judicial con un aumento del 60 por ciento para fin de año. La protesta irá acompañada por un quite de colaboración que será de dos horas pero que, según advierten, tendrá la metodología progresiva.
Todo esto ocurre en un contexto de posicionamiento nacional de la figura del gobernador, quien con notable esfuerzo insiste en ubicarse entre los presidenciables.
Hay mucho malestar y desconcierto a distintos niveles en la gestión y el riesgo es que esto se profundice. Pero hay que analizar las causas y no tanto los efectos para llegar a conclusiones razonables que permitan una salida y una solución de fondo, ya no solo para el conflicto docente.