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Al borde de la leyenda

Lunes, 14 de julio de 2014 01:43

No fue la historia que me contaron. Me la cambiaron. Me vendieron otra. Se burló socarronamente el destino de nosotros con una tenebrosa carcajada. El guión de la película de Lionel Messi era casi perfecto. Con el mejor jugador del mundo preparándose con todo para este Mundial, con su madurez en la espalda y en un punto ideal. Ya no estaba Brasil, el que pedía la Copa por propia herencia, pero estaba Alemania, como hace 24 años, y su pragmatismo efectivo. Y estaba ese actor de reparto (el árbitro Nicola Rizzoli) que se transformó en villano y corrió al “10” de escena con un penal ignorado que otra vez nos desgarró el alma. Estaban todos, pero no estaba él. Me habían contado otra historia para Messi. Me dijeron que este Mundial era suyo, con el Maracaná de testigo y cómplice, tal como el Azteca de México significó para Diego Maradona en 1986.
Al mejor del mundo le faltó ese plus que se pide en las finales para eternizarse en leyenda, como el Pelusa. No marcó la diferencia cuando debía ratificarlo y terminó empañando un óptimo Mundial individual.

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No fue la historia que me contaron. Me la cambiaron. Me vendieron otra. Se burló socarronamente el destino de nosotros con una tenebrosa carcajada. El guión de la película de Lionel Messi era casi perfecto. Con el mejor jugador del mundo preparándose con todo para este Mundial, con su madurez en la espalda y en un punto ideal. Ya no estaba Brasil, el que pedía la Copa por propia herencia, pero estaba Alemania, como hace 24 años, y su pragmatismo efectivo. Y estaba ese actor de reparto (el árbitro Nicola Rizzoli) que se transformó en villano y corrió al “10” de escena con un penal ignorado que otra vez nos desgarró el alma. Estaban todos, pero no estaba él. Me habían contado otra historia para Messi. Me dijeron que este Mundial era suyo, con el Maracaná de testigo y cómplice, tal como el Azteca de México significó para Diego Maradona en 1986.
Al mejor del mundo le faltó ese plus que se pide en las finales para eternizarse en leyenda, como el Pelusa. No marcó la diferencia cuando debía ratificarlo y terminó empañando un óptimo Mundial individual.

El balón de oro más amargo de su vida

No era el premio que más quería ni el que soñaba recibir tras el cierre del Mundial. Pese a no ser la figura destacada de la Argentina y al subcampeonato, la FIFA eligió a la Pulga como mejor jugador de la Copa y recibió el Balón de Oro de Brasil 2014, otro más para las abultadas vitrinas del astro del Barcelona. Con la desolación dibujada en su rostro, Messi recibió el trofeo de manos del presidente de la FIFA, el suizo Josep Blatter. Sin ganar el Mundial, el mejor del mundo se llevó su premio consuelo y sucedió al uruguayo Diego Forlán, que se lo llevó en
Sudáfrica 2010. 

 

 

 

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