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El último sueño del Cholo Vivas, pintor de alma

Viernes, 18 de julio de 2014 00:00
Los que lo conocieron bien coinciden en que el Cholo Vivas era un artista vibrante, capaz de transmitir con su mirada y con sus pinturas la energía propia del devenir del tiempo. Había nacido en Salta en abril de 1961 y sus días transcurrieron mayoritariamente en un taller -a veces itinerante- donde se respiraba la vehemencia de su trazo. En su página web se presentaba así: "Soy Rodolfo Cholo Vivas, salteño y artista, pintor de alma". En esa sola línea, breve pero apasionada, está el resumen de su vida. Al Cholo lo sorprendió la muerte ayer, en medio del sueño. Se fue de imprevisto, a los 53 años, así como solía llegar a las reuniones, luciendo un par de anteojos que -estaba escrito en el oráculo- nunca iban a pasar desapercibidos.

Rodolfo Vivas instaló su taller en Salta luego de una larga estadía en Río de Janeiro (1985 a 1991), donde vivió también dedicado al arte. Su espíritu andariego lo llevó luego, en 1994, hasta Barcelona, donde estudió pintura decorativa. En 1997 tomó cursos en la Asociación de ceramistas de La Habana, Cuba. En Vida plástica salteña, publicación de Carmen Martorell y Margarita Lotufo, las autoras destacan de Vivas su capacidad para nutrirse de la fuerte energía de la tierra norteña: "Es un artista en permanente realización y transformación interior; y así como compartió las fantasías de ese gran maestro que fuera Yutronich, se incorpora fácilmente en el grupo de los llamados Contemporáneos, porque en él vibra la juventud". En su página web, el Cholo "tira" (así, con el verbo en presente, porque las verdades son imperecederas) algunas frases que lo pintan de cuerpo y alma: "No pinto lo que veo, sino lo que será visto"; "Sueño mis pinturas y luego pinto un sueño". Hoy no es difícil imaginar que quizás se fue soñando con un paisaje eterno y rocoso, construido a base de pura energía.
María Laura Buccianti,
Artista plástica, recordó a Vivas como un "ser apasionado que vivía de sus pinturas y podía venderlas en una galería o en la calle. En ese sentido era totalmente libre". Yayo Pellegrini, en tanto, lo definió como "un tipo de una enorme coherencia, más allá de las modas. Tenía personalidad potente; era muy buena gente".

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Los que lo conocieron bien coinciden en que el Cholo Vivas era un artista vibrante, capaz de transmitir con su mirada y con sus pinturas la energía propia del devenir del tiempo. Había nacido en Salta en abril de 1961 y sus días transcurrieron mayoritariamente en un taller -a veces itinerante- donde se respiraba la vehemencia de su trazo. En su página web se presentaba así: "Soy Rodolfo Cholo Vivas, salteño y artista, pintor de alma". En esa sola línea, breve pero apasionada, está el resumen de su vida. Al Cholo lo sorprendió la muerte ayer, en medio del sueño. Se fue de imprevisto, a los 53 años, así como solía llegar a las reuniones, luciendo un par de anteojos que -estaba escrito en el oráculo- nunca iban a pasar desapercibidos.

Rodolfo Vivas instaló su taller en Salta luego de una larga estadía en Río de Janeiro (1985 a 1991), donde vivió también dedicado al arte. Su espíritu andariego lo llevó luego, en 1994, hasta Barcelona, donde estudió pintura decorativa. En 1997 tomó cursos en la Asociación de ceramistas de La Habana, Cuba. En Vida plástica salteña, publicación de Carmen Martorell y Margarita Lotufo, las autoras destacan de Vivas su capacidad para nutrirse de la fuerte energía de la tierra norteña: "Es un artista en permanente realización y transformación interior; y así como compartió las fantasías de ese gran maestro que fuera Yutronich, se incorpora fácilmente en el grupo de los llamados Contemporáneos, porque en él vibra la juventud". En su página web, el Cholo "tira" (así, con el verbo en presente, porque las verdades son imperecederas) algunas frases que lo pintan de cuerpo y alma: "No pinto lo que veo, sino lo que será visto"; "Sueño mis pinturas y luego pinto un sueño". Hoy no es difícil imaginar que quizás se fue soñando con un paisaje eterno y rocoso, construido a base de pura energía.
María Laura Buccianti,
Artista plástica, recordó a Vivas como un "ser apasionado que vivía de sus pinturas y podía venderlas en una galería o en la calle. En ese sentido era totalmente libre". Yayo Pellegrini, en tanto, lo definió como "un tipo de una enorme coherencia, más allá de las modas. Tenía personalidad potente; era muy buena gente".

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