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Diego Calvisi: Soy consciente de la situación dramática que estamos viviendo

Domingo, 24 de agosto de 2014 00:26
Es uno de los sacerdotes que dejó su huella y su testimonio. Es el padre Diego Calvisi, fundador del hogar de niños Santa Teresita del Niño Jesús, en Orán. Se trata de un ser especial que ha dedicado toda su vida al servicio de los demás y aún hoy, a los casi 94 años, sigue haciéndolo.
Se preocupó, en cada parroquia a la que fue destinado, de promover vocaciones sacerdotales y religiosas, entre las que cuenta monjas contemplativas y religiosas de vida activa, que hoy lo reconocen agradecidas como su padre espiritual.
"Es una figura imprescindible, un milagro especial", así lo definen sus más allegados, quienes sostienen que, desde su llegada a Orán, la diócesis cobró un color distinto.
Su llegada a la Argentina
Llegó a Buenos Aires en 1980, hace 34 años, en ese tiempo desplegó una actividad incansable. Fue iniciador de muchas comunidades que hoy son parroquias, se lo vio en villa Saavedra de Tartagal, en barrio Aeroparque de Orán, en Irigoyen, en los cerros de San Andrés, construyó templos por toda la extensión de la Diócesis de Orán, fue vicario general de todos los obispos de la diócesis norteña y entre Guirao y Sueldo, Sueldo y Cargnello y entre Cargnello y Lugones... fue administrador diocesano.
Desde su Cerdeña natal, trajo a otro intrépido y formidable misionero, el padre Andrés Buttu, solo superado en su empeño por su mentor y maestro, el mismísimo Padre Diego.
Muy sensible en lo social, fue un muy querido capellán del hospital San Vicente de Paúl, donde vivía; participó activamente en la resolución de muchos conflictos en la zona, como los reclamos de los pobladores de San Andrés, los piquetes de Mosconi, las negociaciones tensas en la Municipalidad de Orán por conflictos gremiales, laborales, entre tantos otros. Hoy es capellán de las hermanas concepcionistas franciscanas, donde fundó el hogar para sacerdotes ancianos.
Padre, usted nació muy lejos de Argentina. ¿Qué recuerda de sus primeros años en Cerdeña (Italia)?
Nací en la isla de Cerdeña, el 21 de noviembre de 1920. Crecí en una familia de raigambre cristiana, muy humilde y trabajadora. Padecí los efectos de la Segunda Guerra Mundial estando en el Seminario Mayor, donde en algunos momentos no podíamos continuar la formación por falta de alimentos, y nos invitaban a volver a nuestras casas o a buscarnos sustento...Experimenté el tironeo entre la política fascista del duce Mussolini y el temor frente a los avances anarquistas, comunistas y antimonárquicos. Sufría además la crisis del post Concilio Vaticano II, (1962-1965) en que, a pesar del entusiasmo y del fervor por la renovación litúrgica, bíblica y pastoral de la Iglesia , presencie el desangre de muchos de sus hermanos sacerdotes que no comprendieron o no pudieron adaptarse a los cambios.
También trabajó como maestro...
Ejercí como sacerdote y maestro en las escuelas italianas, donde uno se ganaba el aprecio de los alumnos por su espíritu jovial y sus conocimientos de música y canto.
¿Cuándo le surgió la vocación de ser sacerdote?
Mi vocación al sacerdocio viene de lejos. Las raíces han sido mi humilde familia, profundamente cristiana. Mis padres cultivaban la tierra, con mucho sacrificio para la subsistencia. A los 16 años participe de un congreso eucarístico regional. Allí mirando centenas de seminaristas en la precesión de Jesús Sacramentado me emocione.
Descubrí por aquel entonces que mi vocación era ser misionero en África, pero mi párroco me oriento al sacerdocio diocesano. El ansiado día llego el 5 de agosto de 1947 desde aquel momento vibra en mi corazón palabras de gozo "tu eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres" y así lo vivo cada días.
¿Qué cosas le preocupaban cuando vivía en Italia?
Durante la Segunda Guerra Mundial fueron años muy difíciles. Con cada sufrimiento mi alma encontraba nuevos motivos para aumentar mi apuesta por la fe, la entrega más plena, el amor generoso y paternal.
¿Cuándo surge la idea de venir a misionar la Argentina?
Cuando todos creían que mis 58 años me irían llevando a una actividad más serena y madura, a disfrutar del afecto y respeto de los feligreses de la parroquia... sorprendí a todos con la inquietud de ser misionero.
"Cuando me entere que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Tenemos un papa excepciones. Me envió una carta pidiendo que rece y que haga rezar por él porqué lo necesita". “Cuando me entere que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Tenemos un papa excepciones. Me envió una carta pidiendo que rece y que haga rezar por él porqué lo necesita”.
En realidad, era un sueño precioso, nunca concretado, que había charlado con el cura que me ayudó a entrar al seminario, pero que este buen sacerdote había desestimado. Era un sueño que me había animado a compartir con mi mamá en diálogos de niño y adolescente y que nunca había desechado. Con la visita del nuevo obispo de Orán, Monseñor Manuel Guirao a la diócesis de Nuoro, lo que parecía enterrado brotó con ímpetu de primavera. Escuché absorto el relato de este obispo grandote y bueno, confiado y sencillo... y decidí a rezarlo, reflexionarlo y, como se iba convirtiendo en un fuego imparable. Le pedí a Dios un signo claro, y llegó la respuesta escrita de manos del monseñor, invitándome. Era una señal del cielo. Pero me enfermé y debí ser operado, mis amigos en Italia me hacían ver el inconveniente de la edad, ¡casi 60 años! ¡Aprender un nuevo idioma! ¡Amoldarse a esas costumbres tan primitivas! ¡Eso era locura, no espíritu misionero! ¿Para qué serviría un viejo operado, sin fuerzas, sin poder hacerse entender?
Transcurrió el tiempo. Llegó una segunda carta desde Orán, avisando que podría venir junto con otros sacerdotes que en sus correrías apostólicas había podido conmover monseñor Guirao: era un francés, Clemente Gózales, y un español, Arnoldo Fernández, y el día de la fiesta patronal, después de la procesión... hizo el anuncio...: sorpresa, dolor, impotencia, tristeza... ¡qué matiz de sentimientos no habrá empañado los ojos de sus queridos parroquianos! Pero él experimentó un fuerte consuelo y una alegría que sólo podía ser la confirmación divina de su decisión.
¿Cómo nació el hogar del padre Diego?
Era allá por el año 1991 la familia Bruno nos había donado un terreno en el barrio Campo Chico y pensé en construir un hogar para los ancianos. Por ese entonces la economía nacional sufría una gran crisis económica, por ellos se organizaban comedores de emergencia para ayudar.
Fue allí donde provisoriamente hice construir uno cerca de la parroquia Santa Teresita y atendidos por los docentes de la escuela Mateo Ríos, atendíamos a más de 150 niños desnutridos.
Una mañana muy fría fuimos a prender el horno para poner en marcha el desayuno de los niños, cuando me sorprendió ver durmiendo dentro y lleno de cenizas a un niño de no más de 10 años, que se había escapado de su casa por los malos tratos que sufría de sus padres, temblando me contó su triste historia. ¡Era otra señal de Dios! Decidí comenzar a trabajar para un hogar de niños en situación de riesgo y de abandono por su familia.
¿Cómo se sostiene el hogar?
No es el hogar del padre Diego, yo no tengo nada, la comunidad tiene que tomar conciencia que este hogar les pertenece. Hoy convertido en Fundación del Niño Jesús, alberga a casi 50 bebés, niños y adolescentes de hasta 15 años..

El hogar se sostiene con un subsidio del Gobierno provincial y padrinos. Pero esencialmente la fuerza que lo mantiene es el amor de Dios.
¿Cuántos niños pasaron en estos 20 años del hogar?
Pasaron centenas y centenas, he sufrido mucho con sus historias, de maltrato, abusos y abandono, pero no puedo dejar de agradecer a aquellas madres solteras que a pesar de todo eligieron la vida y no el aborto.
¿Cómo ve la sociedad actualmente?
Soy consciente de la situación dramática que estamos viviendo, la gente vive en el miedo, con rejas en las ventanas y puertas aseguradas. La Argentina está llena de violencia. Creo que el amor vence al odio y el pueblo anhela la paz. Pero yo soy un hombre de la esperanza, yo confío mucho en las capacidades y en el progreso que lleva a delante el papa Francisco, en él ponemos nuestras esperanzas.
¿Qué opinión tiene del papa Francisco?

Cuando me enteré que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Estamos en frente de un papa excepcional con respeto a todos sus antecesores, tuve la posibilidad de conocerlo personalmente, acá en Oran incluso me envió una carta pidiendo que "rece y que haga rezar por él porqué lo necesita".
¿Cómo piensa vivir el resto de su vida?
Yo me dedico a propagar la espiritualidad del amor infinito y a eso dedico mis días. Preparo retiros espirituales y esencialmente me dedico al rezo del Santo Rosario con una gran devoción mariana.
Un gran hombre
Cierto es que su esfuerzo evangelizador durante gran parte de su vida le trajo frutos muy grandes. El padre Diego es un hombre sabio, conocedor del dolor y de cómo tenderle una mano a los que más sufren.
Su vida estuvo cargada de momentos duros. Pero la satisfacción que siente a sus 94 años por ser una evangelizador es un orgullo no solo para él sino para quienes lo conocen, para quienes comparten su misión y sobre todo para los cientos de niños a quienes apoyó incondicionalmente desde que llegó a Argentina. El 5 de agosto pasado, Diego Calvici festejo 67 años de sacerdocio de los cuales dedicó más de 30 a la atención de niños abandonados de la diócesis de Orán. Por eso, el padre Diego está presente en el corazón de muchos.


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Es uno de los sacerdotes que dejó su huella y su testimonio. Es el padre Diego Calvisi, fundador del hogar de niños Santa Teresita del Niño Jesús, en Orán. Se trata de un ser especial que ha dedicado toda su vida al servicio de los demás y aún hoy, a los casi 94 años, sigue haciéndolo.
Se preocupó, en cada parroquia a la que fue destinado, de promover vocaciones sacerdotales y religiosas, entre las que cuenta monjas contemplativas y religiosas de vida activa, que hoy lo reconocen agradecidas como su padre espiritual.
"Es una figura imprescindible, un milagro especial", así lo definen sus más allegados, quienes sostienen que, desde su llegada a Orán, la diócesis cobró un color distinto.
Su llegada a la Argentina
Llegó a Buenos Aires en 1980, hace 34 años, en ese tiempo desplegó una actividad incansable. Fue iniciador de muchas comunidades que hoy son parroquias, se lo vio en villa Saavedra de Tartagal, en barrio Aeroparque de Orán, en Irigoyen, en los cerros de San Andrés, construyó templos por toda la extensión de la Diócesis de Orán, fue vicario general de todos los obispos de la diócesis norteña y entre Guirao y Sueldo, Sueldo y Cargnello y entre Cargnello y Lugones... fue administrador diocesano.
Desde su Cerdeña natal, trajo a otro intrépido y formidable misionero, el padre Andrés Buttu, solo superado en su empeño por su mentor y maestro, el mismísimo Padre Diego.
Muy sensible en lo social, fue un muy querido capellán del hospital San Vicente de Paúl, donde vivía; participó activamente en la resolución de muchos conflictos en la zona, como los reclamos de los pobladores de San Andrés, los piquetes de Mosconi, las negociaciones tensas en la Municipalidad de Orán por conflictos gremiales, laborales, entre tantos otros. Hoy es capellán de las hermanas concepcionistas franciscanas, donde fundó el hogar para sacerdotes ancianos.
Padre, usted nació muy lejos de Argentina. ¿Qué recuerda de sus primeros años en Cerdeña (Italia)?
Nací en la isla de Cerdeña, el 21 de noviembre de 1920. Crecí en una familia de raigambre cristiana, muy humilde y trabajadora. Padecí los efectos de la Segunda Guerra Mundial estando en el Seminario Mayor, donde en algunos momentos no podíamos continuar la formación por falta de alimentos, y nos invitaban a volver a nuestras casas o a buscarnos sustento...Experimenté el tironeo entre la política fascista del duce Mussolini y el temor frente a los avances anarquistas, comunistas y antimonárquicos. Sufría además la crisis del post Concilio Vaticano II, (1962-1965) en que, a pesar del entusiasmo y del fervor por la renovación litúrgica, bíblica y pastoral de la Iglesia , presencie el desangre de muchos de sus hermanos sacerdotes que no comprendieron o no pudieron adaptarse a los cambios.
También trabajó como maestro...
Ejercí como sacerdote y maestro en las escuelas italianas, donde uno se ganaba el aprecio de los alumnos por su espíritu jovial y sus conocimientos de música y canto.
¿Cuándo le surgió la vocación de ser sacerdote?
Mi vocación al sacerdocio viene de lejos. Las raíces han sido mi humilde familia, profundamente cristiana. Mis padres cultivaban la tierra, con mucho sacrificio para la subsistencia. A los 16 años participe de un congreso eucarístico regional. Allí mirando centenas de seminaristas en la precesión de Jesús Sacramentado me emocione.
Descubrí por aquel entonces que mi vocación era ser misionero en África, pero mi párroco me oriento al sacerdocio diocesano. El ansiado día llego el 5 de agosto de 1947 desde aquel momento vibra en mi corazón palabras de gozo "tu eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres" y así lo vivo cada días.
¿Qué cosas le preocupaban cuando vivía en Italia?
Durante la Segunda Guerra Mundial fueron años muy difíciles. Con cada sufrimiento mi alma encontraba nuevos motivos para aumentar mi apuesta por la fe, la entrega más plena, el amor generoso y paternal.
¿Cuándo surge la idea de venir a misionar la Argentina?
Cuando todos creían que mis 58 años me irían llevando a una actividad más serena y madura, a disfrutar del afecto y respeto de los feligreses de la parroquia... sorprendí a todos con la inquietud de ser misionero.
"Cuando me entere que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Tenemos un papa excepciones. Me envió una carta pidiendo que rece y que haga rezar por él porqué lo necesita". “Cuando me entere que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Tenemos un papa excepciones. Me envió una carta pidiendo que rece y que haga rezar por él porqué lo necesita”.
En realidad, era un sueño precioso, nunca concretado, que había charlado con el cura que me ayudó a entrar al seminario, pero que este buen sacerdote había desestimado. Era un sueño que me había animado a compartir con mi mamá en diálogos de niño y adolescente y que nunca había desechado. Con la visita del nuevo obispo de Orán, Monseñor Manuel Guirao a la diócesis de Nuoro, lo que parecía enterrado brotó con ímpetu de primavera. Escuché absorto el relato de este obispo grandote y bueno, confiado y sencillo... y decidí a rezarlo, reflexionarlo y, como se iba convirtiendo en un fuego imparable. Le pedí a Dios un signo claro, y llegó la respuesta escrita de manos del monseñor, invitándome. Era una señal del cielo. Pero me enfermé y debí ser operado, mis amigos en Italia me hacían ver el inconveniente de la edad, ¡casi 60 años! ¡Aprender un nuevo idioma! ¡Amoldarse a esas costumbres tan primitivas! ¡Eso era locura, no espíritu misionero! ¿Para qué serviría un viejo operado, sin fuerzas, sin poder hacerse entender?
Transcurrió el tiempo. Llegó una segunda carta desde Orán, avisando que podría venir junto con otros sacerdotes que en sus correrías apostólicas había podido conmover monseñor Guirao: era un francés, Clemente Gózales, y un español, Arnoldo Fernández, y el día de la fiesta patronal, después de la procesión... hizo el anuncio...: sorpresa, dolor, impotencia, tristeza... ¡qué matiz de sentimientos no habrá empañado los ojos de sus queridos parroquianos! Pero él experimentó un fuerte consuelo y una alegría que sólo podía ser la confirmación divina de su decisión.
¿Cómo nació el hogar del padre Diego?
Era allá por el año 1991 la familia Bruno nos había donado un terreno en el barrio Campo Chico y pensé en construir un hogar para los ancianos. Por ese entonces la economía nacional sufría una gran crisis económica, por ellos se organizaban comedores de emergencia para ayudar.
Fue allí donde provisoriamente hice construir uno cerca de la parroquia Santa Teresita y atendidos por los docentes de la escuela Mateo Ríos, atendíamos a más de 150 niños desnutridos.
Una mañana muy fría fuimos a prender el horno para poner en marcha el desayuno de los niños, cuando me sorprendió ver durmiendo dentro y lleno de cenizas a un niño de no más de 10 años, que se había escapado de su casa por los malos tratos que sufría de sus padres, temblando me contó su triste historia. ¡Era otra señal de Dios! Decidí comenzar a trabajar para un hogar de niños en situación de riesgo y de abandono por su familia.
¿Cómo se sostiene el hogar?
No es el hogar del padre Diego, yo no tengo nada, la comunidad tiene que tomar conciencia que este hogar les pertenece. Hoy convertido en Fundación del Niño Jesús, alberga a casi 50 bebés, niños y adolescentes de hasta 15 años..

El hogar se sostiene con un subsidio del Gobierno provincial y padrinos. Pero esencialmente la fuerza que lo mantiene es el amor de Dios.
¿Cuántos niños pasaron en estos 20 años del hogar?
Pasaron centenas y centenas, he sufrido mucho con sus historias, de maltrato, abusos y abandono, pero no puedo dejar de agradecer a aquellas madres solteras que a pesar de todo eligieron la vida y no el aborto.
¿Cómo ve la sociedad actualmente?
Soy consciente de la situación dramática que estamos viviendo, la gente vive en el miedo, con rejas en las ventanas y puertas aseguradas. La Argentina está llena de violencia. Creo que el amor vence al odio y el pueblo anhela la paz. Pero yo soy un hombre de la esperanza, yo confío mucho en las capacidades y en el progreso que lleva a delante el papa Francisco, en él ponemos nuestras esperanzas.
¿Qué opinión tiene del papa Francisco?

Cuando me enteré que Bergoglio era nuestro nuevo papa agradecí mucho a Dios, me sentí muy confiado, porque es un hombre preparado y humilde de corazón. Estamos en frente de un papa excepcional con respeto a todos sus antecesores, tuve la posibilidad de conocerlo personalmente, acá en Oran incluso me envió una carta pidiendo que "rece y que haga rezar por él porqué lo necesita".
¿Cómo piensa vivir el resto de su vida?
Yo me dedico a propagar la espiritualidad del amor infinito y a eso dedico mis días. Preparo retiros espirituales y esencialmente me dedico al rezo del Santo Rosario con una gran devoción mariana.
Un gran hombre
Cierto es que su esfuerzo evangelizador durante gran parte de su vida le trajo frutos muy grandes. El padre Diego es un hombre sabio, conocedor del dolor y de cómo tenderle una mano a los que más sufren.
Su vida estuvo cargada de momentos duros. Pero la satisfacción que siente a sus 94 años por ser una evangelizador es un orgullo no solo para él sino para quienes lo conocen, para quienes comparten su misión y sobre todo para los cientos de niños a quienes apoyó incondicionalmente desde que llegó a Argentina. El 5 de agosto pasado, Diego Calvici festejo 67 años de sacerdocio de los cuales dedicó más de 30 a la atención de niños abandonados de la diócesis de Orán. Por eso, el padre Diego está presente en el corazón de muchos.


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