¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

12°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Carlos Russo: Los órganos no van al cielo, pero a mí me salvaron la vida

Viernes, 02 de octubre de 2015 00:44
Carlos Russo es un ejemplo por donde se lo mire, un canto a la lucha y al amor hacia la vida. Vistió las camisetas de los tres clubes grandes de Salta. Entre 2009 y 2010 sufrió dos infartos que lo dejaron entre la vida y la muerte a causa de un gen que mutó en su organismo a nivel medular, lo que le produjo una trombosis que tapó una arteria de su corazón y le ocasionó un edema pulmonar. Tras cinco años en lista de espera en el Inucuai, fue sometido en mayo de 2014 a un doble transplante de pulmón y corazón, con lo que volvió a vivir. Ayer se realizó un control exitoso en la Fundación Favaloro. Carlitos contó en diálogo con Alentandooo cómo ganó el partido de su vida. Agradece a quienes lo salvaron y lo contuvieron en los momento más duros. Y conscientiza sobre la donación de órganos. Un grande de verdad.

Carlitos, volviste a vivir. Contale al mundo tu experiencia...
Antes que nada, quiero que la gente sepa que al donar órganos, salvás vidas. En mi caso, la persona que donó salvó seis vidas; a mi me donó un corazón y doble pulmón. Estuve cinco años en lista de espera. Desde que se dio mi primer infarto pasaron seis meses. En enero de 2010 me agarró el segundo, de ahí me enviaron a la Fundación Favaloro. Los médicos me comenzaron a hablar de un transplante. En un principio iba a ser solo de corazón, pero como lo tenía a un 30 por ciento, eso comenzó a atrofiar otros órganos. Lo primero que se atrofió fueron los pulmones. El 18 de mayo de 2014, justo el día que River salía campeón, entraron los médicos y me dijeron que encontraron un donante. Fue un milagro, volver a nacer. La cabeza me dio otro giro, comencé a valorar cosas que antes no tenía en cuenta. Comencé a conscientizar a la gente. Uno se hace problemas por cosas tan tontas. Pero te tiene que pasar algo para que te des cuenta. Hoy ya estoy trabajando, soy prosecretario en el colegio secundario Néstor Palacios de Santa Lucía y eso me da mucha felicidad.

¿En qué momento sentiste la primera alarma en tu salud?
Yo estaba bien. El problema no fue cardíaco ni pulmonar. Me hicieron estudios genéticos para saber qué me pasó, porque al principio me dijeron que era un infarto y después que era un problema plaquetario en sangre. Y en el Favaloro me explicaron que a nivel medular se me mutó un gen que me elevó las plaquetas en sangre y me produjo una trombosis. La cantidad normal de plaquetas era 450 mil y yo tenía un millón y medio. Tenía la sangre tan espesa que me provocó los coágulos que me taparon una arteria del corazón, lo que me produjo el infarto, el primero, en julio de 2009. Seis meses después, estuve dos meses en el San Bernardo en terapia intensiva hasta que me dieron el alta. Estuve 16 días en coma. Me quisieron poner un stent para dilatar la arteria y no se pudo porque estaba muy coagulada la sangre. Me pusieron un anticoagulante, pero eso me derivó en otro problema: un edema pulmonar, porque la sangre se hizo tan finita que se me filtró en los pulmones. Allí me indujeron al coma. Cuando desperté del coma después de tantos días creí hasta que podía volver a jugar al fútbol, pero de a poco comenzaba a caer en la cuenta de lo que me había pasado y que no podía hacer nada. Los primeros días tras el coma no podía ni levantarme al baño, perdí 16 kilos, me dijeron que no iba a poder jugar más al fútbol. Estaba enojado con la vida.

¿Alguna vez pudiste contactarte con la familia del donante para agradecerle?
Solo sé que mi donante tenía 30 años. El proceso es muy confidencial. Para conocer a la familia de tu donante debés enviarle una carta al Incucai, de ahí ellos se contactan con la familia, pero es todo tan cuidado. Depende de si la familia del donante quiere o no hacerlo saber. Algún día tendré la oportunidad de agradecerles por la fortaleza de decir, tras atravesar un gran dolor, ‘quiero que donen el pulmón de mi hermano, de mi padre, de mi esposo’. Estoy tremendamente agradecido porque me salvó la vida. Salvaron a seis personas, incluyéndome.

Todo lo que te pasó hoy te lleva a gritar tu mensaje, a conscientizar sobre la donación...
El mensaje es duro, porque vos no sabés si te va a pasar a vos, a tu hijo, a tu hermano. Nadie está libre. Nunca me imaginé que siendo deportista y con 27 años por cumplir, con una vida ordenada, me iba a pasar esto. Cuando te morís, no necesitás los órganos. No sabemos si hay vida después de la muerte. Pero los órganos no van al cielo, eso tenemos que aprenderlo todos. Estoy haciendo una movida fuerte con otras personas que necesitan un transplante, dando charlas. En Buenos Aires conocí mucha gente transplantada, como Carlos Lirio. La gente debería interiorizarse un poco más para entender y no tener miedo.

Para comprender un poco más; ¿toda persona al fallecer está en condiciones de donar sus órganos?
Por ejemplo: la persona que sufre un accidente de tránsito, choca y se muere, no puede donar sus órganos, porque no llegarían a tiempo. En cambio, en caso de muerte cerebral es diferente. En ese caso, te realizan un estudio para saber qué órganos de tu cuerpo están aptos para donar, no todos los órganos son buenos. En caso de una persona que tomaba mucho alcohol, su hígado y sus riñones no estarán aptos, por ejemplo. Si padece problemas cardíacos, el corazón de esa persona no servirá, pero sí quizás los otros órganos.

¿Sentiste miedo cuando te enteraste que apareció tu donante, tras 5 años de espera?
Lo esperé tanto y fueron sensaciones encontradas. Cuando el médico me lo dijo me largué a llorar. Le di gracias a Dios y le dije que sea lo que él quiera. Luego hablé con mi familia, me despedí de ellos porque no sabía lo que podía pasar. En un transplante hay un porcentaje alto de riesgo de muerte, de que rechaces el órgano. A mi familia le dije que no lo tomen a mal, que no era una despedida. Con lágrimas en los ojos les dije que los amo, que si me pasaba algo, que sepan que la he peleado y que nunca bajé los brazos, que no se enojen con Dios, ni con la vida ni con la Virgen, porque yo estaba destinado a esto. Ahora conocí a un salteño que está esperando un transplante de pulmón y tiene miedo. Lo llamo por teléfono para animarlo. Yo también la pasé, pero no todas las personalidades son iguales.

¿Cambió radicalmente tu vida en la cotidiano? En tu actividad, tus hábitos, en tu manera de pensar...
A mi me dieron la chance de volver a vivir y tengo que cuidar de por vida lo que tengo, el triple que cualquier otra persona. Estoy inmuno deprimido de por vida, tengo todas las defensas bajas y toda mi vida será así. Tengo que evitar estar cerca de personas con cuadro gripal, por eso ando siempre con alcohol en gel y tengo un barbijo a mano. No estoy perseguido con ese tema, pero debo prevenirme. Este año decidí casarme con mi esposa luego de tres años de noviazgo por todo lo que vivimos juntos, para rubricar todo lo que pasamos y el amor que nos sentimos. Ahora mis objetivos son otros y viviré hasta donde tenga que vivir y quiero hacerlo de la mejor manera. Quiero tener hijos, verlos crecer, llevar a mi hijo a la cancha, a entrenar. Antes del transplante no podía comer cosas con grasas. Ahora, de vez en cuando como un asado, tomo gaseosa, como de todo. Lo voy a disfrutar hasta donde me toque. Hablo con gente transplantada que está bajoneada y les digo: ‘no sé cómo podés estar mal si te dieron algo para que lo uses, dedicate a vivir’. Todos tenemos problemas en la vida a distintos niveles, pero no por eso tenés que bajonearte. Yo todas las mañanas me levanto, me miro al espejo y doy gracias a Dios por estar vivo y digo ‘este va a ser un día espectacular’. Yo la encaro así, con una sonrisa. Ya no me hago problemas por lo cotidiano.

Tu fortaleza es admirable por donde se la mire. ¿En algún momento pensaste en flaquear, con todo lo que pasó?
Cuando estuve en el hospital después del infarto estaba muy deprimido, pensé: ‘¿cómo no me dediqué a la joda’. Y el médico me dijo: ‘si vos te hubieses dedicado a la joda no lo ibas a aguantar. Dios te preparó para que llegues a este momento de la mejor manera’. Mi vida de deportista me salvó la vida. Y lo entendí. Hoy estoy lleno de proyectos, de ilusiones y a veces no me alcanza el tiempo para concretar todos mis objetivos, pero hay muchas ganas y eso es fundamental.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla
Carlos Russo es un ejemplo por donde se lo mire, un canto a la lucha y al amor hacia la vida. Vistió las camisetas de los tres clubes grandes de Salta. Entre 2009 y 2010 sufrió dos infartos que lo dejaron entre la vida y la muerte a causa de un gen que mutó en su organismo a nivel medular, lo que le produjo una trombosis que tapó una arteria de su corazón y le ocasionó un edema pulmonar. Tras cinco años en lista de espera en el Inucuai, fue sometido en mayo de 2014 a un doble transplante de pulmón y corazón, con lo que volvió a vivir. Ayer se realizó un control exitoso en la Fundación Favaloro. Carlitos contó en diálogo con Alentandooo cómo ganó el partido de su vida. Agradece a quienes lo salvaron y lo contuvieron en los momento más duros. Y conscientiza sobre la donación de órganos. Un grande de verdad.

Carlitos, volviste a vivir. Contale al mundo tu experiencia...
Antes que nada, quiero que la gente sepa que al donar órganos, salvás vidas. En mi caso, la persona que donó salvó seis vidas; a mi me donó un corazón y doble pulmón. Estuve cinco años en lista de espera. Desde que se dio mi primer infarto pasaron seis meses. En enero de 2010 me agarró el segundo, de ahí me enviaron a la Fundación Favaloro. Los médicos me comenzaron a hablar de un transplante. En un principio iba a ser solo de corazón, pero como lo tenía a un 30 por ciento, eso comenzó a atrofiar otros órganos. Lo primero que se atrofió fueron los pulmones. El 18 de mayo de 2014, justo el día que River salía campeón, entraron los médicos y me dijeron que encontraron un donante. Fue un milagro, volver a nacer. La cabeza me dio otro giro, comencé a valorar cosas que antes no tenía en cuenta. Comencé a conscientizar a la gente. Uno se hace problemas por cosas tan tontas. Pero te tiene que pasar algo para que te des cuenta. Hoy ya estoy trabajando, soy prosecretario en el colegio secundario Néstor Palacios de Santa Lucía y eso me da mucha felicidad.

¿En qué momento sentiste la primera alarma en tu salud?
Yo estaba bien. El problema no fue cardíaco ni pulmonar. Me hicieron estudios genéticos para saber qué me pasó, porque al principio me dijeron que era un infarto y después que era un problema plaquetario en sangre. Y en el Favaloro me explicaron que a nivel medular se me mutó un gen que me elevó las plaquetas en sangre y me produjo una trombosis. La cantidad normal de plaquetas era 450 mil y yo tenía un millón y medio. Tenía la sangre tan espesa que me provocó los coágulos que me taparon una arteria del corazón, lo que me produjo el infarto, el primero, en julio de 2009. Seis meses después, estuve dos meses en el San Bernardo en terapia intensiva hasta que me dieron el alta. Estuve 16 días en coma. Me quisieron poner un stent para dilatar la arteria y no se pudo porque estaba muy coagulada la sangre. Me pusieron un anticoagulante, pero eso me derivó en otro problema: un edema pulmonar, porque la sangre se hizo tan finita que se me filtró en los pulmones. Allí me indujeron al coma. Cuando desperté del coma después de tantos días creí hasta que podía volver a jugar al fútbol, pero de a poco comenzaba a caer en la cuenta de lo que me había pasado y que no podía hacer nada. Los primeros días tras el coma no podía ni levantarme al baño, perdí 16 kilos, me dijeron que no iba a poder jugar más al fútbol. Estaba enojado con la vida.

¿Alguna vez pudiste contactarte con la familia del donante para agradecerle?
Solo sé que mi donante tenía 30 años. El proceso es muy confidencial. Para conocer a la familia de tu donante debés enviarle una carta al Incucai, de ahí ellos se contactan con la familia, pero es todo tan cuidado. Depende de si la familia del donante quiere o no hacerlo saber. Algún día tendré la oportunidad de agradecerles por la fortaleza de decir, tras atravesar un gran dolor, ‘quiero que donen el pulmón de mi hermano, de mi padre, de mi esposo’. Estoy tremendamente agradecido porque me salvó la vida. Salvaron a seis personas, incluyéndome.

Todo lo que te pasó hoy te lleva a gritar tu mensaje, a conscientizar sobre la donación...
El mensaje es duro, porque vos no sabés si te va a pasar a vos, a tu hijo, a tu hermano. Nadie está libre. Nunca me imaginé que siendo deportista y con 27 años por cumplir, con una vida ordenada, me iba a pasar esto. Cuando te morís, no necesitás los órganos. No sabemos si hay vida después de la muerte. Pero los órganos no van al cielo, eso tenemos que aprenderlo todos. Estoy haciendo una movida fuerte con otras personas que necesitan un transplante, dando charlas. En Buenos Aires conocí mucha gente transplantada, como Carlos Lirio. La gente debería interiorizarse un poco más para entender y no tener miedo.

Para comprender un poco más; ¿toda persona al fallecer está en condiciones de donar sus órganos?
Por ejemplo: la persona que sufre un accidente de tránsito, choca y se muere, no puede donar sus órganos, porque no llegarían a tiempo. En cambio, en caso de muerte cerebral es diferente. En ese caso, te realizan un estudio para saber qué órganos de tu cuerpo están aptos para donar, no todos los órganos son buenos. En caso de una persona que tomaba mucho alcohol, su hígado y sus riñones no estarán aptos, por ejemplo. Si padece problemas cardíacos, el corazón de esa persona no servirá, pero sí quizás los otros órganos.

¿Sentiste miedo cuando te enteraste que apareció tu donante, tras 5 años de espera?
Lo esperé tanto y fueron sensaciones encontradas. Cuando el médico me lo dijo me largué a llorar. Le di gracias a Dios y le dije que sea lo que él quiera. Luego hablé con mi familia, me despedí de ellos porque no sabía lo que podía pasar. En un transplante hay un porcentaje alto de riesgo de muerte, de que rechaces el órgano. A mi familia le dije que no lo tomen a mal, que no era una despedida. Con lágrimas en los ojos les dije que los amo, que si me pasaba algo, que sepan que la he peleado y que nunca bajé los brazos, que no se enojen con Dios, ni con la vida ni con la Virgen, porque yo estaba destinado a esto. Ahora conocí a un salteño que está esperando un transplante de pulmón y tiene miedo. Lo llamo por teléfono para animarlo. Yo también la pasé, pero no todas las personalidades son iguales.

¿Cambió radicalmente tu vida en la cotidiano? En tu actividad, tus hábitos, en tu manera de pensar...
A mi me dieron la chance de volver a vivir y tengo que cuidar de por vida lo que tengo, el triple que cualquier otra persona. Estoy inmuno deprimido de por vida, tengo todas las defensas bajas y toda mi vida será así. Tengo que evitar estar cerca de personas con cuadro gripal, por eso ando siempre con alcohol en gel y tengo un barbijo a mano. No estoy perseguido con ese tema, pero debo prevenirme. Este año decidí casarme con mi esposa luego de tres años de noviazgo por todo lo que vivimos juntos, para rubricar todo lo que pasamos y el amor que nos sentimos. Ahora mis objetivos son otros y viviré hasta donde tenga que vivir y quiero hacerlo de la mejor manera. Quiero tener hijos, verlos crecer, llevar a mi hijo a la cancha, a entrenar. Antes del transplante no podía comer cosas con grasas. Ahora, de vez en cuando como un asado, tomo gaseosa, como de todo. Lo voy a disfrutar hasta donde me toque. Hablo con gente transplantada que está bajoneada y les digo: ‘no sé cómo podés estar mal si te dieron algo para que lo uses, dedicate a vivir’. Todos tenemos problemas en la vida a distintos niveles, pero no por eso tenés que bajonearte. Yo todas las mañanas me levanto, me miro al espejo y doy gracias a Dios por estar vivo y digo ‘este va a ser un día espectacular’. Yo la encaro así, con una sonrisa. Ya no me hago problemas por lo cotidiano.

Tu fortaleza es admirable por donde se la mire. ¿En algún momento pensaste en flaquear, con todo lo que pasó?
Cuando estuve en el hospital después del infarto estaba muy deprimido, pensé: ‘¿cómo no me dediqué a la joda’. Y el médico me dijo: ‘si vos te hubieses dedicado a la joda no lo ibas a aguantar. Dios te preparó para que llegues a este momento de la mejor manera’. Mi vida de deportista me salvó la vida. Y lo entendí. Hoy estoy lleno de proyectos, de ilusiones y a veces no me alcanza el tiempo para concretar todos mis objetivos, pero hay muchas ganas y eso es fundamental.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD