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Valdecantos: Hoy, los rankings pueden ser muy mentirosos

Miércoles, 01 de abril de 2015 23:00
Nacho Valdecantos contó su historia ligada al tenis en Alentandooo. Foto: Walter Echazu.
Pocos han sido los salteños que han logrado instalarse en el ranking profesional ATP, ya que para lograr un punto y aparecer más allá del puesto 1.000 es necesario realizar sacrificios poco conocidos. Ignacio "Nacho" Valdecantos fue uno de ellos; el 1 de octubre de 2001 llegó al puesto 1009 del escalafón mundial siendo su mejor resultado como jugador.

¿Por qué decidiste inclinarte hacia el tenis?
Cuando tenía cinco años mi papá me dio a elegir un deporte para practicar y yo sin pensarlo ni dudarlo elegí el tenis. Hasta el día de hoy no sé por qué elegí tenis. Comencé con un profesor en Gimnasia y Tiro; me la pasaba en la cancha casi todo el día. Mi papá me hacia jugar y, además, tomaba media hora de clase entre 1981 y 1982. Desde ese día hasta el día de hoy siempre estuve ligado al tenis como jugador y ahora como entrenador.

Eso demuestra la pasión que tenés por el tenis...
En aquel entonces no era como ahora que se ven muchos partidos por televisión todos los días. En aquellos años recién se estaba popularizando el tenis después de las grandes actuaciones de Guillermo Vilas. No era el tenis que se ve hoy; en la actualidad, los chicos tienen esta disciplina como una opción más entre muchas. Jugar al tenis fue una decisión cien por ciento mía.

¿Cuándo tu carrera dio el gran salto a nivel nacional?
El hecho de estar bien posicionado a nivel zonal me permitía jugar los nacionales. En mi primer Campeonato Nacional no conocía a nadie. Fue en el Andino Tennis Club de Mendoza. El primer set lo gané y ganaba el segundo, pero lo perdí y pierdo el tercer set; cuando salgo de ese partido mucha gente se me acercó y me felicitaba, yo no entendía por qué lo hacían si había perdido. Después me dijeron que mi rival era el número 1 de Buenos Aires y el mejor del país. Matías Villa se llamaba el chico. Luego volví a perder y recién pude ganarle cuando estabamos ya en la categoría de 14 años. Hasta ese momento, yo no podía pasar las primeras rondas y el día que por fin puede ganarle accedí a instancia de semifinales de un Nacional. Ese pienso que fue mi gran salto. A todos los jugadores que tenían mejor ranking que yo los respetaba, pero cuando le gané a uno comencé a perderle el respeto a los demás.

¿Cómo siguió tu carrera?
Después de esos triunfos en los nacionales me contrata una academia de tenis de Alemania y hacia allí me fui a jugar. Disputé varios torneos y en varios de ellos me tocó jugar frente al sueco Magnus Norman, que llegó a ser número 2 del mundo. Más tarde se disolvió esa academia y vuelvo al país para jugar los nacionales, en los que pude ganarle a Guillermo Cañas y Agustín Calleri. Pretendía completar una gira por Argentina, Bolivia y Chile que me podía dar los primeros puntos ATP, pero antes de llegar a Chile me quedé sin dinero. Tuve que volver a Salta y ahí se planteó la duda de seguir o no. En ese momento tomé la decisión de dejar de jugar. En 1999 me voy a Bolivia a trabajar como profesor. Además de dictar clases, jugaba los torneos Future y a través de los buenos resultados consigo mis primeros puntos del ranking ATP.

¿Qué te llevó a tomar la decisión de dejar de jugar?
En Bolivia conocí a un par de hermanos de Bélgica. Me pidieron que los entrené y me dedique a la enseñanza privada. Nos instalamos en Salta, pero en el verano europeo nos íbamos hacía allá. Viajábamos constantemente. En ese entonces, yo ya tenía mi hija mayor de tres años y ella veía que su padre desaparecía; un mes estaba con ella y tres meses estaba afuera. También fue el momento en que estaba por nacer mi segunda hija. Ahí es cuando yo tomo como prioridad mi familia y dejo de jugar. Hasta el día de hoy mi hija mayor odia el tenis, no hay forma de hacerla jugar. Sufrió mucho con mi ausencia.

¿Qué ves a favor y en contra del proceso actual de crecimiento de un jugador con respecto al que te tocó vivir a vos?
Como favorable veo que hay una continuidad entre las etapas de junior y profesional. Antes, cuando eras junior viajabas acompañado y la Asociación te inscribía en los torneos; pero cuando llegabas a ser profesional tenías que viajar solo, nadie te conocía y te inscribías solo. Hoy los juniors viajan solos y lo mismo sucede cuando sos profesional. En contra veo que los rankings son muy mentirosos. Por ejemplo, un chico de Buenos Aires puede ir a jugar a Jujuy porque piensa que el nivel de juego será accesible. Así va sumando torneos y llegan a estar en los primeros puestos, mientras que otros que tienen la técnica pero no el dinero terminan bastante alejados del primer lugar.

A tu criterio, ¿qué le falta al tenis de Salta?
Falta un chico que dé el gran batacazo. Los chicos dejan de jugar muy pronto; para mí es muy importante que sigan adelante. Salta tiene ahora una camada de muy buenos jugadores compuesta por Juan Jalif, el chico Rengel, Maxi Arce y Alejandro Orihuela, pero después de ellos veo que hay un vacío en las categoría inferiores.

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Pocos han sido los salteños que han logrado instalarse en el ranking profesional ATP, ya que para lograr un punto y aparecer más allá del puesto 1.000 es necesario realizar sacrificios poco conocidos. Ignacio "Nacho" Valdecantos fue uno de ellos; el 1 de octubre de 2001 llegó al puesto 1009 del escalafón mundial siendo su mejor resultado como jugador.

¿Por qué decidiste inclinarte hacia el tenis?
Cuando tenía cinco años mi papá me dio a elegir un deporte para practicar y yo sin pensarlo ni dudarlo elegí el tenis. Hasta el día de hoy no sé por qué elegí tenis. Comencé con un profesor en Gimnasia y Tiro; me la pasaba en la cancha casi todo el día. Mi papá me hacia jugar y, además, tomaba media hora de clase entre 1981 y 1982. Desde ese día hasta el día de hoy siempre estuve ligado al tenis como jugador y ahora como entrenador.

Eso demuestra la pasión que tenés por el tenis...
En aquel entonces no era como ahora que se ven muchos partidos por televisión todos los días. En aquellos años recién se estaba popularizando el tenis después de las grandes actuaciones de Guillermo Vilas. No era el tenis que se ve hoy; en la actualidad, los chicos tienen esta disciplina como una opción más entre muchas. Jugar al tenis fue una decisión cien por ciento mía.

¿Cuándo tu carrera dio el gran salto a nivel nacional?
El hecho de estar bien posicionado a nivel zonal me permitía jugar los nacionales. En mi primer Campeonato Nacional no conocía a nadie. Fue en el Andino Tennis Club de Mendoza. El primer set lo gané y ganaba el segundo, pero lo perdí y pierdo el tercer set; cuando salgo de ese partido mucha gente se me acercó y me felicitaba, yo no entendía por qué lo hacían si había perdido. Después me dijeron que mi rival era el número 1 de Buenos Aires y el mejor del país. Matías Villa se llamaba el chico. Luego volví a perder y recién pude ganarle cuando estabamos ya en la categoría de 14 años. Hasta ese momento, yo no podía pasar las primeras rondas y el día que por fin puede ganarle accedí a instancia de semifinales de un Nacional. Ese pienso que fue mi gran salto. A todos los jugadores que tenían mejor ranking que yo los respetaba, pero cuando le gané a uno comencé a perderle el respeto a los demás.

¿Cómo siguió tu carrera?
Después de esos triunfos en los nacionales me contrata una academia de tenis de Alemania y hacia allí me fui a jugar. Disputé varios torneos y en varios de ellos me tocó jugar frente al sueco Magnus Norman, que llegó a ser número 2 del mundo. Más tarde se disolvió esa academia y vuelvo al país para jugar los nacionales, en los que pude ganarle a Guillermo Cañas y Agustín Calleri. Pretendía completar una gira por Argentina, Bolivia y Chile que me podía dar los primeros puntos ATP, pero antes de llegar a Chile me quedé sin dinero. Tuve que volver a Salta y ahí se planteó la duda de seguir o no. En ese momento tomé la decisión de dejar de jugar. En 1999 me voy a Bolivia a trabajar como profesor. Además de dictar clases, jugaba los torneos Future y a través de los buenos resultados consigo mis primeros puntos del ranking ATP.

¿Qué te llevó a tomar la decisión de dejar de jugar?
En Bolivia conocí a un par de hermanos de Bélgica. Me pidieron que los entrené y me dedique a la enseñanza privada. Nos instalamos en Salta, pero en el verano europeo nos íbamos hacía allá. Viajábamos constantemente. En ese entonces, yo ya tenía mi hija mayor de tres años y ella veía que su padre desaparecía; un mes estaba con ella y tres meses estaba afuera. También fue el momento en que estaba por nacer mi segunda hija. Ahí es cuando yo tomo como prioridad mi familia y dejo de jugar. Hasta el día de hoy mi hija mayor odia el tenis, no hay forma de hacerla jugar. Sufrió mucho con mi ausencia.

¿Qué ves a favor y en contra del proceso actual de crecimiento de un jugador con respecto al que te tocó vivir a vos?
Como favorable veo que hay una continuidad entre las etapas de junior y profesional. Antes, cuando eras junior viajabas acompañado y la Asociación te inscribía en los torneos; pero cuando llegabas a ser profesional tenías que viajar solo, nadie te conocía y te inscribías solo. Hoy los juniors viajan solos y lo mismo sucede cuando sos profesional. En contra veo que los rankings son muy mentirosos. Por ejemplo, un chico de Buenos Aires puede ir a jugar a Jujuy porque piensa que el nivel de juego será accesible. Así va sumando torneos y llegan a estar en los primeros puestos, mientras que otros que tienen la técnica pero no el dinero terminan bastante alejados del primer lugar.

A tu criterio, ¿qué le falta al tenis de Salta?
Falta un chico que dé el gran batacazo. Los chicos dejan de jugar muy pronto; para mí es muy importante que sigan adelante. Salta tiene ahora una camada de muy buenos jugadores compuesta por Juan Jalif, el chico Rengel, Maxi Arce y Alejandro Orihuela, pero después de ellos veo que hay un vacío en las categoría inferiores.

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