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Marcos Ramirez: "Es muy difícil saber cómo impactará el descubrimiento de las ondas gravitacionales"

Domingo, 28 de febrero de 2016 01:30
El salteño Marcos Ramírez asegura que desde chico se interesó por la astronomía y que siempre le gustó la matemática. La curiosidad lo llevó a cursar materias en la Universidad Nacional de Salta (UNSa) mientras estaba en el secundario.
La vocación de Marcos estaba definida desde antes de empezar la etapa de la facultad. Ahora es licenciado en física y también doctor en relatividad general. Se desempeña como becario posdoctoral del Conicet en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba, lugar en el que reside pero que pronto dejará. En unos meses volverá a su tierra natal para iniciar nuevos trabajos porque fue designado investigador asistente del Conicet en la UNSa.
Tras la comprobación de la existencia de las ondas gravitacionales, aquellas que Albert Einstein predijo hace 100 años, los físicos están más que entusiasmados. "Esto nos permite observar eventos muy violentos del cosmos que se dan en cuestión de segundos o minutos a los que antes no teníamos acceso, como la colisión y fusión entre dos agujeros negros. Esto es precisamente lo que se observó", dijo el investigador.

¿Qué son las ondas gravitacionales? ¿Cómo las describirías?
Según la relatividad general de Einstein, el espacio y el tiempo son dos aspectos de una misma entidad, a la que llamamos espacio-tiempo, que es el conjunto de todos los lugares y todos los momentos donde las cosas sucedieron, suceden y sucederán.
Las ondas gravitacionales son perturbaciones de la geometría de este espacio-tiempo que se propagan de un lugar a otro a la velocidad de la luz. Si el espacio-tiempo fuera la superficie de un estanque, estas ondulaciones serían como pequeñas olas viajando por esta superficie; son algo así como pequeñas arrugas viajantes de la estructura misma del espacio.
Si estuviéramos observando un objeto atravesado por una de estas ondas, y si fuera esta lo suficientemente intensa, observaríamos que el mismo se deforma de manera oscilante: se estiraría en una dirección y luego en otra perpendicular a la primera, sucesivamente, mientras la onda pase. Podríamos pensarlas también como pequeñas vibraciones provenientes del cosmos que afectan a todo lo que atraviesan, algo así como música de los astros.

¿Transportan energía?
Como cualquier onda, transporta energía a través del espacio. En principio las mismas se generan todo el tiempo.
Casi cualquier objeto masivo en movimiento las generaría, nuestros cuerpos incluidos, pero en general la energía que transportan es tan pequeña que su efecto resulta absolutamente despreciable. Son un factor importante únicamente en ciertos eventos astronómicos que involucran la formación de una colisión entre objetos muy masivos, mucho más masivos que nuestro sol, o en los primeros estadios del universo.

Con la detección de este tipo de ondas se dice que se abre una nueva era en la cosmología, ¿por qué?
Más que la inauguración de una nueva era en la cosmología, lo que es posible pero no seguro es que se trata de la inauguración de toda una nueva rama de la astronomía: la astronomía de ondas gravitacionales.
Casi todo lo que sabemos del universo, hasta el momento, proviene de la luz que nos llega; luz en el sentido amplio. Lo que perciben nuestros ojos es solo una pequeña porción del así llamado espectro electromagnético que incluye a los rayos X, ultravioleta, infrarrojos y ondas de radio. Los detectores de radiación gravitatoria son nuevos ojos para la observación del cosmos, lo que podría cambiar de manera fundamental nuestra concepción del universo. Observando estas ondas podremos conocer detalles de los agujeros negros y estrellas de neutrones, objetos aún bastante misteriosos. Nos permite observar eventos muy violentos del cosmos que se dan en cuestión de segundos o minutos, a los que antes no teníamos acceso, como la colisión y fusión entre dos agujeros negros.

¿Por qué se construyó LIGO, el edificio para detectarlas? Este descubrimiento, ¿impactará en nuestra vida cotidiana?
LIGO (por las siglas en inglés de Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales) es un par de interferómetros gigantes ubicados a 3.000 kilómetros de distancia entre sí, en puntos opuestos de los Estados Unidos. Cada uno de estos interferómetros es un arreglo de espejos en forma de L, con brazos de 4 kilómetros de extensión, dentro de ductos donde se mantiene un vacío casi perfecto, por donde pasan haces de luz láser. El instrumento es sensible a pequeñísimos cambios en las distancias entre los espejos, detecta incluso desplazamientos menores al tamaño de un núcleo atómico. Resultó necesaria la construcción de algo así de sofisticado para poder detectar estas ondas, ya que, incluso en los eventos más intensos, el efecto que tendrían en la tierra es increíblemente pequeño. Es que estos eventos suelen ocurrir a cientos o miles de millones de años luz de distancia.
Desde lo científico, la predicción de la existencia de ondas gravitacionales siempre fue una de las grandes cuentas pendientes en la comprobación observacional de la relatividad general. Para los que nos dedicamos a esta rama de la física nos parece fundamental hacerlo porque nos da confianza en nuestro entendimiento del universo y nos permite explorar objetos y fenómenos que antes nos eran invisibles. Es sabido que para que los gobiernos financien experimentos de esta envergadura, el conocimiento puro nunca es razón suficiente. En este, como en otros donde se invierten cientos de millones de dólares, la inversión es más que nada en desarrollo tecnológico. Se trata de construir un dispositivo único, innovador, lo que implica desafíos ingenieriles. Es la resolución de estos desafíos lo que puede traer un beneficio para la comunidad. Es muy difícil saber cómo impactarán estos desarrollos en la vida cotidiana, tal vez pasen décadas hasta que lo sepamos.

La doctora Gabriela González es argentina y fue la vocera de este descubrimiento, pero en el proyecto participaron cientos de científicos. ¿Cuál fue la colaboración de Argentina en el proyecto LIGO?
Gabriela González es egresada de la Facultad donde trabajo actualmente, la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba. Aquí existe un grupo de investigación que se dedica al estudio de la teoría de la relatividad y que tiene vinculaciones estrechas con otros grupos que intervinieron directamente en el desarrollo de LIGO, en particular el de Lousiana State University (donde trabaja Gabriela González) y el de University of Texas at Brownsville (donde trabaja Mario Díaz, egresado de la FaMAF). Si bien ninguna institución académica argentina participó en la construcción y puesta en funcionamiento de LIGO, hay varios investigadores en el país que contribuyeron al modelado de los procesos astrofísicos que generarían estas ondas, lo que es fundamental para el análisis de datos.

Con la designación del Conicet en la Universidad Nacional de Salta, ¿qué tipo de investigaciones encarará aquí?
En septiembre del año pasado salió la resolución que me designa como investigador asistente de Conicet, es decir, en el primer escalafón como científico de planta. El plan de trabajo propuesto tiene que ver con teorías que involucran muchas dimensiones, más específicamente con el estudio de consecuencias potencialmente observables a escala cosmológica de la existencia de dimensiones extra. Es investigación puramente teórica, y si bien se encuentra dentro del marco de la relatividad de Einstein, en mi propuesta de trabajo pretendo estudiar también otras teorías aún más generales. Todavía la designación no se hizo efectiva. Es posible que en abril salga, pero no es seguro. En la comunidad hay rumores de que, con el cambio de gobierno, las designaciones van a demorar más de lo habitual.

¿Qué fue lo que captó su interés por la física en el taller que dicta el profesor Daniel Córdoba?
Desde chico me interesó la astronomía y siempre me gustó la matemática. La curiosidad me llevó a cursar materias en la universidad. Creo que mi vocación ya estaba definida desde antes de empezar el secundario. Descubrí que lo que más me interesaba de la astronomía era en realidad la física, los principios fundamentales que nos ayudan a entender el universo. Y en el taller de Daniel aprendí, sobre todo, a resolver problemas, además de profundizar muchos conceptos.

En la Puna salteña

En la Puna salteña existe, en las cercanías de Tolar Grande, el telescopio robótico Toros, recientemente construido e implementado por el IATE (Instituto de Astronomía Teórica y Experimental, dependiente del Conicet y de la UNC) y por la University of Texas at Brownsville.
Se trata de un lugar con excelentes condiciones de observación en el cerro Macón.
Este telescopio forma parte de una red de equipos que ayudan a detectar la "contraparte visible" de los eventos de emisión de radiación gravitatoria. Es decir, son telescopios en distintas partes del mundo en permanente comunicación con los receptores de LIGO que apuntan hacia una determinada región del cielo, bien haya aviso de una detección de ondas gravitatorias. Lo que se observe en esa región del cielo en ese momento puede dar información muy importante acerca del evento acontecido. Esto es otra forma de colaboración local.

Sobre Marcos Ramírez

Su especialidad es la relatividad general. Completó su doctorado en el área en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba en 2012. Trabajó en la estabilidad de soluciones exactas de las ecuaciones de Einstein, que tienen que ver con su adecuación a distintos sistemas astrofísicos y cosmológicos. "Es un trabajo muy técnico, que roza la física-matemática. Dos de mis trabajos tienen que ver con ondas gravitatorias", explicó el científico.
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El salteño Marcos Ramírez asegura que desde chico se interesó por la astronomía y que siempre le gustó la matemática. La curiosidad lo llevó a cursar materias en la Universidad Nacional de Salta (UNSa) mientras estaba en el secundario.
La vocación de Marcos estaba definida desde antes de empezar la etapa de la facultad. Ahora es licenciado en física y también doctor en relatividad general. Se desempeña como becario posdoctoral del Conicet en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba, lugar en el que reside pero que pronto dejará. En unos meses volverá a su tierra natal para iniciar nuevos trabajos porque fue designado investigador asistente del Conicet en la UNSa.
Tras la comprobación de la existencia de las ondas gravitacionales, aquellas que Albert Einstein predijo hace 100 años, los físicos están más que entusiasmados. "Esto nos permite observar eventos muy violentos del cosmos que se dan en cuestión de segundos o minutos a los que antes no teníamos acceso, como la colisión y fusión entre dos agujeros negros. Esto es precisamente lo que se observó", dijo el investigador.

¿Qué son las ondas gravitacionales? ¿Cómo las describirías?
Según la relatividad general de Einstein, el espacio y el tiempo son dos aspectos de una misma entidad, a la que llamamos espacio-tiempo, que es el conjunto de todos los lugares y todos los momentos donde las cosas sucedieron, suceden y sucederán.
Las ondas gravitacionales son perturbaciones de la geometría de este espacio-tiempo que se propagan de un lugar a otro a la velocidad de la luz. Si el espacio-tiempo fuera la superficie de un estanque, estas ondulaciones serían como pequeñas olas viajando por esta superficie; son algo así como pequeñas arrugas viajantes de la estructura misma del espacio.
Si estuviéramos observando un objeto atravesado por una de estas ondas, y si fuera esta lo suficientemente intensa, observaríamos que el mismo se deforma de manera oscilante: se estiraría en una dirección y luego en otra perpendicular a la primera, sucesivamente, mientras la onda pase. Podríamos pensarlas también como pequeñas vibraciones provenientes del cosmos que afectan a todo lo que atraviesan, algo así como música de los astros.

¿Transportan energía?
Como cualquier onda, transporta energía a través del espacio. En principio las mismas se generan todo el tiempo.
Casi cualquier objeto masivo en movimiento las generaría, nuestros cuerpos incluidos, pero en general la energía que transportan es tan pequeña que su efecto resulta absolutamente despreciable. Son un factor importante únicamente en ciertos eventos astronómicos que involucran la formación de una colisión entre objetos muy masivos, mucho más masivos que nuestro sol, o en los primeros estadios del universo.

Con la detección de este tipo de ondas se dice que se abre una nueva era en la cosmología, ¿por qué?
Más que la inauguración de una nueva era en la cosmología, lo que es posible pero no seguro es que se trata de la inauguración de toda una nueva rama de la astronomía: la astronomía de ondas gravitacionales.
Casi todo lo que sabemos del universo, hasta el momento, proviene de la luz que nos llega; luz en el sentido amplio. Lo que perciben nuestros ojos es solo una pequeña porción del así llamado espectro electromagnético que incluye a los rayos X, ultravioleta, infrarrojos y ondas de radio. Los detectores de radiación gravitatoria son nuevos ojos para la observación del cosmos, lo que podría cambiar de manera fundamental nuestra concepción del universo. Observando estas ondas podremos conocer detalles de los agujeros negros y estrellas de neutrones, objetos aún bastante misteriosos. Nos permite observar eventos muy violentos del cosmos que se dan en cuestión de segundos o minutos, a los que antes no teníamos acceso, como la colisión y fusión entre dos agujeros negros.

¿Por qué se construyó LIGO, el edificio para detectarlas? Este descubrimiento, ¿impactará en nuestra vida cotidiana?
LIGO (por las siglas en inglés de Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales) es un par de interferómetros gigantes ubicados a 3.000 kilómetros de distancia entre sí, en puntos opuestos de los Estados Unidos. Cada uno de estos interferómetros es un arreglo de espejos en forma de L, con brazos de 4 kilómetros de extensión, dentro de ductos donde se mantiene un vacío casi perfecto, por donde pasan haces de luz láser. El instrumento es sensible a pequeñísimos cambios en las distancias entre los espejos, detecta incluso desplazamientos menores al tamaño de un núcleo atómico. Resultó necesaria la construcción de algo así de sofisticado para poder detectar estas ondas, ya que, incluso en los eventos más intensos, el efecto que tendrían en la tierra es increíblemente pequeño. Es que estos eventos suelen ocurrir a cientos o miles de millones de años luz de distancia.
Desde lo científico, la predicción de la existencia de ondas gravitacionales siempre fue una de las grandes cuentas pendientes en la comprobación observacional de la relatividad general. Para los que nos dedicamos a esta rama de la física nos parece fundamental hacerlo porque nos da confianza en nuestro entendimiento del universo y nos permite explorar objetos y fenómenos que antes nos eran invisibles. Es sabido que para que los gobiernos financien experimentos de esta envergadura, el conocimiento puro nunca es razón suficiente. En este, como en otros donde se invierten cientos de millones de dólares, la inversión es más que nada en desarrollo tecnológico. Se trata de construir un dispositivo único, innovador, lo que implica desafíos ingenieriles. Es la resolución de estos desafíos lo que puede traer un beneficio para la comunidad. Es muy difícil saber cómo impactarán estos desarrollos en la vida cotidiana, tal vez pasen décadas hasta que lo sepamos.

La doctora Gabriela González es argentina y fue la vocera de este descubrimiento, pero en el proyecto participaron cientos de científicos. ¿Cuál fue la colaboración de Argentina en el proyecto LIGO?
Gabriela González es egresada de la Facultad donde trabajo actualmente, la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba. Aquí existe un grupo de investigación que se dedica al estudio de la teoría de la relatividad y que tiene vinculaciones estrechas con otros grupos que intervinieron directamente en el desarrollo de LIGO, en particular el de Lousiana State University (donde trabaja Gabriela González) y el de University of Texas at Brownsville (donde trabaja Mario Díaz, egresado de la FaMAF). Si bien ninguna institución académica argentina participó en la construcción y puesta en funcionamiento de LIGO, hay varios investigadores en el país que contribuyeron al modelado de los procesos astrofísicos que generarían estas ondas, lo que es fundamental para el análisis de datos.

Con la designación del Conicet en la Universidad Nacional de Salta, ¿qué tipo de investigaciones encarará aquí?
En septiembre del año pasado salió la resolución que me designa como investigador asistente de Conicet, es decir, en el primer escalafón como científico de planta. El plan de trabajo propuesto tiene que ver con teorías que involucran muchas dimensiones, más específicamente con el estudio de consecuencias potencialmente observables a escala cosmológica de la existencia de dimensiones extra. Es investigación puramente teórica, y si bien se encuentra dentro del marco de la relatividad de Einstein, en mi propuesta de trabajo pretendo estudiar también otras teorías aún más generales. Todavía la designación no se hizo efectiva. Es posible que en abril salga, pero no es seguro. En la comunidad hay rumores de que, con el cambio de gobierno, las designaciones van a demorar más de lo habitual.

¿Qué fue lo que captó su interés por la física en el taller que dicta el profesor Daniel Córdoba?
Desde chico me interesó la astronomía y siempre me gustó la matemática. La curiosidad me llevó a cursar materias en la universidad. Creo que mi vocación ya estaba definida desde antes de empezar el secundario. Descubrí que lo que más me interesaba de la astronomía era en realidad la física, los principios fundamentales que nos ayudan a entender el universo. Y en el taller de Daniel aprendí, sobre todo, a resolver problemas, además de profundizar muchos conceptos.

En la Puna salteña

En la Puna salteña existe, en las cercanías de Tolar Grande, el telescopio robótico Toros, recientemente construido e implementado por el IATE (Instituto de Astronomía Teórica y Experimental, dependiente del Conicet y de la UNC) y por la University of Texas at Brownsville.
Se trata de un lugar con excelentes condiciones de observación en el cerro Macón.
Este telescopio forma parte de una red de equipos que ayudan a detectar la "contraparte visible" de los eventos de emisión de radiación gravitatoria. Es decir, son telescopios en distintas partes del mundo en permanente comunicación con los receptores de LIGO que apuntan hacia una determinada región del cielo, bien haya aviso de una detección de ondas gravitatorias. Lo que se observe en esa región del cielo en ese momento puede dar información muy importante acerca del evento acontecido. Esto es otra forma de colaboración local.

Sobre Marcos Ramírez

Su especialidad es la relatividad general. Completó su doctorado en el área en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) de la Universidad Nacional de Córdoba en 2012. Trabajó en la estabilidad de soluciones exactas de las ecuaciones de Einstein, que tienen que ver con su adecuación a distintos sistemas astrofísicos y cosmológicos. "Es un trabajo muy técnico, que roza la física-matemática. Dos de mis trabajos tienen que ver con ondas gravitatorias", explicó el científico.
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