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El Papa denunció los "delitos en el ámbito doméstico" y los "conflictos armados"

Domingo, 27 de marzo de 2016 07:37
En una soleada mañana de primavera, el Papa Francisco ha anunciado la Resurrección de Jesucristo como elemento de esperanza, asegurando que “ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación”. Poco después del mediodía ha impartido la bendición “Urbi et Orbi”, a “la Ciudad y al Mundo”.
Ha sido una mañana de alegría, con millares de jóvenes que animaban a Francisco durante su recorrido en ½papamóvil”, y agitaban en la plaza banderas de medio mundo. A pesar de los riesgos ya conocidos, acudieron a la cita unas cien mil personas, y Francisco se desplazó para saludar peregrinos hasta la Vía de la Conciliación.
El Santo Padre comenzó celebrando la misa de la mayor fiesta del calendario cristiano en una plaza de San Pedro desbordante de belleza gracias a las 35.000 flores donadas e instaladas por católicos holandeses, a quienes el Papa dio las gracias al final de su mensaje pascual.
En su saludo al mundo, Francisco abordó tanto los conflictos pequeños como los grandes, denunciando que “el mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles”.
Aunque el panorama mundial es duro, con catorce guerras simultáneas absolutamente desastrosas para la población civil y un número sin precedentes de sesenta millones de refugiados, el Papa invitó a mantener la esperanza, considerando que a los sufrimientos de Jesús siguió después la Resurrección.
En sus comentarios sobre la situación del mundo, Francisco se refirió en primer lugar a “la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”, invitando a rezar para que “las conversaciones en curso, con la buena voluntad y la cooperación de todos, permitan recoger frutos de paz”.
Pedido de paz
Imploró también la paz para Irak, Yemen y Libia, y que “la imagen del hombre nuevo, que resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa”.
Pero también en Europa hay un conflicto, potencialmente muy peligroso, y Francisco pidió “que el Señor de la vida acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas”.
Rezo también por “las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil”. En ese cuadro dantesco, el número de víctimas en cada país fuera de Europa es siempre infinitamente mayor.
En su mirada a África, el Papa invitó a rezar y cooperar en lo posible al logro de la paz “en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas y sociales”.
A diferencia de hace una o dos décadas, el continente americano no sufre ninguna guerra, si bien países como México, Honduras y otros pasan por graves problemas de violencia. En el Nuevo Mundo, Francisco tuvo que mencionar solamente a un país, pidiendo “que el mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que trabajen en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.
Como ha hecho a lo largo de toda la Semana Santa, el Papa pidió por “la muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social”, denunciando que “estos hermanos y hermanas nuestros, encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda”.
Cumbre humanitaria
Por eso exhortó a “que la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos”.
Sus últimas palabras fueron para un planeta que también sufre como tal. Citando el Pregón Pascual pidió “que goce también la Tierra”, pues en la actualidad se encuentra “maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta”.
Fue un saludo Urbi et Orbi, a la Ciudad y al Mundo que, además de las personas, terminaba incluyendo también el hermosa planeta que habitamos. Las siete largas ceremonias de estos cuatro días han sido enormemente intensas, tanto por su duración como por los fortísimos mensajes del Papa. Francisco puede descansar ahora, aunque este lunes, que es festivo en Italia, se asomará a mediodía a la ventana del apartamento papal para rezar el “Regina Caeli” con los peregrinos de todo el mundo.


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En una soleada mañana de primavera, el Papa Francisco ha anunciado la Resurrección de Jesucristo como elemento de esperanza, asegurando que “ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación”. Poco después del mediodía ha impartido la bendición “Urbi et Orbi”, a “la Ciudad y al Mundo”.
Ha sido una mañana de alegría, con millares de jóvenes que animaban a Francisco durante su recorrido en ½papamóvil”, y agitaban en la plaza banderas de medio mundo. A pesar de los riesgos ya conocidos, acudieron a la cita unas cien mil personas, y Francisco se desplazó para saludar peregrinos hasta la Vía de la Conciliación.
El Santo Padre comenzó celebrando la misa de la mayor fiesta del calendario cristiano en una plaza de San Pedro desbordante de belleza gracias a las 35.000 flores donadas e instaladas por católicos holandeses, a quienes el Papa dio las gracias al final de su mensaje pascual.
En su saludo al mundo, Francisco abordó tanto los conflictos pequeños como los grandes, denunciando que “el mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles”.
Aunque el panorama mundial es duro, con catorce guerras simultáneas absolutamente desastrosas para la población civil y un número sin precedentes de sesenta millones de refugiados, el Papa invitó a mantener la esperanza, considerando que a los sufrimientos de Jesús siguió después la Resurrección.
En sus comentarios sobre la situación del mundo, Francisco se refirió en primer lugar a “la querida Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”, invitando a rezar para que “las conversaciones en curso, con la buena voluntad y la cooperación de todos, permitan recoger frutos de paz”.
Pedido de paz
Imploró también la paz para Irak, Yemen y Libia, y que “la imagen del hombre nuevo, que resplandece en el rostro de Cristo, fomente la convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa”.
Pero también en Europa hay un conflicto, potencialmente muy peligroso, y Francisco pidió “que el Señor de la vida acompañe los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva de la guerra en Ucrania, inspirando y apoyando también las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas”.
Rezo también por “las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil”. En ese cuadro dantesco, el número de víctimas en cada país fuera de Europa es siempre infinitamente mayor.
En su mirada a África, el Papa invitó a rezar y cooperar en lo posible al logro de la paz “en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas y sociales”.
A diferencia de hace una o dos décadas, el continente americano no sufre ninguna guerra, si bien países como México, Honduras y otros pasan por graves problemas de violencia. En el Nuevo Mundo, Francisco tuvo que mencionar solamente a un país, pidiendo “que el mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que trabajen en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.
Como ha hecho a lo largo de toda la Semana Santa, el Papa pidió por “la muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados —incluyendo muchos niños— que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social”, denunciando que “estos hermanos y hermanas nuestros, encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda”.
Cumbre humanitaria
Por eso exhortó a “que la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos”.
Sus últimas palabras fueron para un planeta que también sufre como tal. Citando el Pregón Pascual pidió “que goce también la Tierra”, pues en la actualidad se encuentra “maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Pienso en particular a las zonas afectadas por los efectos del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta”.
Fue un saludo Urbi et Orbi, a la Ciudad y al Mundo que, además de las personas, terminaba incluyendo también el hermosa planeta que habitamos. Las siete largas ceremonias de estos cuatro días han sido enormemente intensas, tanto por su duración como por los fortísimos mensajes del Papa. Francisco puede descansar ahora, aunque este lunes, que es festivo en Italia, se asomará a mediodía a la ventana del apartamento papal para rezar el “Regina Caeli” con los peregrinos de todo el mundo.


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