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"Correr agranda mi orgullo y me permite ganarme a mí misma"

Miércoles, 11 de mayo de 2016 01:30
Gente corriente. Gente que corre para sentir la vida. Como una apuesta por otro día, como un desafío personal e intransferible. El running se ha vuelto una adicción socialmente aceptada en estos tiempos y ha puesto de acuerdo a ejecutivos estresados; a las amas de casa resignadas a pasarse el día entre placares desacomodados y sartenes al fuego; a los nostálgicos del walkman; a las chicas y los chicos que canalizan energías corriendo como Forrest Gump alrededor de las plazas, en que este deporte tiene un misterioso magnetismo que te pone sobre una pista en zapatillas para huir de todo lo nocivo.
Elisa Sampietro de Forti, Nitín para los amigos, entró en este mundo del running hace 11 años, cuando tenía 72 y ya lleva corridas más de 100 carreras desafiando todos los vaticinios de imposibilidad por cuestiones de salud o de edad. A los 83 años, la atleta acaba de correr el "Raid de los Andes" que abarcó áreas de la puna de Salta y Jujuy. Arremetió contra la falta de oxígeno de la altura, lo escarpado del terreno y ya sobre la meta concluyó que "fue una experiencia fantástica". No se siente ejemplo de nada, tiene artrosis "en todas partes", asegura, y sólo recomienda a los de su edad: "no andar por la vida dando lástima. La vida es un don y hay que pasarla bien; yo corro, pero otros pueden pintar, leer, bordar, pero con buena onda siempre".
Nacida en el Lago de Como, Italia, el 31 de diciembre de 1934, Elisa es simple para pensar, no se complica, tal vez sus recuerdos de la guerra le permiten sintetizar los dramas y reducirlos a la mínima expresión para afrontarlos. Podría decirse que es una menuda mujer blindada. Pero alegre y bien humorada. "Me gusta la vida", dice a cada rato. Y a nosotros nos encantó conocerla en esta charla exclusiva que tuvo con El Tribuno.
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¿Cómo te fue en la carrera que corriste el fin de semana?
Maravilloso. El raid pasó por las dos provincias y llegó a las salinas. Fue el viernes, sábado y domingo que pasaron. Había personas de 60 y pico de años pero seguro que yo era la más grande. No sé en qué posición quedé, pero llegué, que es lo importante. Me cautivó el paisaje, me costó respirar por la altura, pero lo superé. Vine con el grupo de mi profe Gabriel, y con la ayuda del Club de Corredores de Buenos Aires que siempre me da becas para que pueda viajar a seguir corriendo.
¿Cuántas carreras corriste ya?
Corro hace 11 años más o menos y calculo que son unas 100. Llegué a correr en Londres, España, y en muchas provincias de Argentina. Me caí un par de veces pero seguí corriendo. La única vez que me quebré fue el tobillo pero en mi casa colgando un cuadro.
¿Y cómo te entrenás?
Vivo en la zona costera de Vicente López y todos los días troto una hora a orillas del río. Tres veces por semana voy al gimnasio; y los sábados y domingos juego al tenis.
¿Cómo te aferraste al running?
Fue cuando me invitaron a Villa La Angostura con el grupo de una amiga de mi hija que iba a correr y ahí me enamoré de la actividad. Tenía 72 años y Gabriel, el profesor, me dirigió muy bien, me dijo que podía correr y mi primera carrera fue una de 10 y 25 kilometros en Tandil. Yo me propuse lograr la de 10 pero terminé la de 25. Fue en 5 horas, pero lo logré de pura cabeza dura nomás. Terminé cansada pero feliz y orgullosa de ganarme a mi misma.
Con 83 años en este estado, debés haber sido deportista siempre...
El Lago de Como, donde nací, es una zona montañosa y tenía 16 kilómetros en bicicleta para ir al colegio en medio de la guerra, fue una dura enseñanza para enfrentar la vida después. He tenido 5 hijos y siempre hice deportes: tenis, voley, natación. Si no era una cosa, era otra, pero siempre hice algo.
¿Cómo definirías al running?
No tiene un significado especial para mi el hecho de correr, solo siento que se engrandece mi ego cuando corro, siento que es una filosofía de vida que se transporta, se transfiere a todos los ámbitos de la vida.
Lo que todos queremos saber: ¿Cómo te alimentás?
Como los chicos. Un buen desayuno con tostadas, miel, queso, leche chocolatada. Me gusta el helado, las frutas, las verduras, el pescado, el pollo la carne. Pero también me encantan las papas fritas hechas en casa. No tengo comida a la que digo "no". Eso sí, siempre fui muy flaca.

Parecés una quinceañera...
No, tengo 83 y las articulaciones gastadas, tengo artrosis en todos lados, pero moviéndolas no sentís más el malestar, porque se van a aceitando y si te quedás quieta, se endurece todo. Así que la recomendación es mucho movimiento.
Que lindo lo que decís en una época donde los viejos parecen descartables...
La gente no es descartable a ninguna edad porque la vida es un don. Si te mostrás descartable, a cualquier edad, te tratan como descartable y te evitan. Toda etapa de la vida tiene su fuerza y su belleza. No todos podrán correr, pero hay lectura, canto, bordado, pintura, siempre hay algo que se puede hacer para superarse a uno mismo.
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Gente corriente. Gente que corre para sentir la vida. Como una apuesta por otro día, como un desafío personal e intransferible. El running se ha vuelto una adicción socialmente aceptada en estos tiempos y ha puesto de acuerdo a ejecutivos estresados; a las amas de casa resignadas a pasarse el día entre placares desacomodados y sartenes al fuego; a los nostálgicos del walkman; a las chicas y los chicos que canalizan energías corriendo como Forrest Gump alrededor de las plazas, en que este deporte tiene un misterioso magnetismo que te pone sobre una pista en zapatillas para huir de todo lo nocivo.
Elisa Sampietro de Forti, Nitín para los amigos, entró en este mundo del running hace 11 años, cuando tenía 72 y ya lleva corridas más de 100 carreras desafiando todos los vaticinios de imposibilidad por cuestiones de salud o de edad. A los 83 años, la atleta acaba de correr el "Raid de los Andes" que abarcó áreas de la puna de Salta y Jujuy. Arremetió contra la falta de oxígeno de la altura, lo escarpado del terreno y ya sobre la meta concluyó que "fue una experiencia fantástica". No se siente ejemplo de nada, tiene artrosis "en todas partes", asegura, y sólo recomienda a los de su edad: "no andar por la vida dando lástima. La vida es un don y hay que pasarla bien; yo corro, pero otros pueden pintar, leer, bordar, pero con buena onda siempre".
Nacida en el Lago de Como, Italia, el 31 de diciembre de 1934, Elisa es simple para pensar, no se complica, tal vez sus recuerdos de la guerra le permiten sintetizar los dramas y reducirlos a la mínima expresión para afrontarlos. Podría decirse que es una menuda mujer blindada. Pero alegre y bien humorada. "Me gusta la vida", dice a cada rato. Y a nosotros nos encantó conocerla en esta charla exclusiva que tuvo con El Tribuno.
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¿Cómo te fue en la carrera que corriste el fin de semana?
Maravilloso. El raid pasó por las dos provincias y llegó a las salinas. Fue el viernes, sábado y domingo que pasaron. Había personas de 60 y pico de años pero seguro que yo era la más grande. No sé en qué posición quedé, pero llegué, que es lo importante. Me cautivó el paisaje, me costó respirar por la altura, pero lo superé. Vine con el grupo de mi profe Gabriel, y con la ayuda del Club de Corredores de Buenos Aires que siempre me da becas para que pueda viajar a seguir corriendo.
¿Cuántas carreras corriste ya?
Corro hace 11 años más o menos y calculo que son unas 100. Llegué a correr en Londres, España, y en muchas provincias de Argentina. Me caí un par de veces pero seguí corriendo. La única vez que me quebré fue el tobillo pero en mi casa colgando un cuadro.
¿Y cómo te entrenás?
Vivo en la zona costera de Vicente López y todos los días troto una hora a orillas del río. Tres veces por semana voy al gimnasio; y los sábados y domingos juego al tenis.
¿Cómo te aferraste al running?
Fue cuando me invitaron a Villa La Angostura con el grupo de una amiga de mi hija que iba a correr y ahí me enamoré de la actividad. Tenía 72 años y Gabriel, el profesor, me dirigió muy bien, me dijo que podía correr y mi primera carrera fue una de 10 y 25 kilometros en Tandil. Yo me propuse lograr la de 10 pero terminé la de 25. Fue en 5 horas, pero lo logré de pura cabeza dura nomás. Terminé cansada pero feliz y orgullosa de ganarme a mi misma.
Con 83 años en este estado, debés haber sido deportista siempre...
El Lago de Como, donde nací, es una zona montañosa y tenía 16 kilómetros en bicicleta para ir al colegio en medio de la guerra, fue una dura enseñanza para enfrentar la vida después. He tenido 5 hijos y siempre hice deportes: tenis, voley, natación. Si no era una cosa, era otra, pero siempre hice algo.
¿Cómo definirías al running?
No tiene un significado especial para mi el hecho de correr, solo siento que se engrandece mi ego cuando corro, siento que es una filosofía de vida que se transporta, se transfiere a todos los ámbitos de la vida.
Lo que todos queremos saber: ¿Cómo te alimentás?
Como los chicos. Un buen desayuno con tostadas, miel, queso, leche chocolatada. Me gusta el helado, las frutas, las verduras, el pescado, el pollo la carne. Pero también me encantan las papas fritas hechas en casa. No tengo comida a la que digo "no". Eso sí, siempre fui muy flaca.

Parecés una quinceañera...
No, tengo 83 y las articulaciones gastadas, tengo artrosis en todos lados, pero moviéndolas no sentís más el malestar, porque se van a aceitando y si te quedás quieta, se endurece todo. Así que la recomendación es mucho movimiento.
Que lindo lo que decís en una época donde los viejos parecen descartables...
La gente no es descartable a ninguna edad porque la vida es un don. Si te mostrás descartable, a cualquier edad, te tratan como descartable y te evitan. Toda etapa de la vida tiene su fuerza y su belleza. No todos podrán correr, pero hay lectura, canto, bordado, pintura, siempre hay algo que se puede hacer para superarse a uno mismo.
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