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Femicidio en la cárcel, otra mirada sobre las visitas

Sabado, 07 de enero de 2017 01:30
Dolor de los familiares en el sepelio. Javier Corbalán
Andrea Neri fue asesinada en una visita íntima en la cárcel de Villa Las Rosas por un preso condenado femicida. Hubo variadas posiciones y comentarios al respecto. La primera, la del gobernador que desplazó a la cúpula del Servicio Penitenciario. La verdad es que lo polémico es lo reglamentado del derecho a la visita íntima que es parte de las reglas mínimas de trato a personas privadas de libertad. Ningún organismo especializado ni juez/a ni fiscal ni legislador/a ha realizado presentación alguna que transforme la regla vigente del derecho a la visita íntima a femicidas. Esa es la reforma que se necesita.
El femicidio es un crimen de odio. Matar a una mujer por el hecho de ser mujer. El femicida mata a una mujer, no a cualquier persona, mata a una mujer. Dejarlo solo en una celda durante un tiempo con una mujer es una situación previsible de criminalidad. Haber tomado la decisión de sacar a los jefes de servicio suena a matar al mensajero y no haber cambiado nada.
Hubiese esperado de organismos como el Observatorio de Violencia Contra las Mujeres Roxana Alderete un asesoramiento transformador dirigido al gobernador, que atinó a actuar rápido, pero no cambió nada. Pero no fue.
Tampoco puede afectar el derecho de visita íntima de las demás reclusas estos episodios protagonizados por femicidas.
También se debe investigar y aclarar si había y porqué un arma para cometer el crimen dentro del penal, pero todas sabemos que, como en otros casos, podría haberla matado solo con sus manos.
Para que no vuelva a suceder se debe cambiar la reglamentación del derecho a las visitas íntimas negándoles a los femicidas esto que para todas las demás es un derecho. Es una medida necesaria de protección de las mujeres. Y si las mujeres insisten en estar a solas con femicidas tenemos la ley 26485 y la provincial 7888 que legitima a denunciar una situación de violencia a terceros en razón que la víctima se encuentra imposibilitada de denunciar por sí misma que es víctima de violencia. No entenderlo es no entender el por qué de la violencia misógina.
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Andrea Neri fue asesinada en una visita íntima en la cárcel de Villa Las Rosas por un preso condenado femicida. Hubo variadas posiciones y comentarios al respecto. La primera, la del gobernador que desplazó a la cúpula del Servicio Penitenciario. La verdad es que lo polémico es lo reglamentado del derecho a la visita íntima que es parte de las reglas mínimas de trato a personas privadas de libertad. Ningún organismo especializado ni juez/a ni fiscal ni legislador/a ha realizado presentación alguna que transforme la regla vigente del derecho a la visita íntima a femicidas. Esa es la reforma que se necesita.
El femicidio es un crimen de odio. Matar a una mujer por el hecho de ser mujer. El femicida mata a una mujer, no a cualquier persona, mata a una mujer. Dejarlo solo en una celda durante un tiempo con una mujer es una situación previsible de criminalidad. Haber tomado la decisión de sacar a los jefes de servicio suena a matar al mensajero y no haber cambiado nada.
Hubiese esperado de organismos como el Observatorio de Violencia Contra las Mujeres Roxana Alderete un asesoramiento transformador dirigido al gobernador, que atinó a actuar rápido, pero no cambió nada. Pero no fue.
Tampoco puede afectar el derecho de visita íntima de las demás reclusas estos episodios protagonizados por femicidas.
También se debe investigar y aclarar si había y porqué un arma para cometer el crimen dentro del penal, pero todas sabemos que, como en otros casos, podría haberla matado solo con sus manos.
Para que no vuelva a suceder se debe cambiar la reglamentación del derecho a las visitas íntimas negándoles a los femicidas esto que para todas las demás es un derecho. Es una medida necesaria de protección de las mujeres. Y si las mujeres insisten en estar a solas con femicidas tenemos la ley 26485 y la provincial 7888 que legitima a denunciar una situación de violencia a terceros en razón que la víctima se encuentra imposibilitada de denunciar por sí misma que es víctima de violencia. No entenderlo es no entender el por qué de la violencia misógina.

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