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Bajó el número de víctimas, pero sigue el alerta máxima

Domingo, 08 de enero de 2017 01:30
En el último femicidio en 2016, la joven Brisa Oriana Goytea, de 15 años, fue asesinada por Claudio Ramón Segundo. Pablo Yapura.
A pesar del milenario y divino pedido de tratar a las mujeres como un "vaso frágil", no en un sentido peyorativo del término sino por el modo de socializar con ellas; de las diversas acciones tendientes a frenar el avance patriarcal, machista y misógino, y pese a reducirse el número de víctimas en Salta desde el 2014, el femicidio sigue siendo un tema alarmante. Según especialistas, en el mundo y sobre todo en Latinoamérica la mujer es considerada como un objeto, un vaso descartable que se puede desechar. En 2016 diez mujeres murieron en manos de algún hombre. El 2017 comenzó muy mal: en menos de 24 horas se consumaron dos femicidios.
Los femicidas atraen a sus víctimas con engaños, seducción y la capacidad de manipulación. "Son personas con una carga de violencia en grado sumo. Desde una perspectiva social hay que pensar en la cultura patriarcal que avala y en muchos casos fomenta diferentes tipos de violencia contra las mujeres. Desde la sutil violencia simbólica hasta la violencia mas descarnada: el femicidio. Es muy difícil hablar de un único perfil del femicida, pero sí se pueden notar ciertas características, la misoginia, es decir el desprecio por las mujeres. Las ven como un objeto, no las consideran un par, son inferiores. Si no satisfacen sus deseos o necesidades las eliminan. No está presente la empatía, no consideran al otro como un sujeto de deseo, solo en función de satisfacer los propios. Rasgo de la psicopatía", apuntó Andrea Arancibia, licenciada en Psicología.
Son capaces de repetir la atrocidad de humillarla hasta la muerte por el solo hecho de ser mujer. Este año la primera víctima fue Andrea Neri, una joven madre brutalmente asesinada en una de las celdas de villa Las Rosas. Su novio, Gabriel Herrera, la ejecutó a sangre fría igual que a Verónica Castro, en 2006 en Metán.
Según datos del Poder Judicial de Salta, durante el 2014 se registraron 18 mujeres asesinadas, en el 2015 hubo 15. Respecto al año pasado, hasta el 16 de septiembre de 2016 las víctimas eran 8. Hay que tener en cuenta que el agravante del femicidio en algunos casos judiciales no está en la carátula inicial.
En los últimos años varias fueron las manifestaciones en contra de la violencia contra la mujer. El 3 de junio de 2015 el país se proclamó en un grito: "Ni una menos". Fecha instaurada para levantar la bandera en contra del femicidio, más allá del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre.
La mató, la enterró y se suicido
De los escalofriantes femicidios registrados en 2016, uno de los más espeluznante fue el de Mariana Gracionis. La joven que se resistió a ser abusada y terminó enterrada en el fondo de una casa, en la localidad de Caraparí, cerca de Salvador Mazza. Luego del feroz crimen, el femicida Juan Arraya se suicidó en el puente internacional que une la ciudad salteña con la localidad boliviana de Pocitos.
La joven de 21 años, madre de un niño de 4, había desaparecido la noche del 18 de mayo, pasaron 18 días cuando hallaron su cuerpo enterrado en el fondo de una casa donde trabajaba Arraya como casero. Los médicos que analizaron el cadáver determinaron que murió por "traumatismo de cráneo cerrado, traumatismo de tórax y fractura de maxilar izquierdo".
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A pesar del milenario y divino pedido de tratar a las mujeres como un "vaso frágil", no en un sentido peyorativo del término sino por el modo de socializar con ellas; de las diversas acciones tendientes a frenar el avance patriarcal, machista y misógino, y pese a reducirse el número de víctimas en Salta desde el 2014, el femicidio sigue siendo un tema alarmante. Según especialistas, en el mundo y sobre todo en Latinoamérica la mujer es considerada como un objeto, un vaso descartable que se puede desechar. En 2016 diez mujeres murieron en manos de algún hombre. El 2017 comenzó muy mal: en menos de 24 horas se consumaron dos femicidios.
Los femicidas atraen a sus víctimas con engaños, seducción y la capacidad de manipulación. "Son personas con una carga de violencia en grado sumo. Desde una perspectiva social hay que pensar en la cultura patriarcal que avala y en muchos casos fomenta diferentes tipos de violencia contra las mujeres. Desde la sutil violencia simbólica hasta la violencia mas descarnada: el femicidio. Es muy difícil hablar de un único perfil del femicida, pero sí se pueden notar ciertas características, la misoginia, es decir el desprecio por las mujeres. Las ven como un objeto, no las consideran un par, son inferiores. Si no satisfacen sus deseos o necesidades las eliminan. No está presente la empatía, no consideran al otro como un sujeto de deseo, solo en función de satisfacer los propios. Rasgo de la psicopatía", apuntó Andrea Arancibia, licenciada en Psicología.
Son capaces de repetir la atrocidad de humillarla hasta la muerte por el solo hecho de ser mujer. Este año la primera víctima fue Andrea Neri, una joven madre brutalmente asesinada en una de las celdas de villa Las Rosas. Su novio, Gabriel Herrera, la ejecutó a sangre fría igual que a Verónica Castro, en 2006 en Metán.
Según datos del Poder Judicial de Salta, durante el 2014 se registraron 18 mujeres asesinadas, en el 2015 hubo 15. Respecto al año pasado, hasta el 16 de septiembre de 2016 las víctimas eran 8. Hay que tener en cuenta que el agravante del femicidio en algunos casos judiciales no está en la carátula inicial.
En los últimos años varias fueron las manifestaciones en contra de la violencia contra la mujer. El 3 de junio de 2015 el país se proclamó en un grito: "Ni una menos". Fecha instaurada para levantar la bandera en contra del femicidio, más allá del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre.
La mató, la enterró y se suicido
De los escalofriantes femicidios registrados en 2016, uno de los más espeluznante fue el de Mariana Gracionis. La joven que se resistió a ser abusada y terminó enterrada en el fondo de una casa, en la localidad de Caraparí, cerca de Salvador Mazza. Luego del feroz crimen, el femicida Juan Arraya se suicidó en el puente internacional que une la ciudad salteña con la localidad boliviana de Pocitos.
La joven de 21 años, madre de un niño de 4, había desaparecido la noche del 18 de mayo, pasaron 18 días cuando hallaron su cuerpo enterrado en el fondo de una casa donde trabajaba Arraya como casero. Los médicos que analizaron el cadáver determinaron que murió por "traumatismo de cráneo cerrado, traumatismo de tórax y fractura de maxilar izquierdo".
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