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La buena nutrición es clave para tener un envejecimiento saludable

Los buenos hábitos alimenticios durante la tercera edad disminuyen los riesgos cardiovasculares, de cáncer, y de pérdida de masa y fuerza muscular, al tiempo que mejoran la calidad de vida.
Jueves, 12 de octubre de 2017 18:59

Los buenos hábitos alimenticios durante toda la vida, y particularmente en la tercera edad, disminuyen los riesgos cardiovasculares, de cáncer, y de pérdida de masa y fuerza muscular, al tiempo que mejoran la calidad de vida.
Según estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy en la Argentina la expectativa de vida alcanza a un promedio de 76,3 años (72,7 en los varones y 79,9 para las mujeres), lo cual representa enfrentarse a nuevas situaciones y enfermedades.
Especialistas convocados por el 21º Congreso Internacional de Nutrición, que se llevará a cabo en Buenos Aires del domingo 15 de octubre al viernes 20, destacaron que "el gran desafío que enfrenta la medicina moderna es lograr un envejecimiento saludable y tanto la nutrición como la actividad física son claves para alcanzarlo".
Los cambios que constituyen e influyen en el envejecimiento son complejos dado que, en el plano biológico, está asociado con la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares.
Con el tiempo, estos daños reducen gradualmente las reservas fisiológicas, aumentan el riesgo de muchas enfermedades y disminuyen en general la capacidad del individuo.
Sin embargo, estos cambios no son ni lineales ni uniformes, y solo se asocian vagamente con la edad cronológica de la persona.
Así, mientras algunas personas de 70 años gozan de un buen funcionamiento físico y mental, otras tienen fragilidad o requieren apoyo considerable para satisfacer sus necesidades básicas.
"En parte, esto se debe a que muchos de los mecanismos del envejecimiento son aleatorios. Pero también a que esos cambios están fuertemente influenciados por el entorno y el comportamiento de cada persona", afirmó Mabel Carrera, presidenta del 21° Congreso Internacional de Nutrición, reunión científica que se realiza por primera vez en la Argentina.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al Envejecimiento Saludable como el "proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez".
Dado que la mayor carga de morbilidad en la edad avanzada se debe a enfermedades no transmisibles, los factores de riesgo de estas afecciones son blancos importantes en la promoción de la salud.
Las estrategias para reducir la carga de discapacidad y mortalidad en la edad avanzada consisten en la adopción de hábitos saludables y el control de los factores de riesgo metabólicos.
Por lo tanto, deben comenzar a una edad temprana y continuar a lo largo de toda la vida.
Además, cada vez existen más indicios de que algunos hábitos clave relacionados con la salud, como una nutrición adecuada, pueden tener gran influencia en la capacidad intrínseca en la vejez, con bastante independencia de su efecto reductor del riesgo de enfermedades no transmisibles.
"Generalmente, el envejecimiento viene acompañado de cambios fisiológicos que pueden afectar el estado nutricional. Las deficiencias sensoriales, tales como un menor sentido del gusto o del olfato, o ambos, en muchos casos disminuyen el apetito. Por otro lado, la mala salud bucodental o los problemas dentales pueden producir dificultad para masticar, inflamación de las encías y una dieta monótona de baja calidad, factores que aumentan el riesgo de desnutrición ", afirmó por su parte Zulema Stolarza, expresidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y miembro del Comité Organizador del Congreso.
"Asimismo, puede que se vea afectada la secreción de ácido gástrico, lo que reduce la absorción de hierro y vitamina B12. Y la pérdida progresiva de visión y audición, así como la artrosis, en muchos casos limitan la movilidad y afectan la capacidad de las personas mayores para ir a comprar alimentos y preparar comidas", agregó Stolarza.
Estas tendencias aumentan el riesgo de desnutrición en la vejez y, a pesar de que las necesidades calóricas disminuyen con la edad, el requerimiento de la mayoría de los nutrientes se mantiene relativamente sin cambios.
La desnutrición en la edad avanzada se manifiesta en una reducción de la masa muscular y ósea y en un mayor riesgo de fragilidad.
También se asocia con deterioro de la función cognitiva y de la capacidad para cuidar de uno mismo, y mayor riesgo de dependencia de cuidados.
Para hacer una evaluación nutricional exhaustiva de las personas mayores, se deben tomar medidas antropométricas y realizar análisis bioquímicos y evaluaciones nutricionales.
Un estudio efectuado en el Reino Unido aplicando estos enfoques integrales reveló que el riesgo de desnutrición proteico-calórica era de entre el 11% y el 19%, y que se acompañaba de deficiencia de vitaminas C y D y bajos niveles de carotinoides.
"Tenemos que trabajar como Especialistas en Nutrición para integrarnos, cada vez mejor, en equipos interdisciplinarios para abordar al individuo en todas sus dimensiones. Una persona que se recupera de un infarto, alguien con 20 años de diabetes, quien está desarrollando incipientemente algún grado de demencia o un adulto mayor sin enfermedades crónicas, todos ellos, tienen requerimientos nutricionales específicos que deben ser atendidos para que lleven la mejor vida posible", sugirió Graciela Fuente, miembro del Comité Organizador del 21º Congreso Internacional de Nutrición.
"No es un aspecto complementario el hecho de que sus decisiones nutricionales lo están acercando o alejando de un futuro de bienestar. Si hay que tomar medidas para cambiar patrones de alimentación, es necesario hacerlo cuanto antes", destacó Fuente.
Existen varios tipos de intervenciones eficaces para corregir estos cuadros de desnutrición con el objetivo de retrasar la dependencia de la atención de terceros, mejorar la capacidad intrínseca e invertir estados de salud delicados.
Las expertas consideraron necesario mejorar la concentración de nutrientes de los alimentos, sobre todo las vitaminas y minerales, pero también es importante tener en cuenta la ingesta calórica y proteica. Se ha demostrado que el asesoramiento nutricional individualizado mejora el estado nutricional de las personas mayores en 12 semanas.
Stolarza detalló que, con frecuencia, "el paciente añoso presenta un combo de varias condiciones de salud para las que suele recibir más de un medicamento a la vez, también viene con algunos dolores y achaques, sueño alterado, en ocasiones con algunas dificultades para movilizarse, lo que le ha hecho perder independencia, y hasta encuentra dificultades para concurrir a la consulta médica".
En algunos ancianos, se evidencian determinados cambios psicosociales, impulsados por la vida en soledad con cierto aislamiento social, que puede ir generando cuadros de depresión.
Estos factores, sumados a -eventualmente- bajos recursos económicos, dificultan la adopción de hábitos de alimentación saludable.

Cómo debe ser la alimentación del adulto mayor
Las especialistas advirtieron que siempre hay que atender a la situación individual de cada persona, pero en líneas generales, podría sugerirse que debe consistir en una ingesta de entre 2.000 y 2.400 calorías diarias, distribuidas entre hidratos de carbono (55-60%), proteínas (15-25%) y grasas (20-25%).
La alimentación del adulto mayor debe ser baja en sodio (sin sal agregada, prefiriendo otras especias para condimentar), abundante en fibras y vitaminas (frutas, verduras y granos enteros), rica en calcio (lácteos) y hierro (carnes magras y legumbres).
"El adulto va perdiendo progresivamente masa muscular y fuerza muscular, es lo que se conoce como ‘sarcopenia’. Esto impacta en su capacidad de hacer actividad física y aumenta la fatiga. Todos estos elementos incrementan el riesgo de caídas, con las potenciales fracturas de cadera o muñeca y toda la morbilidad asociada a esa situación en esta etapa de la vida", insistió Carrera.
Estar polimedicado puede favorecer la desnutrición, hipoglucemias y alteraciones en el gusto y el apetito.
Con el paso del tiempo, además, pueden aparecer determinadas alteraciones en el aparato digestivo, como problemas de masticación por pérdida de piezas dentarias, dificultades en la deglución, disminución de la motilidad esofágica, retraso en el vaciamiento gástrico y estreñimiento por falta de ejercicio físico y escasa ingesta de líquido.

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Los buenos hábitos alimenticios durante toda la vida, y particularmente en la tercera edad, disminuyen los riesgos cardiovasculares, de cáncer, y de pérdida de masa y fuerza muscular, al tiempo que mejoran la calidad de vida.
Según estadísticas recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy en la Argentina la expectativa de vida alcanza a un promedio de 76,3 años (72,7 en los varones y 79,9 para las mujeres), lo cual representa enfrentarse a nuevas situaciones y enfermedades.
Especialistas convocados por el 21º Congreso Internacional de Nutrición, que se llevará a cabo en Buenos Aires del domingo 15 de octubre al viernes 20, destacaron que "el gran desafío que enfrenta la medicina moderna es lograr un envejecimiento saludable y tanto la nutrición como la actividad física son claves para alcanzarlo".
Los cambios que constituyen e influyen en el envejecimiento son complejos dado que, en el plano biológico, está asociado con la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares.
Con el tiempo, estos daños reducen gradualmente las reservas fisiológicas, aumentan el riesgo de muchas enfermedades y disminuyen en general la capacidad del individuo.
Sin embargo, estos cambios no son ni lineales ni uniformes, y solo se asocian vagamente con la edad cronológica de la persona.
Así, mientras algunas personas de 70 años gozan de un buen funcionamiento físico y mental, otras tienen fragilidad o requieren apoyo considerable para satisfacer sus necesidades básicas.
"En parte, esto se debe a que muchos de los mecanismos del envejecimiento son aleatorios. Pero también a que esos cambios están fuertemente influenciados por el entorno y el comportamiento de cada persona", afirmó Mabel Carrera, presidenta del 21° Congreso Internacional de Nutrición, reunión científica que se realiza por primera vez en la Argentina.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al Envejecimiento Saludable como el "proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez".
Dado que la mayor carga de morbilidad en la edad avanzada se debe a enfermedades no transmisibles, los factores de riesgo de estas afecciones son blancos importantes en la promoción de la salud.
Las estrategias para reducir la carga de discapacidad y mortalidad en la edad avanzada consisten en la adopción de hábitos saludables y el control de los factores de riesgo metabólicos.
Por lo tanto, deben comenzar a una edad temprana y continuar a lo largo de toda la vida.
Además, cada vez existen más indicios de que algunos hábitos clave relacionados con la salud, como una nutrición adecuada, pueden tener gran influencia en la capacidad intrínseca en la vejez, con bastante independencia de su efecto reductor del riesgo de enfermedades no transmisibles.
"Generalmente, el envejecimiento viene acompañado de cambios fisiológicos que pueden afectar el estado nutricional. Las deficiencias sensoriales, tales como un menor sentido del gusto o del olfato, o ambos, en muchos casos disminuyen el apetito. Por otro lado, la mala salud bucodental o los problemas dentales pueden producir dificultad para masticar, inflamación de las encías y una dieta monótona de baja calidad, factores que aumentan el riesgo de desnutrición ", afirmó por su parte Zulema Stolarza, expresidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y miembro del Comité Organizador del Congreso.
"Asimismo, puede que se vea afectada la secreción de ácido gástrico, lo que reduce la absorción de hierro y vitamina B12. Y la pérdida progresiva de visión y audición, así como la artrosis, en muchos casos limitan la movilidad y afectan la capacidad de las personas mayores para ir a comprar alimentos y preparar comidas", agregó Stolarza.
Estas tendencias aumentan el riesgo de desnutrición en la vejez y, a pesar de que las necesidades calóricas disminuyen con la edad, el requerimiento de la mayoría de los nutrientes se mantiene relativamente sin cambios.
La desnutrición en la edad avanzada se manifiesta en una reducción de la masa muscular y ósea y en un mayor riesgo de fragilidad.
También se asocia con deterioro de la función cognitiva y de la capacidad para cuidar de uno mismo, y mayor riesgo de dependencia de cuidados.
Para hacer una evaluación nutricional exhaustiva de las personas mayores, se deben tomar medidas antropométricas y realizar análisis bioquímicos y evaluaciones nutricionales.
Un estudio efectuado en el Reino Unido aplicando estos enfoques integrales reveló que el riesgo de desnutrición proteico-calórica era de entre el 11% y el 19%, y que se acompañaba de deficiencia de vitaminas C y D y bajos niveles de carotinoides.
"Tenemos que trabajar como Especialistas en Nutrición para integrarnos, cada vez mejor, en equipos interdisciplinarios para abordar al individuo en todas sus dimensiones. Una persona que se recupera de un infarto, alguien con 20 años de diabetes, quien está desarrollando incipientemente algún grado de demencia o un adulto mayor sin enfermedades crónicas, todos ellos, tienen requerimientos nutricionales específicos que deben ser atendidos para que lleven la mejor vida posible", sugirió Graciela Fuente, miembro del Comité Organizador del 21º Congreso Internacional de Nutrición.
"No es un aspecto complementario el hecho de que sus decisiones nutricionales lo están acercando o alejando de un futuro de bienestar. Si hay que tomar medidas para cambiar patrones de alimentación, es necesario hacerlo cuanto antes", destacó Fuente.
Existen varios tipos de intervenciones eficaces para corregir estos cuadros de desnutrición con el objetivo de retrasar la dependencia de la atención de terceros, mejorar la capacidad intrínseca e invertir estados de salud delicados.
Las expertas consideraron necesario mejorar la concentración de nutrientes de los alimentos, sobre todo las vitaminas y minerales, pero también es importante tener en cuenta la ingesta calórica y proteica. Se ha demostrado que el asesoramiento nutricional individualizado mejora el estado nutricional de las personas mayores en 12 semanas.
Stolarza detalló que, con frecuencia, "el paciente añoso presenta un combo de varias condiciones de salud para las que suele recibir más de un medicamento a la vez, también viene con algunos dolores y achaques, sueño alterado, en ocasiones con algunas dificultades para movilizarse, lo que le ha hecho perder independencia, y hasta encuentra dificultades para concurrir a la consulta médica".
En algunos ancianos, se evidencian determinados cambios psicosociales, impulsados por la vida en soledad con cierto aislamiento social, que puede ir generando cuadros de depresión.
Estos factores, sumados a -eventualmente- bajos recursos económicos, dificultan la adopción de hábitos de alimentación saludable.

Cómo debe ser la alimentación del adulto mayor
Las especialistas advirtieron que siempre hay que atender a la situación individual de cada persona, pero en líneas generales, podría sugerirse que debe consistir en una ingesta de entre 2.000 y 2.400 calorías diarias, distribuidas entre hidratos de carbono (55-60%), proteínas (15-25%) y grasas (20-25%).
La alimentación del adulto mayor debe ser baja en sodio (sin sal agregada, prefiriendo otras especias para condimentar), abundante en fibras y vitaminas (frutas, verduras y granos enteros), rica en calcio (lácteos) y hierro (carnes magras y legumbres).
"El adulto va perdiendo progresivamente masa muscular y fuerza muscular, es lo que se conoce como ‘sarcopenia’. Esto impacta en su capacidad de hacer actividad física y aumenta la fatiga. Todos estos elementos incrementan el riesgo de caídas, con las potenciales fracturas de cadera o muñeca y toda la morbilidad asociada a esa situación en esta etapa de la vida", insistió Carrera.
Estar polimedicado puede favorecer la desnutrición, hipoglucemias y alteraciones en el gusto y el apetito.
Con el paso del tiempo, además, pueden aparecer determinadas alteraciones en el aparato digestivo, como problemas de masticación por pérdida de piezas dentarias, dificultades en la deglución, disminución de la motilidad esofágica, retraso en el vaciamiento gástrico y estreñimiento por falta de ejercicio físico y escasa ingesta de líquido.

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