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Dentro de una semana, la hora de la verdad

Domingo, 15 de octubre de 2017 00:40

Las elecciones del próximo domingo resultan más o menos previsibles, aunque todo comicio reserva algunas sorpresas. En las PASO quedaron delineadas algunas tendencias que difícilmente se modifiquen, aunque en la categoría de diputados nacionales el final está abierto. Se supone que ya se sabe quiénes serán los nuevos diputados. Lo que es imposible garantizar es el orden en que llegarán.

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Las elecciones del próximo domingo resultan más o menos previsibles, aunque todo comicio reserva algunas sorpresas. En las PASO quedaron delineadas algunas tendencias que difícilmente se modifiquen, aunque en la categoría de diputados nacionales el final está abierto. Se supone que ya se sabe quiénes serán los nuevos diputados. Lo que es imposible garantizar es el orden en que llegarán.

El exvicegobernador Andrés Zottos hace denodados esfuerzos por “peronizarse”, porque sabe que el peronismo, como la fe en los patronos del Milagro, forma parte de un patrimonio cultural que resiste a cualquier moda. No obstante, cada cual tiene una historia pública y Zottos es protagonista de la política desde hace dos décadas, y su origen es el Partido Renovador de Salta.

Su confrontación, muy fuerte, con Sergio Leavy no responde a la rivalidad comarcana sino a una disputa despareja por los votos peronistas de Unidad y Renovación. Los 145 mil votos huérfanos, que hicieron la diferencia en las PASO, son el botín y será el gobernador Juan Manuel Urtubey quien agote los recursos para convencer a esos electores de que votarlo a Zottos es votarlo a él, con la yapa de que con un triunfo de Unidad y Renovación tendrá una plataforma para pelear por la presidencia.

La fidelización de tantos votos parece imposible, aunque tampoco es previsible una migración total.

Leavy, a su vez, basa su estrategia en anunciar un batacazo. Además de capitalizar las simpatías que aún despierta el kirchnerismo en Salta, apuesta a un dato irrefutable: es el único candidato con historia peronista. Si no le alcanza para salir primero, como promete, al menos cree factible relegar al tercer puesto a un macrismo sin arraigo en Salta. Cuenta con la convicción de los votantes y con el apoyo que puedan brindarle el día de la elección muchos dirigentes de base que no aceptan a los otros postulantes. De todos modos, Leavy ha suavizado su posición kirchnerista y se muestra activo en recuperar proyectos añorados, como el del Norte Grande, una tradición muy cara al peronismo salteño.

En tanto, el macrismo se aferra a una estrategia política basada en capitalizar la figura de Mauricio Macri a través de las redes digitales. Sin dirigentes relevantes del PRO y sin capacidad de concretar alianzas fuertes, optó en Salta por un candidato extrapartidario, el periodista y empresario de medios Martín Grande, cuya postura a lo largo de 35 años de profesión fue la antipolítica, aunque fue candidato a intendente de la mano de Alfredo Olmedo en 2011.

El resultado está por verse. La campaña, con el enorme refuerzo de figuras nacionales, aún no termina de levantar. En las PASO, el candidato logró cerca de 120 mil votos y espera sumar los del radical Rubén Correa, aunque este último había basado su campaña para las primarias en el antimacrismo. Por ahora, los votos de Cambiemos no alcanzan a superar el pobre resultado que obtuvo en la provincia el ahora presidente en 2015, en Salta. De hecho, este sector teme por el resultado ya que carece de una estructura confiable de fiscales en la capital y, sobre todo, en un interior provincial sumamente antimacrista. Un interior que aún no ve los brotes verdes.

La vulnerabilidad del candidato de Cambiemos se evidenció cuando fue denunciado por el urtubeicismo por utilizar fondos provinciales en su campaña, lo que está penado por la ley electoral. Luego de ese traspié, Grande reaccionó contra la difusión del episodio sin pedir disculpas por el desliz, pero al no contar con una dirigencia avezada a su lado, fue incapaz de contraatacar respondiendo a quienes lo habían acusado.

En este punto es interesante observar que a Mauricio Macri y su equipo se les atribuye representar la “no política”. Es un error. Cambiemos basa su estrategia en una nueva forma de hacer política, aparentemente descontracturada, con éxito en los grandes centros urbanos y sustentada en la evaluación cuidadosa de los cambiantes humores de la sociedad. Es la “política” para un tiempo en el que, según los estrategas macristas, las “religiones” perdieron vigencia. Llaman religiones a las viejas ideologías y militancias. Es probable que esa teoría refleje y explique las intermitencias del Partido Obrero, con un discurso que empieza a sonar vacío, la desaparición del socialismo en todas sus variantes y el fracaso del cristinismo por hacer olvidar al peronismo puro. Lo que no es probable es que personas sin experiencia política puedan convertir esa teoría en estrategia.

La “no política” no puede traducirse en candidaturas. Una candidatura tiene éxito siempre y cuando se adapte a los tiempos. No basta con novedades e improvisaciones. Dentro de una semana, hablarán las urnas y habrá que escucharlas.

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