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Una historia dominical

Miércoles, 18 de octubre de 2017 00:00

La historia tiene extrañas carambolas; sutiles solapamientos temporales que a veces pasan inadvertidos. El mes pasado el Concejo Deliberante de Joaquín V. González sancionó una ordenanza garantizando el derecho a los trabajadores de los supermercados a descansar el día domingo. No se puede dejar de reconocer lo empeñoso de los ediles municipales, ya que la misma norma fue vetada en tres oportunidades por el intendente. No es objetivo de esta nota el análisis de la disposición que por más vehemencia y entusiasmo que la impulse, no traspasaría un filtro de constitucionalidad. Por supuesto que es un tema que merece un amplio debate y no carecen de razón los concejales al advertir que estos empleados están sometidos a una especie de temor reverencial que ni siquiera les permite reclamar el descanso compensatorio que por ley le corresponde.

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La historia tiene extrañas carambolas; sutiles solapamientos temporales que a veces pasan inadvertidos. El mes pasado el Concejo Deliberante de Joaquín V. González sancionó una ordenanza garantizando el derecho a los trabajadores de los supermercados a descansar el día domingo. No se puede dejar de reconocer lo empeñoso de los ediles municipales, ya que la misma norma fue vetada en tres oportunidades por el intendente. No es objetivo de esta nota el análisis de la disposición que por más vehemencia y entusiasmo que la impulse, no traspasaría un filtro de constitucionalidad. Por supuesto que es un tema que merece un amplio debate y no carecen de razón los concejales al advertir que estos empleados están sometidos a una especie de temor reverencial que ni siquiera les permite reclamar el descanso compensatorio que por ley le corresponde.

Y aquí viene la coincidencia histórica: la primera ley laboral argentina, sancionada en agosto de 1905, bajo el número 4.661, tenía como único propósito establecer la prohibición del trabajo en día domingo. Si bien su sanción final respondió al impulso del joven diputado socialista Alfredo Palacios, la norma venía precedida de un formidable trabajo encabezado por el riojano Joaquín V. González, uno de los héroes civiles de nuestro país. Joaquín Víctor González, además de brillante filósofo y jurista, fue una de las figuras literarias más destacadas de fines del siglo XIX, que se popularizó con su obra "Mis montañas". En 1901 fue designado por el presidente Julio Argentino Roca como ministro del Interior. Mientras algunos de sus colegas conservadores optaban por enfrentar la llamada "cuestión social" mediante la represión (Cané fue autor de la infame e inicua ley de residencia), González prefirió analizar las causas que residían en la perversa explotación laboral de la época. Para esa investigación y estudio convocó a lo más granado de la intelectualidad argentina en ese entonces. No le importó convocar a sus más acérrimos enemigos políticos: los socialistas. Aquellos que no solo cuestionaban el régimen oligárquico imperante, sino que querían hacer estallar el sistema capitalista por los aires. Aquí no había "grietas" que pudieran frenar el avance de un país pujante, ni el logro de una mayor justicia para todos.

El ministro comenzó, en una primera etapa, encomendándole a otro prócer civil, el Dr. Juan Bialet Massé, lo que sería el "Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior del país", en el que se denunciaban las atrocidades cometidas por los patrones de todo el país y el grado inaudito de explotación al que se encontraban sometidos los obreros de todas las actividades. Con ese informe se comenzó una titánica tarea que culminó con el proyecto de ley nacional del trabajo, de 466 artículos, presentado al Congreso en las sesiones del año 1904. De su elaboración participaron personalidades como el mencionado Bialet Massé, Leopoldo Lugones, Alfredo Palacios, José Ingenieros, Carlos Malbrán, del Valle Ibarlucea, entre otros. Casi todos ellos socialistas. El proyecto fue rechazado, y de su ambiciosa redacción solo subsistió la reivindicación de la prohibición del trabajo dominical. Parece mentira que, a más de cien años de aquella gesta, todavía hoy los trabajadores deban luchar por hacer efectivo el elemental derecho de descansar en domingo.

 

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