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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Lo que no sabe Salta del México desolado

Lunes, 02 de octubre de 2017 00:00

 

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Con un cartel pegado en la espalda que indicaba "Soy psicólogo" y el rostro tapado con el barbijo, caminaron las calles de las ciudades mexicanas derrumbadas por los últimos terremotos. El equipo de salud mental interdisciplinario puso el cuerpo en el salvataje, dio la palabra que alojó la tristeza y afinó el oído para escucharla. La tierra estuvo enojada otra vez pero permitió organizar la urgencia subjetiva a las familias desmembradas, partiendo de la base de que el sufrimiento mental es más durable que el mismo cataclismo. Hay niños, padres, ancianos y vecinos próximos, perdidos para siempre. Llegó el estrago psíquico.

El auxilio se otorgó en albergues, hospitales y en los escenarios de desastres junto a la invalorable ayuda telefónica, esa voz que contuvo cuando la casa propia, el barrio de la infancia, la escuela de los hijos o el trazado urbanístico, desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

Los brigadistas, por ejemplo, trabajaron en 54 puntos ubicados en la Ciudad de México. A las horas que pasó el terremoto, el equipo de salud mental desplegó el cómo atender en el terreno y organizó los primeros auxilios a los estados de agitación, sobre todo. Trabajaron tres o cuatro especialistas por cada persona, porque según la realidad psíquica del sujeto, será su reacción frente a la desgracia. Las urgencias subjetivas en México están aceitadas desde 1985, año de una catástrofe similar e imborrable en la vida cotidiana. Actualmente, el equipo de salud mental sigue trabajando y mucho más que durante la semana del terremoto. Duplicó la asistencia a pesar de haber levantado las carpas y las tiendas barriales en las que atendió los síntomas del primer momento: ansiedad, pánico, tristeza y desesperanza. Los que se salvaron, hoy viven un estado de duelo. Los pedidos de atención en las redes son miles; concurren los que sobrevivieron debajo de los escombros como topos, casi asfixiados y deshidratados y los que no les pasó nada físico pero no quieren seguir existiendo porque su dolor es tal que están convencidos de que no les quedó suerte para nada. Muchos acuden de luto a las entrevistas con psicólogos, psiquiatras, enfermeros y trabajadores sociales. Son atendidos sin roles profesionales hegemónicos, sin contar los años de carrera universitaria que debió hacer cada miembro del equipo para merecer el mejor lugar estatutario y salarial en la emergencia humanitaria declarada en México.

Si Salta sufriría la catástrofe mexicana, es improbable el mismo trabajo interdisciplinario eficiente de México. El discutido estatuto profesional de la salud salteña atraviesa, usando la expresión del novelista y médico psiquiatra Marcos Aguinis, "conflictos agridulces", que el escritor observa propio de la mentalidad argentina.

El sismo encontraría a los salteños debatiendo cuál profesional es el único que responde por el paciente para jerarquizarlo en el estatuto de la salud, desoyendo así la articulación lógica y horizontal de las prácticas interdisciplinarias que se dictan en la residencia de salud mental e instituye la ley de salud mental nacional.

El mismo terremoto aquí mostraría la ironía del atroz encanto del estatuto salteño en el que el médico hegemoniza al equipo y responde por los sujetos traumados que dejaría el cimbronazo geológico. En el México desolado el trabajo es codo a codo entre profesionales por la lección de una dura naturaleza que se repite.

 

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