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¡Avísenles que la guerra ha terminado!

Domingo, 22 de octubre de 2017 02:08

La Edad Media (años 476 a 1453) fue un etapa donde el poder político estaba dividido entre numerosos señores feudales que gobernaban pequeños territorios, independientes entre sí. 
Cada señor feudal tenía su pequeño ejército y el grado de agresividad mantenía un estado de guerra permanente.
Al aparecer técnicas modernas de trabajo de la tierra, muchos campesinos se van a las ciudades y los señores feudales pierden poder. 
Deben dejar sus ejércitos y aceptar un ejército centralizado en manos del rey. Así se unifican bajo la autoridad monárquica y ocurre la primera mutación: de estado feudal a estado monárquico. 
Como muchos señores feudales se negaban a perder poder, ocurren enfrentamientos sangrientos que culminan con la consolidación del poder real, la propiedad privada y la independencia entre autoridad política y poder económico.
Los antiguos reinos se transforman en los nuevos estados, y para delimitar el “territorio soberano” reconocen a los reyes autoridad política ilimitada (absolutismo monárquico o gobierno de reyes). 
A medida que esos reinos van dejando espacio al estado moderno, para consolidar el sistema político moderno y dejar atrás todo riesgo de feudalismo, las grandes potencias inventan un poder estatal fuerte y centralizado, los dotan de ejército, crean la burocracia administrativa y nacen los impuestos, aporte obligatorio de los habitantes para ser protegido por el Estado.
No importa los detalles, pero interesa retener que los siglos XlX y XX transitan bajo el criterio de la “guerra” como un mal necesario para consolidar las soberanías, definir los territorios, conformar un orden interno en cada estado. 
Ello se hacía con ejércitos y con mercenarios, espías y profesionales de la guerra. 
Las leyes son parte de ese objetivo, porque procuran ordenar a las multitudes (súbditos), dentro de los límites territoriales y sujetarlas a las órdenes de un soberano determinado.
Así es como se “explican” las guerras mundiales, los genocidios, el nacimiento del sindicalismo, el terrorismo de estado y las fuerzas armadas que enfrentan a los estados. 
Era un mundo en guerra, y todo eso era “esperable”.
El siglo XIX es parte de la historia, el siglo XX termino hace 17 años, sólo en oriente medio y en el norte de áfrica subsisten unas pocas guerras convencionales porque los estados no alcanzaron todavía grados de desarrollo y acomodamiento territorial óptimos. 
Siguen todavía en el fin de la etapa feudal y en tránsito al Estado Constitucional de Derecho. Hasta que ello suceda correrá mucha sangre todavía.
¿Dónde está Argentina?
Depende como y a quién miremos. Si ponemos la vista en los monos sindicales que saltan de árbol en árbol gritando que hay que batir al enemigo o que incendiarán todo si un juez se les acerca o si tomamos nota de algunos políticos cercanos al peronismo (kirchneristas y anti-kichneristas, es lo mismo) que cantan desenfadados la marcha con los puños cerrados, los rostros colorados de bronca y arengando multitudes bajo promesa de “pancho y coca”, podríamos concluir que Argentina todavía transita la etapa feudal, en tránsito al estado moderno. Somos monos.
Por el contrario, si miramos algunos políticos que no cierran los puños, ni se suben a gritar en grandes estrados, que en sus discursos no se advierte palabras como “enemigos”, “combatir”, “vencer”, “destruir”, etc. y que no enrojecen sus rostros ni fruncen sus ceños cuando hablan, diríamos que Argentina supero el feudalismo y se encamina a construir sus instituciones democráticas. Somos humanos.
Hoy los argentinos no elegirán solo personas. 
Dirán en las urnas si quieren el estado feudal o el estado moderno. 
Si quieren la guerra o la paz. Elegirán entre pseudosoldados con la cara pintada y el fusil al hombro o personas comunes que simplemente administren los recursos públicos. 
Optarán entre monos gritones de puños cerrados y ojos desorbitados o seres humanos que deberán cumplir sus propuestas para no ser “despedidos” en las próximas elecciones. 
De un modo u otro, sería bueno que alguien les avise a los monos que terminó la guerra, pueden dejar las armas y ayudar a construir la Argentina del siglo XXI.

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La Edad Media (años 476 a 1453) fue un etapa donde el poder político estaba dividido entre numerosos señores feudales que gobernaban pequeños territorios, independientes entre sí. 
Cada señor feudal tenía su pequeño ejército y el grado de agresividad mantenía un estado de guerra permanente.
Al aparecer técnicas modernas de trabajo de la tierra, muchos campesinos se van a las ciudades y los señores feudales pierden poder. 
Deben dejar sus ejércitos y aceptar un ejército centralizado en manos del rey. Así se unifican bajo la autoridad monárquica y ocurre la primera mutación: de estado feudal a estado monárquico. 
Como muchos señores feudales se negaban a perder poder, ocurren enfrentamientos sangrientos que culminan con la consolidación del poder real, la propiedad privada y la independencia entre autoridad política y poder económico.
Los antiguos reinos se transforman en los nuevos estados, y para delimitar el “territorio soberano” reconocen a los reyes autoridad política ilimitada (absolutismo monárquico o gobierno de reyes). 
A medida que esos reinos van dejando espacio al estado moderno, para consolidar el sistema político moderno y dejar atrás todo riesgo de feudalismo, las grandes potencias inventan un poder estatal fuerte y centralizado, los dotan de ejército, crean la burocracia administrativa y nacen los impuestos, aporte obligatorio de los habitantes para ser protegido por el Estado.
No importa los detalles, pero interesa retener que los siglos XlX y XX transitan bajo el criterio de la “guerra” como un mal necesario para consolidar las soberanías, definir los territorios, conformar un orden interno en cada estado. 
Ello se hacía con ejércitos y con mercenarios, espías y profesionales de la guerra. 
Las leyes son parte de ese objetivo, porque procuran ordenar a las multitudes (súbditos), dentro de los límites territoriales y sujetarlas a las órdenes de un soberano determinado.
Así es como se “explican” las guerras mundiales, los genocidios, el nacimiento del sindicalismo, el terrorismo de estado y las fuerzas armadas que enfrentan a los estados. 
Era un mundo en guerra, y todo eso era “esperable”.
El siglo XIX es parte de la historia, el siglo XX termino hace 17 años, sólo en oriente medio y en el norte de áfrica subsisten unas pocas guerras convencionales porque los estados no alcanzaron todavía grados de desarrollo y acomodamiento territorial óptimos. 
Siguen todavía en el fin de la etapa feudal y en tránsito al Estado Constitucional de Derecho. Hasta que ello suceda correrá mucha sangre todavía.
¿Dónde está Argentina?
Depende como y a quién miremos. Si ponemos la vista en los monos sindicales que saltan de árbol en árbol gritando que hay que batir al enemigo o que incendiarán todo si un juez se les acerca o si tomamos nota de algunos políticos cercanos al peronismo (kirchneristas y anti-kichneristas, es lo mismo) que cantan desenfadados la marcha con los puños cerrados, los rostros colorados de bronca y arengando multitudes bajo promesa de “pancho y coca”, podríamos concluir que Argentina todavía transita la etapa feudal, en tránsito al estado moderno. Somos monos.
Por el contrario, si miramos algunos políticos que no cierran los puños, ni se suben a gritar en grandes estrados, que en sus discursos no se advierte palabras como “enemigos”, “combatir”, “vencer”, “destruir”, etc. y que no enrojecen sus rostros ni fruncen sus ceños cuando hablan, diríamos que Argentina supero el feudalismo y se encamina a construir sus instituciones democráticas. Somos humanos.
Hoy los argentinos no elegirán solo personas. 
Dirán en las urnas si quieren el estado feudal o el estado moderno. 
Si quieren la guerra o la paz. Elegirán entre pseudosoldados con la cara pintada y el fusil al hombro o personas comunes que simplemente administren los recursos públicos. 
Optarán entre monos gritones de puños cerrados y ojos desorbitados o seres humanos que deberán cumplir sus propuestas para no ser “despedidos” en las próximas elecciones. 
De un modo u otro, sería bueno que alguien les avise a los monos que terminó la guerra, pueden dejar las armas y ayudar a construir la Argentina del siglo XXI.

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