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Ganó Cambiemos: ¿Qué cambia?

Lunes, 23 de octubre de 2017 03:20

El frente político oficialista Cambiemos ganó ampliamente en las elecciones de la Argentina de octubre de 2017 en la suma de votos, más allá de los triunfos del peronismo tradicional en varias provincias, y, especialmente, ante el peronismo kirchnerista y la propia Cristina Kirchner. 
La pregunta relevante, una vez despejada la incógnita que solamente se presentaba como tal a partir del triste episodio de Santiago Maldonado, es plantearse cómo sigue el mapa político en el siguiente tramo hasta las elecciones presidenciales de 2019.
Es claro que el respaldo mayoritario que ha logrado el Gobierno nacional se compone de dos aspectos que no deberían ignorarse, y que son, por una parte, el claro deseo de la mayoría de tomar distancia de la etapa “ganada” a lo largo de 12 años, que supusieron un nuevo experimento de formas de gobierno y de manejo de la economía y la política que fracasaron tanto en la Argentina como en otros lugares donde fueran propuestos, y por el otro, un respaldo a mejoras, cosméticas si se quiere, pero progresos al fin, traducidos en un clima político respirable, con pleno imperio de las libertades, en especial de prensa, y avances importantes en aspectos tales como la reparación a los jubilados, el no abandono de los sectores más débiles de la sociedad y la clara visibilización de la sociedad de la obra pública en cuestiones críticas como la infraestructura, la vivienda, el saneamiento, etc.
Desde el punto de vista del interior del frente, y a pesar de algunos ruidos, especialmente por parte del partido mayoritario en posicionamiento territorial, la UCR, éste necesariamente se ve fortalecido y ese fortalecimiento se traslada justamente hacia los sectores críticos, toda vez que queda claro que el trabajo político de las partes es el que potencia el frente, más que el mero reparto de responsabilidades por puro reclamo. 
En especial, el resultado favorable se apreciará en las internas del radicalismo de diciembre, donde las voces críticas tendrán dificultades para explicar por qué el trabajo político a secas de los territorios donde el radicalismo peleó posiciones con resultados aceptables o francamente muy buenos logró consolidar la presencia de este partido.

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El frente político oficialista Cambiemos ganó ampliamente en las elecciones de la Argentina de octubre de 2017 en la suma de votos, más allá de los triunfos del peronismo tradicional en varias provincias, y, especialmente, ante el peronismo kirchnerista y la propia Cristina Kirchner. 
La pregunta relevante, una vez despejada la incógnita que solamente se presentaba como tal a partir del triste episodio de Santiago Maldonado, es plantearse cómo sigue el mapa político en el siguiente tramo hasta las elecciones presidenciales de 2019.
Es claro que el respaldo mayoritario que ha logrado el Gobierno nacional se compone de dos aspectos que no deberían ignorarse, y que son, por una parte, el claro deseo de la mayoría de tomar distancia de la etapa “ganada” a lo largo de 12 años, que supusieron un nuevo experimento de formas de gobierno y de manejo de la economía y la política que fracasaron tanto en la Argentina como en otros lugares donde fueran propuestos, y por el otro, un respaldo a mejoras, cosméticas si se quiere, pero progresos al fin, traducidos en un clima político respirable, con pleno imperio de las libertades, en especial de prensa, y avances importantes en aspectos tales como la reparación a los jubilados, el no abandono de los sectores más débiles de la sociedad y la clara visibilización de la sociedad de la obra pública en cuestiones críticas como la infraestructura, la vivienda, el saneamiento, etc.
Desde el punto de vista del interior del frente, y a pesar de algunos ruidos, especialmente por parte del partido mayoritario en posicionamiento territorial, la UCR, éste necesariamente se ve fortalecido y ese fortalecimiento se traslada justamente hacia los sectores críticos, toda vez que queda claro que el trabajo político de las partes es el que potencia el frente, más que el mero reparto de responsabilidades por puro reclamo. 
En especial, el resultado favorable se apreciará en las internas del radicalismo de diciembre, donde las voces críticas tendrán dificultades para explicar por qué el trabajo político a secas de los territorios donde el radicalismo peleó posiciones con resultados aceptables o francamente muy buenos logró consolidar la presencia de este partido.

Lo que queda
Sin duda, queda mucha tela para cortar, porque los indiscutidos progresos logrados no alcanzan para “cantar victoria” respecto a los grandes desafíos endémicamente postergados de la Argentina, como el definitivo afianzamiento de la República, con su división de poderes, el federalismo practicado desde la Nación y las propias provincias, previamente despojadas del caudillismo que caracteriza a su mayoría, la pobreza estructural, las asimetrías regionales y un largo etcétera.
Si el Gobierno y la alianza política que lo sostiene entienden que lo conseguido es un voto de confianza para fortalecer lo poco pero importante ya logrado, a condición de avanzar y profundizar los cambios que la Argentina necesita, y no un guiño para confiarse en que no se necesitan más transformaciones, probablemente en 2019 la Argentina habrá entrado en una etapa que nunca debió haber dejado de lado, cual es la de un país que mejora progresivamente lo hecho en pos de mayores logros, dejando atrás el eterno empezar de nuevo de las recurrentes “refundaciones”.
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