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ICAN, Nobel de la Paz, advierte sobre el uso de armas nucleares 

Dijeron que la utilización de decenas o de cientos de estas bombas alteraría radicalmente el clima mundial y provocaría una hambruna generalizada.
Viernes, 06 de octubre de 2017 20:50

Su combate incansable para prohibir y eliminar las armas nucleares le valió a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) el Premio Nobel de la Paz, justo cuando este armamento constituye una amenaza nunca vista en décadas.
Hace ya diez años que la ICAN da la voz de alarma para pedir la eliminación de estas armas de destrucción masiva.
Se trata de una coalición internacional que reúne en un centenar de países a cientos de organizaciones humanitarias, ecologistas, de protección de los derechos humanos, pacifistas y por el desarrollo.
Su lucha encarnizada desembocó en julio en una victoria en la ONU, cuando medio centenar de países lanzaron la firma de un tratado de prohibición de las armas atómicas. El alcance es simbólico porque las nueve potencias nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte), que suman unas 15.000 armas nucleares entre todas, boicotean el texto. Y debido a que no entrará en vigor hasta que 50 países lo ratifiquen.
“Todavía no hemos acabado. El trabajo no habrá terminado mientras haya armas nucleares”, declaró a la AFP Beatrice Fihn, que dirige la ICAN.
La reciente exacerbación de la tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte por el programa atómico de Pyongyang es, según ella, una señal de alarma. “Las armas nucleares pueden llevar al mundo a su fin, literalmente”, advirtió Fihn.
Constituida oficialmente en 2007 en Viena, al margen de una conferencia internacional del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), la ICAN ha sabido atraer a su causa a activistas de todo el mundo, y también a personalidades influyentes.
El arzobispo sudafricano y Nobel de la Paz Desmond Tutu, el músico de jazz Herbie Hancock o el Dalái Lama son algunos de los que apoyan a la organización, con sede en el recinto del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra, cerca de la ONU.
Hace una década, cuando el movimiento antinuclear estaba bastante fragmentado, la ICAN logró juntar a los activistas con un objetivo común: prohibir y eliminar las armas nucleares, como ya lo fueron las biológicas o las minas antipersona. Estos esfuerzos dieron fruto en julio con la adopción por 122 países del nuevo tratado que prohibe las armas nucleares, pese a la oposición de Estados Unidos y de otras potencias nucleares. Aunque estas no son las únicas afectadas. Según la ICAN, cinco países europeos tienen en su territorio armas nucleares estadounidenses, en virtud de un acuerdo en el marco de la OTAN. Además, otra veintena de países afirman que su seguridad depende de las armas nucleares estadounidenses, según la ICAN. Eso sin contar con que algunos poseen reactores nucleares o reactores de investigación que pueden desviarse de su uso civil para la fabricación de armas.
Los programas dedicados a las armas nucleares desvían, según los activistas, los fondos públicos de la seguridad social, de la educación, de la ayuda a los damnificados y de otros servicios esenciales.
Los nueve países con armas nucleares se gastan más de 105.000 millones de dólares anuales en el mantenimiento y la modernización de sus arsenales, según la ICAN. 
La ICAN es financiada por donantes privados y por contribuciones de la Unión Europea (UE) y de varios Estados como Noruega, Suiza, Alemania y el Vaticano. El presupuesto de la organización supera un millón de dólares por año.
 

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Su combate incansable para prohibir y eliminar las armas nucleares le valió a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) el Premio Nobel de la Paz, justo cuando este armamento constituye una amenaza nunca vista en décadas.
Hace ya diez años que la ICAN da la voz de alarma para pedir la eliminación de estas armas de destrucción masiva.
Se trata de una coalición internacional que reúne en un centenar de países a cientos de organizaciones humanitarias, ecologistas, de protección de los derechos humanos, pacifistas y por el desarrollo.
Su lucha encarnizada desembocó en julio en una victoria en la ONU, cuando medio centenar de países lanzaron la firma de un tratado de prohibición de las armas atómicas. El alcance es simbólico porque las nueve potencias nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte), que suman unas 15.000 armas nucleares entre todas, boicotean el texto. Y debido a que no entrará en vigor hasta que 50 países lo ratifiquen.
“Todavía no hemos acabado. El trabajo no habrá terminado mientras haya armas nucleares”, declaró a la AFP Beatrice Fihn, que dirige la ICAN.
La reciente exacerbación de la tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte por el programa atómico de Pyongyang es, según ella, una señal de alarma. “Las armas nucleares pueden llevar al mundo a su fin, literalmente”, advirtió Fihn.
Constituida oficialmente en 2007 en Viena, al margen de una conferencia internacional del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), la ICAN ha sabido atraer a su causa a activistas de todo el mundo, y también a personalidades influyentes.
El arzobispo sudafricano y Nobel de la Paz Desmond Tutu, el músico de jazz Herbie Hancock o el Dalái Lama son algunos de los que apoyan a la organización, con sede en el recinto del Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra, cerca de la ONU.
Hace una década, cuando el movimiento antinuclear estaba bastante fragmentado, la ICAN logró juntar a los activistas con un objetivo común: prohibir y eliminar las armas nucleares, como ya lo fueron las biológicas o las minas antipersona. Estos esfuerzos dieron fruto en julio con la adopción por 122 países del nuevo tratado que prohibe las armas nucleares, pese a la oposición de Estados Unidos y de otras potencias nucleares. Aunque estas no son las únicas afectadas. Según la ICAN, cinco países europeos tienen en su territorio armas nucleares estadounidenses, en virtud de un acuerdo en el marco de la OTAN. Además, otra veintena de países afirman que su seguridad depende de las armas nucleares estadounidenses, según la ICAN. Eso sin contar con que algunos poseen reactores nucleares o reactores de investigación que pueden desviarse de su uso civil para la fabricación de armas.
Los programas dedicados a las armas nucleares desvían, según los activistas, los fondos públicos de la seguridad social, de la educación, de la ayuda a los damnificados y de otros servicios esenciales.
Los nueve países con armas nucleares se gastan más de 105.000 millones de dólares anuales en el mantenimiento y la modernización de sus arsenales, según la ICAN. 
La ICAN es financiada por donantes privados y por contribuciones de la Unión Europea (UE) y de varios Estados como Noruega, Suiza, Alemania y el Vaticano. El presupuesto de la organización supera un millón de dólares por año.
 

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