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Lavallén: invitación al oficio del arte como forma de vivir

Es uno de los grandes pintores nacionales, sus cuadros son íconos. Hace tres años que el artista se radicó en Vaqueros.
Domingo, 08 de octubre de 2017 22:37

“El retrato es un arte elevado. Se trata de atrapar la esencia en unos trazos. Ese es un reto en muchas artes de oficio exigente, como la del perfumista: atrapar lo evanescente, el instante, el gesto”, dice Julio Lavallén.

Se trata de uno de los grandes pintores argentinos de la actualidad y de los pocos cuya firma tiene su propio mercado. Nativo de Concordia, Entre Ríos, se radicó en Buenos Aires, luego en España. Su trabajo es conocido, sus retratos destacados, como la serie que le hizo a Jorge Luis Borges. Desde hace tres años se radicó en Salta y abrió en Vaqueros su propio taller. “En Vaqueros está mi lugar. Hace tres años que lo exploro. Estuve viviendo en carpa ahí, antes de levantar mi casa. Yo me quería ir de la ciudad, quería algo diferente. No creo más en el éxito. Ya tuve esa experiencia, quiero una vida tranquila, escuchar el monte. Descubrí otro territorio y me voy a quedar ahí”, cuenta.

El viernes pasado presentó en nuestra ciudad “Laetitia. Crónica de un desnudo”, libro que realizó junto a Laura Haimovichi en 2016. En esa edición retrata su propio trabajo con modelos. O mejor, con una modelo, la bailarina francesa Laetitia Machalski. Lavallén muestra sus óleos y su forma de trabajar, en las fotografías de Hugo Battistessa. Es sorprendente.

Otro costado que habla del trabajo del pintor es el también conocido “Espacio Lavallen”, un centro cultural que lleva su nombre, en Solís 1125, y San Juan, en la CABA. En ese espacio se llevan a cabo presentaciones teatrales, musicales, exposiciones y otras actividades que se extienden a lo largo de programas anuales. 

“El cuerpo también es un rostro. Tiene una identidad. Por eso en mis talleres siempre explico que la modelo es el maestro. Su cuerpo es la realidad y hay que aprenderla: en su figura interactuan fuerzas que salen, que entran, que se deslizan. En realidad, toda la pintura es un tratamiento de fuerzas. Y lo que se representa es la anécdota”, dice sobre su trabajo con modelos. Habla de la capacidad de atrapar el instante y de eternizarlo en una obra.
“Al principio uno pinta para ser artista. Al final, uno descubre que tiene que huir del rol del artista para ser artista”, sentencia.

¿Cómo hacer para desarrollar al artista? Lavallén lleva adelante un taller en el que trabaja con modelo vivo. “Se trata de movilizar un proceso desde lo sensorial a lo intelectual. El oficio del pintor, que permite el control del trabajo, se debe olvidar en función de la emoción. Ese es el eje”, dice.

Este mismo taller que ahora trasladó a Vaqueros, Lavallén lo dictaba en la CABA, a donde tenía una concurrencia especial. “No me gustan los talleres muy numerosos, esa es mi particularidad. Prefiero que las cosas sean serias, creativas, pero serias, con un acercamiento más personal a cada uno”, dice.

Cuenta que cada vez eran más especializadas sus clases con modelo vivo. “Al final eran como ceremonias. Muchas veces ensayamos previamente una serie de poses, coreografías para resaltar puntos sobre los que me quería explayar con el taller. La modelo siempre debe estar en movimiento y hay que atrapar esa especie de perfume que genera. Se necesita dibujar mucho y se entra en una especie de meditación. Una vez, uno de los chicos del taller hizo ¡170 dibujos!”, se sorprende.

Sus talleres también tienen un tiempo máximo de tres años. “Después comenzamos a aburrirnos mutuamente”, explica. “Lo que planteo es que no se trata de aprender a pintar batik, sino que en tres años podemos desarrollar una serie de herramientas para abordar el oficio de forma completa. Una posibilidad de abordar el arte desde o sensible y lo intelectual y sobre todo, comprenderlo como una forma de relacionarse, una manera de vivir”, dice.
 

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“El retrato es un arte elevado. Se trata de atrapar la esencia en unos trazos. Ese es un reto en muchas artes de oficio exigente, como la del perfumista: atrapar lo evanescente, el instante, el gesto”, dice Julio Lavallén.

Se trata de uno de los grandes pintores argentinos de la actualidad y de los pocos cuya firma tiene su propio mercado. Nativo de Concordia, Entre Ríos, se radicó en Buenos Aires, luego en España. Su trabajo es conocido, sus retratos destacados, como la serie que le hizo a Jorge Luis Borges. Desde hace tres años se radicó en Salta y abrió en Vaqueros su propio taller. “En Vaqueros está mi lugar. Hace tres años que lo exploro. Estuve viviendo en carpa ahí, antes de levantar mi casa. Yo me quería ir de la ciudad, quería algo diferente. No creo más en el éxito. Ya tuve esa experiencia, quiero una vida tranquila, escuchar el monte. Descubrí otro territorio y me voy a quedar ahí”, cuenta.

El viernes pasado presentó en nuestra ciudad “Laetitia. Crónica de un desnudo”, libro que realizó junto a Laura Haimovichi en 2016. En esa edición retrata su propio trabajo con modelos. O mejor, con una modelo, la bailarina francesa Laetitia Machalski. Lavallén muestra sus óleos y su forma de trabajar, en las fotografías de Hugo Battistessa. Es sorprendente.

Otro costado que habla del trabajo del pintor es el también conocido “Espacio Lavallen”, un centro cultural que lleva su nombre, en Solís 1125, y San Juan, en la CABA. En ese espacio se llevan a cabo presentaciones teatrales, musicales, exposiciones y otras actividades que se extienden a lo largo de programas anuales. 

“El cuerpo también es un rostro. Tiene una identidad. Por eso en mis talleres siempre explico que la modelo es el maestro. Su cuerpo es la realidad y hay que aprenderla: en su figura interactuan fuerzas que salen, que entran, que se deslizan. En realidad, toda la pintura es un tratamiento de fuerzas. Y lo que se representa es la anécdota”, dice sobre su trabajo con modelos. Habla de la capacidad de atrapar el instante y de eternizarlo en una obra.
“Al principio uno pinta para ser artista. Al final, uno descubre que tiene que huir del rol del artista para ser artista”, sentencia.

¿Cómo hacer para desarrollar al artista? Lavallén lleva adelante un taller en el que trabaja con modelo vivo. “Se trata de movilizar un proceso desde lo sensorial a lo intelectual. El oficio del pintor, que permite el control del trabajo, se debe olvidar en función de la emoción. Ese es el eje”, dice.

Este mismo taller que ahora trasladó a Vaqueros, Lavallén lo dictaba en la CABA, a donde tenía una concurrencia especial. “No me gustan los talleres muy numerosos, esa es mi particularidad. Prefiero que las cosas sean serias, creativas, pero serias, con un acercamiento más personal a cada uno”, dice.

Cuenta que cada vez eran más especializadas sus clases con modelo vivo. “Al final eran como ceremonias. Muchas veces ensayamos previamente una serie de poses, coreografías para resaltar puntos sobre los que me quería explayar con el taller. La modelo siempre debe estar en movimiento y hay que atrapar esa especie de perfume que genera. Se necesita dibujar mucho y se entra en una especie de meditación. Una vez, uno de los chicos del taller hizo ¡170 dibujos!”, se sorprende.

Sus talleres también tienen un tiempo máximo de tres años. “Después comenzamos a aburrirnos mutuamente”, explica. “Lo que planteo es que no se trata de aprender a pintar batik, sino que en tres años podemos desarrollar una serie de herramientas para abordar el oficio de forma completa. Una posibilidad de abordar el arte desde o sensible y lo intelectual y sobre todo, comprenderlo como una forma de relacionarse, una manera de vivir”, dice.
 

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