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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El astuto, el tramposo y la pandilla

“No le mienta a su pueblo... Y cuando deba usar la trampa por carecer de astucia, llegó el momento de su retiro” (Maquiavelo).
Sabado, 02 de diciembre de 2017 20:56

El fin de los primeros imperios mundiales dio paso en el siglo V a una importante dispersión del poder y la aparición de pequeños y numerosos centros políticos, como el califato islámico, las ciudades episcopales y las monarquías feudales. Sus gobernantes provocan atrocidades como la inquisición y la esclavitud, anulan libertades individuales y crean centros de poder sin reglas, regidos por el temor, la trampa y el pandillaje.

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El fin de los primeros imperios mundiales dio paso en el siglo V a una importante dispersión del poder y la aparición de pequeños y numerosos centros políticos, como el califato islámico, las ciudades episcopales y las monarquías feudales. Sus gobernantes provocan atrocidades como la inquisición y la esclavitud, anulan libertades individuales y crean centros de poder sin reglas, regidos por el temor, la trampa y el pandillaje.

En el siglo XV el mundo se encamina a la búsqueda de una figura institucional que asegure orden y autoridad bajo el criterio de “la ley”, lo que empieza a concretarse mucho más tarde, con la revolución americana de 1776 y la revolución francesa de 1789. Los americanos del Norte hicieron su revolución y nunca abandonaron sus principios de libertad. Los franceses hicieron la suya, pero pronto adquirieron formas contrarias a sus propios ideales de libertad.

La revolución Argentina de 1810 buscó sin éxito crear instituciones, logró emancipar la región pero dio nacimiento a una dictadura y a un particular reparto de tierras entre pocos. Con la Constitución de 1853 comienza la verdadera revolución argentina, pero lo bueno duró hasta 1930, momento a partir del cual sucesivos gobiernos anulan la ley (no la derogan) y usan para gobernar el temor y la trampa. Luego, el peronismo de los setenta y el kirchnerismo, incorporan al temor y la trampa, el pandillaje, convirtiendo a la Argentina en un pueblo “medieval”.

Hay dos formas de pandillaje político: la primera consiste en asegurar la impunidad de los funcionarios y la segunda en adueñarse de las instituciones democráticas. La impunidad se obtiene dictando leyes que reservan la designación de los jueces a una convivencia secreta entre el Ejecutivo y el Legislativo u obstaculizan el “derecho” ciudadano de demandar al estado y a sus funcionarios. Respecto de cómo se adueñan de las instituciones democráticas, basta un ejemplo. 

El viernes 24 de noviembre, durante la elección de autoridades en la Cámara de Diputados de la Provincia de Salta, legisladores peronistas y kirchneristas evitaron que la nueva camada de diputados elegidos en las últimas elecciones ocupara cargos de conducción administrativa y financiera de ese órgano. No sólo eso, además dejaron afuera de la conducción a legisladores que obtuvieron en las elecciones más votos que ellos. Aún habiendo perdido las elecciones, se negaron a delegar la administración financiera y la conducción de la Cámara de Diputados. ¿Trampa o astucia?

En política no siempre es fácil distinguir la astucia de la trampa. Aunque ambas pretendan ocupar lugares de poder transitan caminos distintos. La astucia consiste en articular normas vigentes. La trampa evita la norma y transgrede los procedimientos. Es devastadora para la democracia porque corrompe las formas puras de gobierno: la monarquía muta en tiranía; la aristocracia, en oligarquía; la democracia, en anarquía. 

La Constitución provincial expresa que “Los partidos políticos son instrumentos de participación con los que se expresa la voluntad política del pueblo para integrar los poderes del Estado” (art. 53), y por ello debe asegurarse la representación proporcional de las minorías durante los comicios (art. 56). El sentido que tiene asegurar la representación proporcional durante los comicios es que luego esa representación se refleje en la designación de los órganos de conducción de la Cámara. Lo contrario implica burlar tramposamente el fin de la norma constitucional, porque nunca debe existir una distancia inaceptable entre la formación del gobierno (acto electoral) y el ejercicio del poder público (distribución del poder entre los elegidos). El 24 de noviembre se violentaron principios constitucionales y se usaron procedimientos arbitrarios. Hubo trampa. Desde Maquiavelo sabemos que el acceso y mantenimiento del poder político exige flexibilidad moral, pero ni Maquiavelo aceptó el uso de la mentira para acceder al poder ni la trampa para ejercerlo. Le dijo alguna vez a un joven político: “No le mienta a su pueblo, aunque puede no decir toda la verdad. Y cuando deba usar la trampa por carecer de astucia, llegó el momento de su retiro”. Las palabras de Maquiavelo podrían aplicarse a todos los órdenes de la vida. En este caso, le tocó a la política. 

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