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Jorge Leal, el hombre del Polo Sur

Jueves, 22 de junio de 2017 22:36

El 10 de diciembre de 1965 los argentinos coronamos una hazaña de la mano del hombre que nos llevó por vía terrestre hasta el Polo Sur: el entonces coronel Jorge Leal.

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El 10 de diciembre de 1965 los argentinos coronamos una hazaña de la mano del hombre que nos llevó por vía terrestre hasta el Polo Sur: el entonces coronel Jorge Leal.

El presidente Arturo Illia estaba esperando la noticia para difundirla a la Nación. El mensaje fue breve: "Señor Comandante en Jefe: Desde el Polo Sur, límite austral de nuestra patria, informo a Ud., que la misión encomendada ha sido cumplida sin novedad. He depositado una "Virgen del Milagro" y otra "Del Valle". Misión Cumplida".

Un grupo de argentinos, comandados por un salteño, por un hombre de Rosario de la Frontera, habían pisado uno de los lugares más inhóspitos y exóticos de la Tierra.

Allí en el último confín del globo, plantaron la bandera argentina y cantaron emocionados el himno nacional. Más de un mes y medio a través de los hielos eternos, con tractores de nieve (Snowcat) y trineos tirados por perros polares y soportando temperaturas de 40§ bajo cero, fue el precio que había que pagar para que pies argentinos se posaran en aquella única, inhospitalaria y desolada región del planeta.

Operación Noventa

En total 66 días de viajes antárticos y 2.982 kilómetros recorridos a través de los hielos. Argentina se situó entonces como el primer país que llegó al Polo Sur partiendo y regresando desde el helado Mar de Weddell. Se la llamó "Operación Noventa" y los nueve hombres que acompañaron al coronel salteño fueron el capitán Gustavo Adolfo Giró (a cargo de las tareas científicas), el suboficial principal Ricardo Bautista Ceppi, los sargentos ayudantes Alfredo Florencio Pérez y Julio César Ortiz, los sargentos primeros Roberto Humberto Carrión (topógrafo), Jorge Raúl Rodríguez, Adolfo Oscar Moreno (topógrafo) y Domingo Zacarías; el cabo Oscar Ramón Alfonso y ocho maravillosos perros polares, de Alaska, cuyos nombres la historia ha guardado y que fueron: Mary, Gigi, Gina, Gorda, Gaucho, Cola, Gordo y Tarzán.

Espíritu salteño

Salta quedó inmortalizada en los hielos antárticos cuando Leal alcanzó el polo, depositó allí la imagen de la Virgen del Milagro, levantó el "Refugio Gemes" en la Bahía Dusse e inauguró el "Refugio Salta" en los nunataks de Moltké en el Mar de Weddell.

Luego de aquella histórica hazaña donde Leal dejó bien alto el nombre de Salta, supo representar cabalmente a nuestro país en las cuestiones del Antártico. Fue además uno de los preclaros directores de la Dirección Nacional del Antártico. Se retiró con el grado de General de Brigada. Recibió numerosas condecoraciones nacionales, entre ellas la Orden Mariano Moreno en 2013.

El gobernador de Salta Ricardo J. Durand, el 24 de febrero de 1966, lo reconoció como héroe y lo declaró Huésped de Honor. En el año 2000, Salta lo honró al declararlo "Hombre del Año" con el premio Persona. En esa oportunidad se hizo presente en los salones del Hotel Salta donde recibió la distinción y compartió la cena con los allí presentes. Leal era un hombre cabal y sencillo, un patriota sudamericano por convicción y temperamento, un militar democrático por federal y republicano, un nostálgico del futuro de la Antártida Sudamericana y un legítimo "Héroe de la Nación".

De Rosario al polo

Jorge Edgar Leal nació un 23 de abril de 1921 en Rosario de la Frontera y falleció en Buenos Aires el 10 de junio de 2017. Era hijo de Servando Leal y Eduviges Romano. Ingresó al Colegio Militar de la Nación en 1939 y egresó como Subteniente de Caballería en 1943. En la década de 1950 comenzó sus actividades antárticas que no abandonaría. En 1951 se hizo cargo de la Base Antártica San Martín. Fue el fundador de la Base Antártica Esperanza en 1952 y en 1957 jefe de la Base de Ejército General Belgrano. Su actividad de viejo antártico lo llevó a cumplir un papel importante al actuar como asesor de la delegación argentina a la Conferencia Antártica de Camberra (Australia, 1961) y más tarde, en 1964, fue asesor de la delegación a la Tercera Reunión Consultiva del Tratado Antártico de Bruselas. A principios de la década de 1960 se comenzó a pensar en la posibilidad de alcanzar el Polo Sur atravesando lo que aún se reclama como Sector Antártico Argentino.

La hazaña de llegar hasta ese remoto punto del planeta la habían logrado antes exploradores nórdicos, británicos y americanos, entre ellos el noruego Roald Amundsen en 1911. Luego le siguió la trágica expedición del británico Robert Scott, que llegó un mes después de Amundsen, pero él y sus cuatro compañeros fallecieron de hambre e hipotermia en el viaje de regreso. Luego, la fracasada expedición del británico Ernest Shackleton en 1914. Asimismo llegaron por tierra en 1958 las expediciones de Edmund Hillary y de Vivian Fuchs. También hubo un primer sobrevuelo sobre el polo en 1929 por parte de Richard Byrd y Bernt Balchen y, en 1956, se produjo el aterrizaje del marine norteamericano George Dufek, que piloteó un avión Douglas C-47 Skytrain.

Leal comandaría la Operación Noventa, así llamada porque el objetivo era alcanzar los 90 grados de latitud, esto es el polo geográfico del planeta donde convergen todos los meridianos en un solo punto y en donde la mitad del año es día absoluto y la otra mitad noche absoluta. Salvo la extraña luminosidad de las fantasmagóricas auroras australes. El motivo principal de la misión era "afirmar la capacidad argentina de alcanzar todos los rincones de lo que considera su territorio soberano, buscando afirmar así los derechos de la soberanía territorial esgrimidos por el país en la Antártida argentina”. 
A los fines de incrementar el conocimiento del territorio estaba previsto que durante la marcha se realizaran observaciones científicas y técnicas, especialmente geológicas, gravimétricas y meteorológicas. Es interesante destacar lo que significa el Polo Sur, una elevación de 3.000 m de altura, donde se registran las temperaturas más bajas de la Tierra. Es un desierto seco donde durante el invierno reina la oscuridad total. 
El propio Leal escribió a sus superiores sobre lo que significaba aquella región y les decía: “Ese último rincón del mundo en donde nos tocó actuar, es en general una blanca y dilatada llanura que se va escalonando en inmensas plataformas de barreras de hielo y nieve, quebradas de tanto en tanto por cordones montañosos y sembradas de traicioneras, torvas peligrosas grietas capaces de tragarse a una columna expedicionaria completa”. Y luego hablaba del impacto sobre el ser humano: “Ese escenario actúa sobre el cuerpo y el alma y hace que el hombre en patrulla, al tener que desarrollar largas y extenuantes jornadas de marcha, con un deficiente descanso y una alimentación que en la Antártida y en Patrullas siempre es incompleta y viéndose obligado a vivir en un estado de permanente sobresalto o inquietud, llegue a un advertible deterioro psicofísico. Los hombres sometidos a la agresión climática y al permanente riesgo van llegando a su límite emocional y físico, y los efectos de la tensión se conocen, entre otras manifestaciones, por una acusada disminución de peso y un inocultable debilitamiento”. 
Leal tenía entonces 44 años de edad y las fotos que se conservan hablan por sí mismas de lo que tuvieron que sufrir aquellos hombres para llevar a cabo su misión. Leal siguió visitando la Antártida innumerables veces. En 1987, los salteños que estábamos en una misión científica del Proyecto Vulcantar fuimos visitados por él en la base de la Isla Decepción. Nos saludó, nos estrechó la mano y se congratuló que un grupo de comprovincianos estuviéramos allí develando los misterios geológicos de esa tierra que él consideraba argentina y sudamericana. 

 

 

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