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Luces y sombras de las “low cost”

¿Por qué las aerolíneas del mundo quieren operar en la Argentina? Un fenómeno que obliga a repensar nuestra realidad aeronáutica. 
Miércoles, 26 de abril de 2017 20:48

Desde hace varios meses los diarios nos bombardean con noticias relacionadas con el desembarco de nuevos operadores aéreos en el mapa de la Argentina o el aumento de las operaciones de los que ya están. Repentinamente, el cielo local se ha convertido, después de años de desinterés, en una de las vedettes del mercado aéreo internacional.

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Desde hace varios meses los diarios nos bombardean con noticias relacionadas con el desembarco de nuevos operadores aéreos en el mapa de la Argentina o el aumento de las operaciones de los que ya están. Repentinamente, el cielo local se ha convertido, después de años de desinterés, en una de las vedettes del mercado aéreo internacional.

Se barajan diversas explicaciones para este fenómeno. La inicial es el cambio radical de la orientación política. A partir de 2006 la Argentina no permitió el ingreso de nuevos operadores importantes, dejando todo el crecimiento del sector en alas de Aerolíneas/Austral. La actual administración anunció el cambio de esa tendencia y esto, automáticamente, movió a todas las empresas locales y extranjeras a analizar con otros ojos la posibilidad de operar en el país.

El potencial en datos

Pero no basta con la posibilidad legal de operar. El dato siguiente es el potencial del mercado aeronáutico argentino en relación con el del resto de la región. Hay muchos modos de medirlo, pero todos dan un resultado positivo, según se infiere de los datos publicados por el Banco Mundial, que mide los pasajeros transportados por líneas de la bandera de cada país, para 2015.

Si nos comparamos con nuestros vecinos cercanos, Colombia y México, resulta que Argentina, con 43,4 millones de habitantes, es el cuarto en población, pero el segundo en PBI per cápita, solo superado por Chile. La relación entre pasajeros por año y número de habitantes en la Argentina es relativamente baja: 0,33 (14.245.000 pasajeros), valor que para México es 0,36, para Perú 0,44, para Brasil 0,49, para Colombia 0,64 y para Chile 0,84.

La primera conclusión es política. Chile, el país que más pasajeros tiene por habitante, es también el que tiene la política aerocomercial más liberalizada de la muestra, posición que fue adoptada hace muchos años. Si Chile es el techo, resulta que Argentina podría multiplicar sus pasajeros actuales por dos y medio. Ese único dato ya justifica que cualquier empresa mire al país con interés. Un dato que refuerza el atractivo del país es su relativamente alto PBI per cápita, que es un indicador de que los pasajeros que podrían integrarse al transporte aerocomercial tendrían cómo pagar sus boletos. Adicionalmente, su superficie es importante, lo que significa, indirectamente, que hay grandes distancias, óptimas para el transporte aéreo.

Destinos perdidos

Los servicios internacionales de la Argentina no son amplios. Desde que Iberia tomó las riendas de Aerolíneas/Austral en 1990, se han perdido muchos destinos, sobre todo europeos, en los que la totalidad del mercado está en manos de empresas extranjeras que, en general, son de perfil tradicional, al igual que Aerolíneas Argentinas. Obviamente allí hay un lugar para operadores de bajo costo. También hay un espacio en las rutas hacia los países limítrofes. Hasta no hace mucho, la idea era que el pasajero aéreo era perfil ABC1, algo que hoy no es cierto, aunque buena parte de la oferta está pensada como si lo fuera.

Allí hay un importante mercado étnico que si la oferta lo considera va a elegir el avión para viajar a Bolivia, Paraguay, Chile y Perú, y además va a partir de ciudades del interior, dejando de lado a Buenos Aires.
Son muchas posibilidades que hacen que considerar la operación en la Argentina sea “obligatorio” en los planes de cualquier empresa con vocación de crecimiento.
Las contras
Pero no todo es prometedor, porque el mercado argentino también tiene problemas. El primero y fundamental es la legislación de fondo, que tiene más de cuarenta años y no considera los cambios que han ocurrido en ese lapso. Los sucesivos gobiernos han preferido no modificarla y manejarse mediante normas menores para cada ocasión, lo que hace que el sistema sea impreciso y débil. Lo primero que tiene que hacer un inversor que quiera poner un pie en la Argentina es encontrar, como hizo LAN en 2006, un vericueto legal, a veces no muy santo. Hay larga experiencia al respecto, y el prestigio del país en este sentido es malo. La actual administración no ha dicho una palabra en materia de reforma legal.
Una segunda cuestión es la infraestructura física. Los aeropuertos del país fueron pensados para otro tipo de servicios y, si bien en este momento están siendo ampliados y actualizados, hay muchos que tienen limitaciones difíciles de superar. El primero de la lista es Aeroparque, donde en los últimos años hubo cinco choques de aviones que estaban haciendo maniobras en tierra asimilables a un estacionamiento y el segundo, Ezeiza, pide a gritos la construcción de una pista paralela y mejoras de fondo en sus accesos terrestres.
En el interior la situación es mejor, pero hay muchas pistas antiguas que requieren mejoras de fondo y terminales como Rosario, que están muy lejos de lo que deberían ser.
Un párrafo aparte es para el control del tránsito aéreo. Si la idea es crecer de modo exponencial, es necesario hacer mucho más que construir torres de control. Hay que actualizar todo el sistema de aeronavegación en uso, una obra cara y de larga duración, que incluye además el reentrenamiento de todos los pilotos del país.
Siguiendo con el tema personal, también es problemática la existencia en el país de pilotos y técnicos capacitados para sostener un crecimiento rápido de la actividad. La ley exige que esos especialistas sean argentinos, por lo que no es posible la solución de traerlos del extranjero.
Un último tema que se plantea como conflictivo es el de las organizaciones gremiales que, por ahora, parecen oponerse a cualquier cambio que sea necesario para crecer. Hay que asumir que los gremios aeronáuticos, que se ven a sí mismos como los gremios de Aerolíneas Argentinas, se vienen manifestado en contra de las empresas privadas desde 1957, y han luchado por su desaparición, ignorando que también son fuentes de trabajo. Alguna vez esto dio lugar a divisiones y a la aparición de nuevos sindicatos.
Así las cosas, o los gremios se adaptan a las circunstancias y aceptan las nuevas compañías, o los trabajadores de éstas, que fundamentalmente quieren trabajar, crearán otras representaciones sindicales. Ya pasó en la historia del gremialismo aeronáutico y puede volver a pasar.

 

 

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