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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Narcóticos Anónimos: una ayuda para quienes quieran dejar la droga

Viernes, 10 de febrero de 2017 01:30
El grupo terapéutico ayuda a conectarse con uno mismo y mirar hacia adelante con esperanza. Archivo Javier Corbalán
"Hola, soy Martín. Hoy hace 13 años, siete meses y 29 días que estoy limpio", contó a El Tribuno este hombre cuando se presentó para dar a conocer a Narcóticos Anónimos (NA), la institución que lo ayudó a dejar de consumir drogas y vivir mejor.
NA funciona en Salta capital hace más de cuatro años. Es una confraternidad solo para personas con adicción, de acceso libre y gratuito, que garantiza la confidencialidad a los que ingresan al grupo. El único requisito es tener el deseo de recuperarse.
Las reuniones de NA son diarias, de 20 a 22. Lunes y jueves se encuentran en la calle Almirante Brown 850, en la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Martes, miércoles y viernes, en la iglesia que está frente a la plaza principal de San Remo. Las personas que quieran asistir pueden ser de cualquier creencia, identidad y elección sexual, raza, edad o posición económica porque "la droga no discrimina". Al alcohol también lo consideran como una droga porque altera el estado de ánimo y provoca adicción.

Caminos de dolor

Martín comenzó a drogarse a los 13 años y continuó haciéndolo durante 17 años. A los 30 decidió dejar de consumir. Nació en Buenos Aires, en una familia de clase media con mamá, papá y cuatro hermanos, y está instalado en Salta hace ocho, donde formó una familia con Romina y su hijo Emanuel. Si bien no consume hace casi 14 años, considera que está en recuperación ya que "la adicción es una enfermedad que no se cura".
"Empecé a drogarme por una cuestión de curiosidad, rebeldía, transgresión, por querer dar un paso más, probar lo que hacían los más grandes, lo prohibido. Era el año 86, volvía la democracia, era una época de liberación y efervescencia. Empecé sin darme cuenta. Un día probé un trago de alcohol, luego otro más. Un día probé drogas livianas, que les llaman. Después, otro tipo de drogas, hasta que las consumí todas. Sin querer, sin darme cuenta, fue un poquito más cada día y se hizo cada vez más grande. Después, la dependencia pasó a ser psíquica y física también. Cuando me quise acordar, consumía todos los días, todo el día. Llegué a hacer cosas que nunca había pensado, como delinquir y robar. Con el transcurrir de los años, mi final fue eso. Terminé solo, nadie me quería ni aguantaba. Mi familia me dio vuelta la cara porque se cansó. Fueron muchos años de querer ayudarme, sostenerme, bancarse mis locuras, mis desapariciones. Mucho miedo, angustia y bronca por las cosas que hacía. Empecé a estar cada vez peor, hasta que pesaba 56 kilos, se me veían las costillas. Tres días sin dormir, no sabían dónde estaba. Aparecía en lugares inhóspitos, donde nunca creí que iba a estar. De a poquito me di cuenta de que estaba en el mismísimo infierno, si existe. Si no existe el infierno, me lo inventé yo. Llegó un momento de soledad y de impotencia porque yo ya no me quería drogar hacía años, pero seguía haciéndolo porque no podía parar, no sabía cómo. Llegué a creer que mi destino era ser drogadicto. Cuando te querés acordar, es muy difícil salir y cuando querés salir es casi imposible. Se puede pero solo no pude yo", relató.

De adictos para adictos

Martín conoció NA tras haber caído preso por un robo, a los 24 años. "Robaba para drogarme", dijo. Tras una condena de dos años en suspensión, por no contar con antecedentes penales, la Justicia le ordenó que comenzara una rehabilitación. Marita, una trabajadora social que le asignó la Justicia, le contó sobre NA. "Yo lo único que sabía en ese momento era que no quería internarme. En NA no me obligan a ir o a hacer algo, no me toman asistencia, no cobran honorarios o inscripción. Es lo que me pareció más genuino. El valor terapéutico de un adicto que ayuda a otro no tiene igual. Solo un adicto entiende lo que pasa, lo que sufre, lo que siente, lo que piensa, la impotencia, los miedos, la esperanza, la euforia y el fracaso de otro adicto. Yo me he equivocado y he vuelto a consumir varias veces. Hace 20 años que vengo con NA y sin embargo hace 13 años y 7 meses que no me drogo. Los primeros años le buscaba una vuelta que no hay. Es un programa sencillo para mentes complicadas. Dejar de drogarse no es fácil pero es posible", señaló.

Enfermedad emocional

La palabra "a-dicción" se relaciona con lo no dicho. Las reuniones de NA consisten en encuentros en los que cada uno tiene un turno de cinco minutos sugeridos para hablar. El recién llegado, en cambio, hace una seña y puede hablar cuantas veces quiera.
"No es que me drogo porque quiero. La adicción es una enfermedad emocional, espiritual, mental, psíquica. La droga es la punta del iceberg, lo que uno ve. Lo que está abajo, esos kilómetros de hielo que no se ven, esa es la enfermedad de la adicción. Estando en recuperación y trabajando conmigo mismo me di cuenta de que mi problema empezó antes. Yo empecé a drogarme para tapar una realidad que no me bancaba. No tenía que ver con el entorno, sino con mis emociones, mi vida, mi forma de ser, con querer ser diferente y no animarme a cambiar. La droga es la consecuencia en la que terminé para anestesiarme, para no sentir, para no vivir, para no tener que tomar decisiones, para no dar pasos, para no interactuar, para no trabajar, no estudiar y no ver la cara a mi familia. Es más serio de lo que se piensa. Para llegar ahí antes hubo algo y eso es lo que lleva al consumo. No hay una edad para empezar a drogarse pero no es casualidad que muchos adictos se droguen en la adolescencia o en la juventud, cuando hay que buscar un rumbo, tomar decisiones y uno tiene esa deficiencia", dijo.

"Hay miles de fondos"

"Los finales a los que te lleva esta enfermedad, si uno no entra en recuperación, son cárceles, hospitales o la muerte. Fondos hay miles. Uno cada vez cava más, cree que ya llegó y siempre hay más para cavar. He tenido un par de intentos de suicidio, como una forma desesperada de tirar un manotazo más. Uno fue con pastillas. Lo que me movió a eso fue una soledad y un sufrimiento terribles", describió.
El propósito primordial de NA es llevar el mensaje al adicto que todavía sufre a causa del consumo porque "la idea es que ningún adicto muera sin antes haber tenido la posibilidad de recuperarse".
"En un momento me paré en la vida. Miré para atrás y vi un tendal de cagadas de todos los colores. Lo peor que podría haber hecho estaba ahí atrás. Miré a mi costado y estaba solo. No había nadie a la derecha ni a la izquierda. Cuando miré adelante, vi oscuro. Dije: "paro o acelero''. Paré en NA, no paré solo. Lo primero es mi recuperación porque, si no, no hay nada. No hay nada más importante que estar como estoy hoy. La única forma de sostenerlo es con la recuperación y la mejor forma es ir dos horas por día a un grupo. Uno puede dejar de drogarse y encontrar una mejor calidad de vida".
"­Buenas 24!" es el saludo que se dan de buen día porque lo hacen "solo por hoy".
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"Hola, soy Martín. Hoy hace 13 años, siete meses y 29 días que estoy limpio", contó a El Tribuno este hombre cuando se presentó para dar a conocer a Narcóticos Anónimos (NA), la institución que lo ayudó a dejar de consumir drogas y vivir mejor.
NA funciona en Salta capital hace más de cuatro años. Es una confraternidad solo para personas con adicción, de acceso libre y gratuito, que garantiza la confidencialidad a los que ingresan al grupo. El único requisito es tener el deseo de recuperarse.
Las reuniones de NA son diarias, de 20 a 22. Lunes y jueves se encuentran en la calle Almirante Brown 850, en la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Martes, miércoles y viernes, en la iglesia que está frente a la plaza principal de San Remo. Las personas que quieran asistir pueden ser de cualquier creencia, identidad y elección sexual, raza, edad o posición económica porque "la droga no discrimina". Al alcohol también lo consideran como una droga porque altera el estado de ánimo y provoca adicción.

Caminos de dolor

Martín comenzó a drogarse a los 13 años y continuó haciéndolo durante 17 años. A los 30 decidió dejar de consumir. Nació en Buenos Aires, en una familia de clase media con mamá, papá y cuatro hermanos, y está instalado en Salta hace ocho, donde formó una familia con Romina y su hijo Emanuel. Si bien no consume hace casi 14 años, considera que está en recuperación ya que "la adicción es una enfermedad que no se cura".
"Empecé a drogarme por una cuestión de curiosidad, rebeldía, transgresión, por querer dar un paso más, probar lo que hacían los más grandes, lo prohibido. Era el año 86, volvía la democracia, era una época de liberación y efervescencia. Empecé sin darme cuenta. Un día probé un trago de alcohol, luego otro más. Un día probé drogas livianas, que les llaman. Después, otro tipo de drogas, hasta que las consumí todas. Sin querer, sin darme cuenta, fue un poquito más cada día y se hizo cada vez más grande. Después, la dependencia pasó a ser psíquica y física también. Cuando me quise acordar, consumía todos los días, todo el día. Llegué a hacer cosas que nunca había pensado, como delinquir y robar. Con el transcurrir de los años, mi final fue eso. Terminé solo, nadie me quería ni aguantaba. Mi familia me dio vuelta la cara porque se cansó. Fueron muchos años de querer ayudarme, sostenerme, bancarse mis locuras, mis desapariciones. Mucho miedo, angustia y bronca por las cosas que hacía. Empecé a estar cada vez peor, hasta que pesaba 56 kilos, se me veían las costillas. Tres días sin dormir, no sabían dónde estaba. Aparecía en lugares inhóspitos, donde nunca creí que iba a estar. De a poquito me di cuenta de que estaba en el mismísimo infierno, si existe. Si no existe el infierno, me lo inventé yo. Llegó un momento de soledad y de impotencia porque yo ya no me quería drogar hacía años, pero seguía haciéndolo porque no podía parar, no sabía cómo. Llegué a creer que mi destino era ser drogadicto. Cuando te querés acordar, es muy difícil salir y cuando querés salir es casi imposible. Se puede pero solo no pude yo", relató.

De adictos para adictos

Martín conoció NA tras haber caído preso por un robo, a los 24 años. "Robaba para drogarme", dijo. Tras una condena de dos años en suspensión, por no contar con antecedentes penales, la Justicia le ordenó que comenzara una rehabilitación. Marita, una trabajadora social que le asignó la Justicia, le contó sobre NA. "Yo lo único que sabía en ese momento era que no quería internarme. En NA no me obligan a ir o a hacer algo, no me toman asistencia, no cobran honorarios o inscripción. Es lo que me pareció más genuino. El valor terapéutico de un adicto que ayuda a otro no tiene igual. Solo un adicto entiende lo que pasa, lo que sufre, lo que siente, lo que piensa, la impotencia, los miedos, la esperanza, la euforia y el fracaso de otro adicto. Yo me he equivocado y he vuelto a consumir varias veces. Hace 20 años que vengo con NA y sin embargo hace 13 años y 7 meses que no me drogo. Los primeros años le buscaba una vuelta que no hay. Es un programa sencillo para mentes complicadas. Dejar de drogarse no es fácil pero es posible", señaló.

Enfermedad emocional

La palabra "a-dicción" se relaciona con lo no dicho. Las reuniones de NA consisten en encuentros en los que cada uno tiene un turno de cinco minutos sugeridos para hablar. El recién llegado, en cambio, hace una seña y puede hablar cuantas veces quiera.
"No es que me drogo porque quiero. La adicción es una enfermedad emocional, espiritual, mental, psíquica. La droga es la punta del iceberg, lo que uno ve. Lo que está abajo, esos kilómetros de hielo que no se ven, esa es la enfermedad de la adicción. Estando en recuperación y trabajando conmigo mismo me di cuenta de que mi problema empezó antes. Yo empecé a drogarme para tapar una realidad que no me bancaba. No tenía que ver con el entorno, sino con mis emociones, mi vida, mi forma de ser, con querer ser diferente y no animarme a cambiar. La droga es la consecuencia en la que terminé para anestesiarme, para no sentir, para no vivir, para no tener que tomar decisiones, para no dar pasos, para no interactuar, para no trabajar, no estudiar y no ver la cara a mi familia. Es más serio de lo que se piensa. Para llegar ahí antes hubo algo y eso es lo que lleva al consumo. No hay una edad para empezar a drogarse pero no es casualidad que muchos adictos se droguen en la adolescencia o en la juventud, cuando hay que buscar un rumbo, tomar decisiones y uno tiene esa deficiencia", dijo.

"Hay miles de fondos"

"Los finales a los que te lleva esta enfermedad, si uno no entra en recuperación, son cárceles, hospitales o la muerte. Fondos hay miles. Uno cada vez cava más, cree que ya llegó y siempre hay más para cavar. He tenido un par de intentos de suicidio, como una forma desesperada de tirar un manotazo más. Uno fue con pastillas. Lo que me movió a eso fue una soledad y un sufrimiento terribles", describió.
El propósito primordial de NA es llevar el mensaje al adicto que todavía sufre a causa del consumo porque "la idea es que ningún adicto muera sin antes haber tenido la posibilidad de recuperarse".
"En un momento me paré en la vida. Miré para atrás y vi un tendal de cagadas de todos los colores. Lo peor que podría haber hecho estaba ahí atrás. Miré a mi costado y estaba solo. No había nadie a la derecha ni a la izquierda. Cuando miré adelante, vi oscuro. Dije: "paro o acelero''. Paré en NA, no paré solo. Lo primero es mi recuperación porque, si no, no hay nada. No hay nada más importante que estar como estoy hoy. La única forma de sostenerlo es con la recuperación y la mejor forma es ir dos horas por día a un grupo. Uno puede dejar de drogarse y encontrar una mejor calidad de vida".
"­Buenas 24!" es el saludo que se dan de buen día porque lo hacen "solo por hoy".
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