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Sabores de Siria, con la esperanza puesta en el futuro

Lunes, 13 de febrero de 2017 01:30
Los sabores árabes aportan una impronta inigualable a la realidad gastronómica local. Algo que a los salteños les encanta. Pero hay otro sabor que llega aún más lejos y deja mella: el de la libertad.
Y es esa ansia de un futuro mejor que impulsó a un joven matrimonio sirio a instalarse en nuestra ciudad. Se trata de Razam (24) y Abdo Alnaoum (38), quienes llegaron a Salta hace cinco años.
En diciembre pasado pusieron todas sus esperanzas en un emprendimiento ubicado en el macrocentro salteño
que ofrece sabores de la comida árabe nuevos y desconocidos.
Para estos jóvenes sirios este emprendimiento es la oportunidad para estabilizarse y soñar con un mejor futuro.
Razam y Abdo llegaron en 2012, atraídos por las referencias que les llegaban de nuestro país. "Una hermana de Abdo, que vive acá hace 10 años, nos contó que Salta era muy linda y que se podía vivir bien", dijo a El Tribuno Razam.

La vida en Siria

Este joven matrimonio vivía en Fairuza, un pueblo cerca de Homs. Allí Abdo se dedicaba a la construcción, mientras que Razam estudiaba en el secundario. Se casaron cuando ella tenía 17 años.
Si bien a su pueblo no llegó la guerra, la crisis por el desabastecimiento y el temor iba en aumento, especialmente porque ambos son cristianos, religión que constituye una de las minorías religiosas de Siria. "La guerra no tocó de cerca nuestro pueblo, pero de noche sentíamos los estruendos de las bombas y de los combates", contó Razam.
Con la idea de un futuro mejor y la esperanza a cuestas, decidieron dejar todo. En Siria quedaron padres, hermanos, tíos y sobrinos. "Hoy la ciudad de Homs está destruida. Por suerte, a nuestras familias no les pasó nada", señaló la joven.

Empezar de nuevo

Luego de muchas idas y vueltas, el matrimonio desembarcó en Argentina en 2012. En un primer momento se instalaron en La Quiaca, donde Abdo trabajó en el comercio, con la ayuda de sus familiares salteños.
Sin embargo, el trabajo empezó a decaer y tuvieron que volver a Salta, con la esperanza de cambiar esa realidad.
La ciudad fue para ellos un bálsamo por su estilo de vida. "Nos gustó mucho la tranquilidad que hay y la gente. Es muy diferente a mi país, pero es un lugar muy lindo para vivir", dijo Razam.
No obstante, la falta de oportunidades de trabajo y la barrera del idioma comenzaron a hacer mella en ellos.
Es así que, luego de largas noches en vela, decidieron embarcarse en un proyecto que aunara trabajo y habilidad. Es que una de las cosas que más le gusta a Razam es cocinar. Y lo hace muy bien.
La joven decidió explotar ese talento y sacar adelante a su familia. Con la ayuda de Abdo, abrieron en diciembre pasado su emprendimiento de sabores árabes y por ahora les está yendo bien. "A todos los salteños les gusta la comida árabe y a mí me encanta cocinar. Mis conocidos me decían que mi comida era muy rica y me animaron. Decidimos abrir esto porque no sabemos otra cosa. Nos costó mucho esfuerzo y sacrificio. Si no nos va bien, no sé qué haremos ya", cuenta con temor y un hilo de esperanza en su voz Razam, quien diseño una carta con sabores innovadores y platos poco conocidos para el salteño en general.
Verduras, carne y arroz árabe, entre otros, toman la forma de kuza mahshe, shish de pollo, shishbarak, falafel, toshka, niños envueltos de verdura, distintas clases de empanadas y picadas árabes, además de los clásicos kupe y tripa rellena, entre muchas otras opciones.
Si bien la reacción de los salteños fue buena y algo tímida, de a poco se van animando a los nuevos sabores. "Algo que me sorprendió fue la gran demanda de platos con verduras. Al principio me aconsejaron incluir muchos platos con carne, pero hoy salen más los niños envueltos de vegetales que los de carne", contó Razam.
Y, como eximia cocinera que es, señaló: "La comida árabe se caracteriza por sus condimentos. Son infaltable siete tipos de pimienta y la pasta de sésamo, que debemos traer desde Buenos Aires porque acá no se consigue".

El español, una barrera

Abdo y Razam llegaron sin saber hablar español. De a poco y con ayuda, fueron aprendiendo la lengua, aunque con mucha dificultad. La televisión colaboró, pero el que logró quebrar la barrera idiomática fue su hijo Jozeph (4), quien nació en Salta y asiste al jardín.
"Vinimos sin saber nada. Mi hijo nos ayuda, habla más español que árabe y en el jardín aprendió un montón. Recurrimos a él ante cualquier duda", señaló su orgullosa mamá.

El amor por Siria

Desde que emigraron, ninguno de los dos volvió a ver a sus respectivas familias. Tampoco conocen al pequeño, que tiene la nacionalidad argentina. "Mi hijo no conoce a sus abuelos ni a sus primos. Y pide hacerlo, porque ve que sus compañeros hablan de sus abuelos", señaló con tristeza la joven siria.
Y concluyó: "Algún día nos gustaría regresar, aunque no sé si la vida allá volverá a ser lo que era. Pero no pensamos en eso. Nos gusta todo de Salta, la gente, su modo de vida, su amabilidad. Ojalá nos podamos quedar siempre", finalizó Razam con esperanza y, sobre todo, con muchas ganas de seguir dándole pelea a la dura realidad del desarraigo.
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Los sabores árabes aportan una impronta inigualable a la realidad gastronómica local. Algo que a los salteños les encanta. Pero hay otro sabor que llega aún más lejos y deja mella: el de la libertad.
Y es esa ansia de un futuro mejor que impulsó a un joven matrimonio sirio a instalarse en nuestra ciudad. Se trata de Razam (24) y Abdo Alnaoum (38), quienes llegaron a Salta hace cinco años.
En diciembre pasado pusieron todas sus esperanzas en un emprendimiento ubicado en el macrocentro salteño
que ofrece sabores de la comida árabe nuevos y desconocidos.
Para estos jóvenes sirios este emprendimiento es la oportunidad para estabilizarse y soñar con un mejor futuro.
Razam y Abdo llegaron en 2012, atraídos por las referencias que les llegaban de nuestro país. "Una hermana de Abdo, que vive acá hace 10 años, nos contó que Salta era muy linda y que se podía vivir bien", dijo a El Tribuno Razam.

La vida en Siria

Este joven matrimonio vivía en Fairuza, un pueblo cerca de Homs. Allí Abdo se dedicaba a la construcción, mientras que Razam estudiaba en el secundario. Se casaron cuando ella tenía 17 años.
Si bien a su pueblo no llegó la guerra, la crisis por el desabastecimiento y el temor iba en aumento, especialmente porque ambos son cristianos, religión que constituye una de las minorías religiosas de Siria. "La guerra no tocó de cerca nuestro pueblo, pero de noche sentíamos los estruendos de las bombas y de los combates", contó Razam.
Con la idea de un futuro mejor y la esperanza a cuestas, decidieron dejar todo. En Siria quedaron padres, hermanos, tíos y sobrinos. "Hoy la ciudad de Homs está destruida. Por suerte, a nuestras familias no les pasó nada", señaló la joven.

Empezar de nuevo

Luego de muchas idas y vueltas, el matrimonio desembarcó en Argentina en 2012. En un primer momento se instalaron en La Quiaca, donde Abdo trabajó en el comercio, con la ayuda de sus familiares salteños.
Sin embargo, el trabajo empezó a decaer y tuvieron que volver a Salta, con la esperanza de cambiar esa realidad.
La ciudad fue para ellos un bálsamo por su estilo de vida. "Nos gustó mucho la tranquilidad que hay y la gente. Es muy diferente a mi país, pero es un lugar muy lindo para vivir", dijo Razam.
No obstante, la falta de oportunidades de trabajo y la barrera del idioma comenzaron a hacer mella en ellos.
Es así que, luego de largas noches en vela, decidieron embarcarse en un proyecto que aunara trabajo y habilidad. Es que una de las cosas que más le gusta a Razam es cocinar. Y lo hace muy bien.
La joven decidió explotar ese talento y sacar adelante a su familia. Con la ayuda de Abdo, abrieron en diciembre pasado su emprendimiento de sabores árabes y por ahora les está yendo bien. "A todos los salteños les gusta la comida árabe y a mí me encanta cocinar. Mis conocidos me decían que mi comida era muy rica y me animaron. Decidimos abrir esto porque no sabemos otra cosa. Nos costó mucho esfuerzo y sacrificio. Si no nos va bien, no sé qué haremos ya", cuenta con temor y un hilo de esperanza en su voz Razam, quien diseño una carta con sabores innovadores y platos poco conocidos para el salteño en general.
Verduras, carne y arroz árabe, entre otros, toman la forma de kuza mahshe, shish de pollo, shishbarak, falafel, toshka, niños envueltos de verdura, distintas clases de empanadas y picadas árabes, además de los clásicos kupe y tripa rellena, entre muchas otras opciones.
Si bien la reacción de los salteños fue buena y algo tímida, de a poco se van animando a los nuevos sabores. "Algo que me sorprendió fue la gran demanda de platos con verduras. Al principio me aconsejaron incluir muchos platos con carne, pero hoy salen más los niños envueltos de vegetales que los de carne", contó Razam.
Y, como eximia cocinera que es, señaló: "La comida árabe se caracteriza por sus condimentos. Son infaltable siete tipos de pimienta y la pasta de sésamo, que debemos traer desde Buenos Aires porque acá no se consigue".

El español, una barrera

Abdo y Razam llegaron sin saber hablar español. De a poco y con ayuda, fueron aprendiendo la lengua, aunque con mucha dificultad. La televisión colaboró, pero el que logró quebrar la barrera idiomática fue su hijo Jozeph (4), quien nació en Salta y asiste al jardín.
"Vinimos sin saber nada. Mi hijo nos ayuda, habla más español que árabe y en el jardín aprendió un montón. Recurrimos a él ante cualquier duda", señaló su orgullosa mamá.

El amor por Siria

Desde que emigraron, ninguno de los dos volvió a ver a sus respectivas familias. Tampoco conocen al pequeño, que tiene la nacionalidad argentina. "Mi hijo no conoce a sus abuelos ni a sus primos. Y pide hacerlo, porque ve que sus compañeros hablan de sus abuelos", señaló con tristeza la joven siria.
Y concluyó: "Algún día nos gustaría regresar, aunque no sé si la vida allá volverá a ser lo que era. Pero no pensamos en eso. Nos gusta todo de Salta, la gente, su modo de vida, su amabilidad. Ojalá nos podamos quedar siempre", finalizó Razam con esperanza y, sobre todo, con muchas ganas de seguir dándole pelea a la dura realidad del desarraigo.
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