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El pequeño Leonardo Soto ya está en Salta para luchar por sus remedios

Regresó de Río Gallegos junto a su hermanita y su mamá en avión. El Gobierno de la Provincia gestionó los pasajes ante la urgencia del caso.
Sabado, 18 de febrero de 2017 00:00

Por Carina Costello

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Por Carina Costello

Gladys Veria es la mamá de Leonardo, el pequeño que padece hiperinsulinismo congénito y que estaba varado en Río Gallegos esperando el cambio de fecha de un pasaje mientras se le agotaba el medicamento que necesita para mantenerse estable. El miércoles en la tarde el pequeño Leonardo, su hermanita de meses y su mamá lograron volver a Salta gracias a una gestión del Gobierno de la Provincia de Salta.

“El día que salió la nota en El Tribuno me llamaron de la Casa de Gobierno, del Ministerio de Salud y de la Cooperadora Asistencial. Quiero darles las gracias al gobernador, al señor Roque Mascarello y al doctor Francisco Marinaro. Gracias a su reacción mi familia pudo volver vía aérea de Río Gallegos”, contó el papá de Leonardo.

Ahora que Leonardo está de regreso, sus padres deberán seguir los pasos necesarios para conseguir la cobertura del 100 por ciento de los costosos medicamentos que toma el pequeño.

“Gracias a lo que salió en el diario, ya me asesoraron. El jueves estuve en el Juzgado Federal para presentar un recurso de amparo. Esperan que el miércoles tenga novedades con la obra social”, explicó el papá de Leonardo.

La travesía de este pequeño y su familia se remonta a fines de enero, cuando tuvieron que viajar a Río Gallegos, donde habían estado viviendo hasta hace un tiempo, para reclamar un cambio en el certificado de discapacidad. La obra social que cubre un 70 por ciento de uno de los medicamentos que el pequeño deberá tomar de por vida reclamaba este cambio para entregar con una cobertura del 100 por ciento.

En Río Gallegos, los profesionales médicos le aseguraron a la madre que el certificado estaba en condiciones, ya que explicaba las consecuencias que la enfermedad causó en el pequeño de 6 años y que lo que debía adjuntar era un diagnóstico de un centro de enfermedades crónicas.

“Me dijeron que lo que se podía hacer es la extensión al certificado en algún centro de enfermedades crónicas, pero que esto debe hacerse acá”, explicó esta joven madre.

Carlos Soto, el papá, fue el encargado de buscar -en las dependencias de la obra social Ospecon- a las profesionales de enfermedades crónicas.

“Nos dijeron que ellos no tienen esa dependencia, ni esos médicos, así que mi esposo se fue el Ministerio de Salud para ver dónde se puede conseguir este certificado. Durante años anteriores Leonardo no tenía problemas con la cobertura, era del ciento por ciento. Pero desde septiembre de 2016 que solo nos cubre el 70 por ciento del medicamento, que tiene un costo de 7 mil pesos”, explicó la mamá.

Leonardo sufre como consecuencia de la hiperinsulinemia congénita, epilepsia y retraso madurativo.

Se quedan sin obra social

En abril la familia Soto quedará sin obra social. Es que Carlos, el papá, está desempleado desde principios de 2016 y la cobertura de la obra social solo se extiende por un año en estos casos. Si bien Leonardo tiene una pensión y los servicios de la obra social Profe, los padres saben que la salud del pequeño necesita de acciones concretas que el Programa Federal de Salud no puede cumplir. “Cuando estábamos en el sur, y mi marido trabajaba, elegimos quedarnos con la obra social que le daba el trabajo porque con Profe no se conseguía ni médico. Así que renunciamos, es una exigencia”, explicó.

Leonardo cuenta con las dosis de medicamentos que debe tomar hasta el 3 de marzo. Además de diazóxido, también toma un anticonvulsivo y un tranquilizante. A esto se suma el control de la glucemia tres veces al día. “A las tiras reactivas para el control de la glucemia la obra social no me las da porque dicen que eso es solo para los casos de diabetes. La caja me sale unos 600 pesos aproximadamente. Tengo dos que me dieron en Río Gallegos”, contó la mamá.

Bajo la protección de la abuela Delicia

Cuando Leonardo, su hermanita y su mamá viajaron a Río Gallegos, en Salta quedaron su hermana de cuatro años y su papá. Carlos vive de las changas. Hace todo lo que sale. Así, cuando Carlos va a trabajar, la pequeñita de cuatro se quedaba con la abuela “Deli”.

Delicia Mendizábal tiene 64 años y en el barrio La Loma es conocida por sus ricas humitas y tamales. Ni qué decir de las empanadillas y turrones salteños. “Los hago por encargo y grandes, porque es mucho trabajo”, le explicó Delicia a El Tribuno, mientras masajeaba las marcas que el trabajo dejó en sus manos.

Delicia crió a sus hijos trabajando en la cocina. Cómo pudo levantó su casa, que tiene dos dormitorios, un baño y una cocina grande. Allí viven aún cuatro de sus hijos -tres de ellos casados- y nueve nietos, entre ellos Leonardo. “Mis hijos me ayudaron a salir adelante, y ahora vamos a poder hacerlo de nuevo”, dijo a El Tribuno.

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