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“Los pasajeros nunca tuvieron una reacción negativa conmigo”

Sandra Costilla formó parte de la primera tanda de colectiveras que se sumaron al sistema de transporte urbano en 2015. Maneja en el servicio metropolitano.
Domingo, 19 de febrero de 2017 00:00

Sandra Costilla estuvo siempre atenta a lo que decían los medios de comunicación sobre la posibilidad de que les permitieran a las mujeres ser choferes de colectivo en Salta. Cuando finalmente escuchó en la radio que se abriría un registro para las que estuvieran interesadas en conducir un ómnibus, hizo todo lo necesario para anotarse. Casi un año y medio después de haber empezado a trabajar en el transporte urbano, cree que la gente tuvo una reacción positiva frente a la incorporación del sexo femenino en un oficio que hasta hace poco era patrimonio de los varones.

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Sandra Costilla estuvo siempre atenta a lo que decían los medios de comunicación sobre la posibilidad de que les permitieran a las mujeres ser choferes de colectivo en Salta. Cuando finalmente escuchó en la radio que se abriría un registro para las que estuvieran interesadas en conducir un ómnibus, hizo todo lo necesario para anotarse. Casi un año y medio después de haber empezado a trabajar en el transporte urbano, cree que la gente tuvo una reacción positiva frente a la incorporación del sexo femenino en un oficio que hasta hace poco era patrimonio de los varones.

“Siempre me sentaba en el parque San Martín, veía pasar los colectivos de la línea 5 y me decía que un día yo iba a estar manejando ahí”, contó a El Tribuno, antes de empezar su recorrido diario en el servicio metropolitano, que va hacia la zona de Cerrillos.

El llamado de una empresa que quería hacerle una prueba para contratarla le llegó el 17 de septiembre de 2015, dos días después de la procesión del Milagro a la que había ido para pedirle a la Virgen un trabajo de colectivera.

“Me convocaron de Ale Hermanos, donde siempre había querido entrar. Fue todo rápido. Me hicieron la prueba y el mismo día me dieron la bienvenida a la empresa. Amo lo que hago, nunca me había sentido así”, aseguró.

Sandra tiene 42 años y una hija de cinco. Antes de ser chofer, durante ocho años tuvo un almacén en su casa, cerca del Grand Bourg.

“Nunca vi una reacción negativa de los pasajeros. Muchas mujeres que se suben me dicen "qué lindo que maneje una mujer'. Algunos hombres se acercan para decirte que sos buena conductora. Los chicos a veces se quedan mirando y comentan que el chofer "es nena'”, describió.

Cree que la resistencia que hubo para que las mujeres se incorporaran como choferes puede relacionarse con estereotipos por parte de algunos sectores. “Los compañeros de mi empresa me recibieron con los brazos abiertos. Son excelentes. Los compañeros de los otros corredores también. Quizás el prejuicio era de una parte de la sociedad”, dijo.

A la espera

En el transporte de pasajeros Sandra conoció a buenas compañeras. Una de ellas le enseñó a manejar en un colectivo particular cuando tenía que sacar el carnet. “Estamos en contacto y a veces nos juntamos. Incluso con chicas que conocimos en la lucha y que todavía están a la espera de que las llamen. Hay muchas”, afirmó.

Sandra sabe que las mujeres en el rubro todavía son pocas y que es importante que todas se apoyen para fortalecerse en un trabajo en el que hay que adaptarse a las exigencias.

“El otro día me crucé con una compañera en un semáforo. Nos miramos para saludarnos y me dijo que venía "recolgada', como se dice cuando vas demorado. Le dije que no se entregue, que nunca hay que entregarse. Siempre hay oportunidad de recuperar los minutos”, comentó.

Sandra Costilla trabajaba en el troncal y ahora está en la línea metropolitana. Cuenta con orgullo que fue la primera mujer que condujo en el servicio que va para el Valle.

“Lo que más me gusta es manejar y tener trato con la gente. Vas conociendo a los pasajeros todos los días. Nunca me levanté de mal humor para ir a trabajar, por más que me tenga que despertar de madrugada”, aseguró.

Ser chofer le permitió cumplir el sueño de irse de vacaciones con su hija. En enero manejó en auto hasta Brasil para pasar unos días en la playa.

Sandra se levanta por lo menos dos horas antes de tomar su turno porque le gusta darse un baño, desayunar, llegar tranquila y asegurarse de que todo esté en condiciones en el colectivo antes de empezar el recorrido.

Todos los días cuida que su camisa blanca esté impecable y se recoge cuidadosamente el pelo para estar cómoda y prolija pese al viento que entra por las ventanillas. Para los pasajeros nunca le falta una sonrisa.

Sobre la importancia de no perder la concentración, destaca: “Hay que estar pendiente de todos los detalles. En este trabajo no puede haber un segundo de distracción”.

 

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