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"Cambiar de país y asumir una cultura diferente te hacen más flexible”

Ya pasaron más de 14 años desde que esta joven dejó Salta para vivir en una localidad catalana.
Domingo, 19 de febrero de 2017 00:36
Sofía, en un paseo por un bosque en Varsovia, durante un viaje a Polonia en invierno.

Por Bernardita Ponce Mora

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Por Bernardita Ponce Mora

“Más de la mitad de mi vida. Increíble”, dijo Sofía Escartín Martínez Zuviría a El Tribuno cuando hizo los cálculos de la cantidad de años que había vivido en Sant Cugat, un pueblo catalán, que está a media hora en tren de Barcelona. Ahora tiene 27 años, estudió Historia del Arte e hizo un máster en Educación. Hace casi un año se casó con un joven catalán y su vida parece destinada a continuar en la tierra de Gaudí quien, como tanto otros artistas, la inspiró con su arquitectura a elegir una carrera orientada al arte y la belleza.
Cuando tenía 13 años recién cumplidos, su mamá y su papá decidieron tomar rumbo hacia el Viejo Continente, donde tienen familia de él. La crisis de fines del 2001 no daba tregua y la seguridad en el futuro parecía no estar del todo a favor. En diciembre de 2002 Sofía viajó junto a su hermana, dos hermanos y su mamá. Su papá los esperaba allá, bien abrigado, para iniciar una nueva vida.
“Nos fuimos porque España parecía ofrecer más oportunidades. Teníamos la expectativa de tener más posibilidades hacia adelante, en cuanto a estudio y trabajo, porque el país se estaba viniendo un poco a menos”, contó. 
Sofía confesó que nunca sabrá exactamente por qué se fueron, como tantas cosas que uno nunca podrá responder. “Si bien la mayoría de la familia está en la Argentina, la de acá nos animaba a que viniéramos, porque había trabajo y posibilidades”, recordó.
Eran todavía chicos: el más grande tenía 20 años de edad y el más pequeño, 10. Sin embargo, eran lo suficientemente grandes para darse cuenta de que ese viaje iniciático podría cambiar el rumbo de sus vidas.
“Fue una decisión un poco rápida, yo creo. No dimos mucha vuelta: o te vas o te quedás pero no podés irte a medias”, analizó. 
Cuando llegó, el cambio fue tan grande que hoy siente que pasó demasiado rápido y casi no recuerda sus primeras sensaciones en tierra catalana. “El lugar era lindo y la gente, muy solidaria, dispuesta a ayudar y con iniciativa. El vecino, los profesores, el conductor del colectivo, gente de todos los ámbitos que quería facilitarme un poco la novedad”.
Sofía tardó un año y medio en escribir y expresarse correctamente en catalán. “Pasó muy rápido ese tiempo y era un momento en el que había que asumir un gran cambio. Entenderlo fue bastante rápido pero hablarlo bien lleva más tiempo. Si lo hablás y lo practicás, sos bilingüe. El catalán no deja de ser un idioma que, igual que el castellano, deriva del latín; o sea, hay muchos elementos en común con el español”.
Lo que echa de menos
Como se fue cuando era chica, Sofía tenía añoranza de esas vivencias de la infancia. “Extraño ser chica y estar allá. Extraño a la gente siempre. También el clima, aunque el de acá está bueno, y el perro porque lo dejamos allá”, señaló.
Confesó que echa de menos a la gente que dejó en Salta y el tipo de planes que hacían con una espontaneidad que allá es menos común. “Acá la gente suele ser muy sociable pero necesita más organización. Si querés visitar a alguien o si alguien te visita, allá es más espontáneo. A lo mejor de la nada hablás por teléfono, vas a verlo, estás un rato... Esa es una de las cosas que puedo extrañar. ¿Viste que los argentinos son más fluidos?”. 
Nuevas costumbres
Una tradición que le llamó mucho la atención fue la de los “casteller”, personas que se entrenan y organizan para formar un castillo (“castell”, en catalán”) humano.
Otra costumbre que la sorprendió es el hecho de hacer un segundo desayuno a media mañana. “En la Argentina toman el café temprano y comen a las 13. Acá desayunan el café a las 7 u 8, dependiendo de los horarios que tengan; a las 11 hacen un sánguche, por ejemplo, y almuerzan más tarde. El horario de la comida es distinto y comen más cantidad realmente. Allá no comen tanto”, dijo sobre los hábitos argentos. 
Las posibilidades
Con respecto a las oportunidades laborales, Sofía considera que no necesariamente haya más oportunidades en España que en la Argentina. “Creo que, a lo mejor, acá lo que hay es amplitud a la hora de pensar en diversas salidas. Lo que sí, hay algo menos de oferta que hace unos años. No es que no existan puestos para lo que hayas podido estudiar. Son puestos reales pero exige que estés muy preparado y sepas demostrar tus competencias, como en todas partes”, relató.
Observó que para cualquier puesto, se pide cada vez más formación. “En la Argentina no sé si te exigirían los mismos requisitos a la hora de ocupar cualquier puesto. Acá necesitas cada vez más formación y experiencia para determinado trabajo. A veces ser joven no ayuda porque tenés menos experiencia; la gente que tiene mucha experiencia tiene el problema de que es grande y buscan gente joven”, explicó. 
Expectativas y aprendizajes
Sofía contó que, antes de viajar, había generalizado cómo eran los españoles. “En un país como España realmente hay muchísima diversidad. Igual, en Argentina: Buenos Aires no tiene que ver con Salta ni con Córdoba. Hay variedad de gente dentro de Salta y también en cada barrio”.
Dijo que sintió un choque entre la idea que tenía y la realidad con que se encontró. “Un choque que no fue para mal, sino para comprobar que los preconceptos no tienen por qué coincidir con la realidad”, explicó.
Si bien le costó el cambio de vida tan rotundo, valora todo lo que aprendió y lo que creció con esta experiencia. Tuvo que asumir que ya no estaba con sus amigas, que no podría compartir los mismos programas y que, en definitiva, estaba muy lejos. No solo físicamente, sino también estacionalmente. “El calendario es un gran cambio”, reveló, ya que las clases comienzan en septiembre y finalizan en junio y cuando allá hace frío, acá hace calor.
“Te puede fortalecer asumir un riesgo, estar dispuesto a algo nuevo porque, por mucho que conozcas gente que viva aquí, cambiás de país, asumís una cultura diferente, te abrís a esa novedad y siempre ponés de tu parte para adaptarte. Eso te convierte en una persona flexible, que no está fija en un punto, sino que, ante algún cambio, aprende a adaptarse”, concluyó. 
 

Amigas de aquí y de allá
Entre los duelos que tuvo que resolver esa entonces adolescente fue el de estar lejos de sus amigas, que empezaban con las fiestas. “Obvio, extrañaba. Seguía en contacto con la gente de allá. Sabía qué planes hacían y de qué me estaba perdiendo”, recordó. 
“Vamos a ir a la fiesta de Pepito”, le decían sus amigas pero ella estaba del otro lado del mundo. “Me costó aceptar que yo no estaba ahí, que si iba a una fiesta tendría que ser la de otro”, observó. 
“Tenés que asumir tu nueva vida, tu nuevo rumbo y, a esa edad, es difícil. Eso no quita que no haya podido hacer amigos porque enseguida la gente se preocupa por vos, te demuestra interés y eso fortalece que puedas crear una amistad”.
 

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