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¿El fin de los partidos políticos?

 La buena política, como los buenos vinos, no depende de que se la haga de manera “moderna” o “antigua”, sino que se la conciba de manera eficaz. 
Viernes, 24 de febrero de 2017 00:00

¿Han muerto los partidos políticos?

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¿Han muerto los partidos políticos?

El fin de los partidos políticos y el nacimiento de la “nueva política” parece ser lo que se ha puesto de moda, a través de mensajes diversos, e incluso, invitaciones a distintas personas a sumarse a nuevas organizaciones -renovados “think tanks”- que buscan seducir a las “mentes más brillantes” para incorporarse a esta onda, haciendo política en modernos “laboratorios”, lejos de los “viejos” comités y unidades básicas.

Por supuesto, la convocatoria se origina en la real o supuesta “muerte” -o cuanto menos, anomia- de los partidos políticos tradicionales “en los que ya nadie cree” y “la necesidad de ir más allá del bipartidismo que tanto mal le ha hecho a la Argentina”.

La idea de que el bipartidismo ha regido la política en la Argentina no resiste ningún análisis serio.

En primer lugar, recién se acaba de celebrar, en 2016, el centenario de la primera presidencia lograda a través del libre sufragio universal, y si bien los partidos políticos en la Argentina han existido desde mucho antes, han cambiado y -al contrario de lo que muchas veces se sostiene- el tan mentado “bipartidismo”, lejos de ser una constante permanente, es en todo caso un fenómeno que se ha consolidado, y no del todo, recién a partir de la recuperación definitiva de la democracia en 1983.

Para prueba, baste repasar la prensa de todo el siglo XX, por ejemplo, donde se hace referencia a los partidos políticos que terciaban -que eran muchos más que dos, como dice la canción- para no hacer mención especial al hecho de que uno de los dos partidos “bipartidistas” nace en la década de los cuarenta precisamente del siglo XX. ¿Cómo funcionó entonces el “bipartidismo” antes?...

 

¿Cuántos partidos políticos se necesitan?

Claramente, al ser la sociedad diversa, necesariamente deben existir varios partidos, si bien, a la hora de elegir los gobernantes que son cabeza del poder -el Ejecutivo- las preferencias se concentran casi inevitablemente en dos alternativas. Cuando ello no es así, las transformaciones de los sistemas electorales llevan a esa instancia -el famoso balotaje- porque es la forma de darle fortaleza a quien debe dirigir, durante el período estipulado, la conducción del país.

 

¿Los partidos políticos de la Argentina son representativos?

Que los partidos políticos sean o no representativos depende de cada momento y circunstancia y, por supuesto, el que gana las elecciones resulta obviamente “representativo”. Por cierto, ganar las elecciones no significa tener permanentemente la adhesión popular.

En la medida en que los gobiernos no satisfacen a su electorado, sea por incompetencia, defraudación o porque las sociedades avanzan más rápidamente que las propuestas y capacidad de ejecución de los políticos en el gobierno, se abre el camino para que la oposición acceda al poder; o bien, si ésta es tan decadente como el oficialismo gobernante, se presenta la oportunidad para un recambio en el sentido de la aparición de una nueva fuerza política. Eso es lo que ocurrió en la Argentina hacia fines del siglo XIX y que hizo posible la celebración centenaria a la que se hacía referencia.

Oportunidad para la nueva política

Sin embargo, cuando se presenta este colapso de la “vieja política”, es claro que los desafíos para la “nueva política” no son diferentes a los que acecharon a la anterior, vale decir, debe atender los reclamos de la sociedad porque, en caso contrario, correrá igual suerte que la “vieja política”.

Parece claro entonces que el problema no radica en la “vieja política” o la “nueva política”, sino en la capacidad de los partidos políticos para interpretar los reclamos de la sociedad. Esta capacidad o incapacidad es tan “vieja” como la propia política, con lo que no hay nada “nuevo” que descubrir ni aportar.

El planteo de la “nueva política” de que las soluciones a los problemas de la gente se darán lejos de los comités o unidades básicas y cerca de los “laboratorios” es por completo falsa, además de ingenua, y ni siquiera es novedosa: baste recordar los experimentos de la década de los setenta del siglo pasado de quienes pretendieron conformar “nuevas fuerzas” políticas, y no solo fracasaron una y otra vez sino que notorios representantes de estas “nuevas fuerzas” terminaron en alguna de las “viejas políticas” y no de la mejor forma.

La política y los vinos

La buena política, como los buenos vinos, no depende de que se la haga de manera “moderna” o “antigua”, sino que se la consiga de manera eficaz, y es evidente que no queda claro cómo las reuniones en los “laboratorios” pueden ser más fructíferas que el contacto directo con la gente en los “viejos” comités o unidades básicas,

Por supuesto, hay que perfeccionar los sistemas electorales para que el trabajo militante no naufrague porque se alienta la posibilidad de que los afiliados consustanciados con su tarea y genuinos representantes de la gente, queden excluidos por las trampas típicas de las “listas sábanas” y otras similares.

Sin embargo, claramente, este problema -que es perentorio resolver y sobre el que será oportuno volver- no se resuelve en ningún “laboratorio”, a espaldas de la gente de a pie, sino con movilizaciones, consultando a todos, y militando en los partidos políticos, como siempre, para lo cual éstos, viejos o nuevos, deberán esforzarse en trabajar en sintonía con las necesidades de su potencial electorado.

 

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