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Obesidad infantil: la nueva epidemia

Viernes, 24 de febrero de 2017 00:00

El sobrepeso y la obesidad son graves problemas para la salud pública y los niños, niñas y adolescentes son quienes se ven más afectados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que existen alrededor de 42 millones de niños y niñas con sobrepeso, de los cuales más del 80% viven en países en desarrollo. Argentina no escapa a esta realidad: la encuesta mundial de salud escolar, realizada en 2012, estimó que el exceso de peso en adolescentes entre 13 y 15 años fue de 28,6% (sobrepeso 22,7% y obesidad 5,9%).

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El sobrepeso y la obesidad son graves problemas para la salud pública y los niños, niñas y adolescentes son quienes se ven más afectados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que existen alrededor de 42 millones de niños y niñas con sobrepeso, de los cuales más del 80% viven en países en desarrollo. Argentina no escapa a esta realidad: la encuesta mundial de salud escolar, realizada en 2012, estimó que el exceso de peso en adolescentes entre 13 y 15 años fue de 28,6% (sobrepeso 22,7% y obesidad 5,9%).

Esta epidemia afecta en mayor medida a los sectores de menores recursos. En nuestro país, los adolescentes de nivel socioeconómico más bajo tienen un 31% más de probabilidades de sobrepeso respecto de los adolescentes del nivel socioeconómico más alto, según una investigación que realizamos en FIC Argentina junto a Unicef Argentina.

Esta problemática, que se ha agudizado en los últimos años, obedece principalmente a factores socioambientales y culturales, a patrones de consumo y al advenimiento de nuevos estilos de vida. Estos factores contribuyen a la construcción de un “entorno obesogénico”, es decir, un ambiente que promueve la obesidad en las poblaciones.

Una de las preocupaciones centrales que genera este entorno es que se caracteriza por un consumo elevado de alimentos altos en grasas, sal y azúcar como, por ejemplo, las bebidas azucaradas que representan actualmente una de las principales fuentes de consumo de azúcar agregada. En este sentido, existe evidencia científica suficiente que demuestra que la disminución del consumo de bebidas azucaradas reduce la prevalencia de obesidad y de las enfermedades metabólicas relacionadas con ella. En Argentina, el consumo de azúcar agregada estimado es alrededor del triple del máximo recomendado: se consumen aproximadamente 35 cucharaditas diarias, que equivale a 150 gr, mientras que la OMS recomienda un tope de 50 gr diarios.

Otro de los factores centrales que influye en el crecimiento del sobrepeso y la obesidad infantil es el marketing de alimentos de baja calidad nutricional. La mayoría de los productos que se publicitan en los medios de comunicación suelen ser ultraprocesados de escaso valor nutritivo. Según un estudio de 2016, casi 9 de cada 10 productos que se publicitan en los canales infantiles de cable y durante los programas de TV abierta dirigidos a ese segmento, son comida chatarra. El entorno escolar también es un punto muy importante a considerar: los niños, niñas y adolescentes pasan gran parte de su vida en la escuela lo que convierte a este ámbito en un espacio ideal para promover la incorporación de hábitos saludables. Frente a este panorama, es necesario avanzar con una regulación clara y basada en evidencia científica que busque desalentar el consumo de alimentos y bebidas de bajo valor nutricional y que promueva el consumo de alimentos saludables. En Argentina aún no existe una normativa integral para la prevención de la obesidad con foco en la malnutrición y el sedentarismo. Una política de esta índole debería focalizarse en mejorar el entorno escolar, en restringir la exposición al marketing de alimentos de baja calidad nutricional, a garantizar la obligatoriedad de información clara y precisa en los envases de alimentos de modo que los consumidores puedan hacer elecciones saludables (donde se especifique el contenido de azúcar, por ejemplo) y promover medidas fiscales que restrinjan el acceso a alimentos de mala calidad nutricional y mejoren el acceso a alimentos saludables, entre otras. Estas medidas de salud pública deben ir acompañadas de una mirada crítica y clara del conflicto de interés por parte del Estado que debe evitar la influencia indebida de los intereses comerciales de las industrias de alimentos, que muchas veces son contrarios a los objetivos de salud pública.

 

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