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Los odios en la comunidad escolar

Lunes, 27 de febrero de 2017 00:00

El odio en las escuelas retornó a la noticia periodística. En Buenos Aires, una profesora fue amenazada en una carta, pintaron su escuela y recibió una bala. El autor NN del mensaje, aplazado por la docente, buscó que se lo apruebe a la fuerza; en Salta, la madre de una niña repitente agredió a golpes a las docentes de la escuela. Esto se llama bullying, el uso del hostigamiento y la discriminación, algunas de las formas de la violencia escolar.

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El odio en las escuelas retornó a la noticia periodística. En Buenos Aires, una profesora fue amenazada en una carta, pintaron su escuela y recibió una bala. El autor NN del mensaje, aplazado por la docente, buscó que se lo apruebe a la fuerza; en Salta, la madre de una niña repitente agredió a golpes a las docentes de la escuela. Esto se llama bullying, el uso del hostigamiento y la discriminación, algunas de las formas de la violencia escolar.

En la gestión de la conflictividad escolar los educadores saben qué promover cuando los padres y alumnos no aceptan la convivencia institucional. Para ello se capacitan, organizan equipos interdisciplinarios que deben prevenir los conflictos, preparan protocolos y tratamientos específicos y, en fin, se ilusionan con ser los mediadores entre el agresor y la víctima en un contexto de consensos.

La escuela genera amores y odios violentos y con la declinación que sufrió el principio de la autoridad, hoy es objeto de un “odioenamoramiento”: la víctima dice que ama su trabajo en el establecimiento, pero no alcanza y el victimario repudia al acosado por alguna reivindicación personal ante el grupo.

La institución educativa que transmite los saberes iniciáticos, aloja una diversidad de subjetividades que resume a buena parte de la sociedad. En la escuela, por ende, están los que pueden desatar el odio hacia el prójimo y gozar con el acto agresivo. Prevenir este desencadenamiento en tiempo justo y metabolizarlo en el preciso momento, es el desafío de lo contingente frente a las pasiones del acosador.

La amigabilidad que logre la comunidad educativa en su propio ámbito, interpretando contradicciones y contagiando el deseo de que lo que el otro tiene o hace y debe ser tolerado, dependerá de que los integrantes de la institución sean responsables para cumplir las normas y valores específicos.

¿Hasta qué punto todas las violencias en el sistema educativo no se manifiestan por el estallido de los lazos escolares? Después de un bullying se conoce perfectamente qué lazos personales fueron quebrados, quiénes no pudieron controlar su goce por la violencia y llevaron el odio al extremo del ataque y a veces por diversión.

La madre salteña, judicializada, golpeó a la docente porque no cree en su autoridad ni saber para estar en la pedagogía, la tomó de objeto donde proyectar la violencia; por su parte, el alumno de Buenos Aires, con la bala mensajeó a su profesora y le contó cómo es el goce que siente por la muerte de ella si lo desaprobaba. Al manipular posiciones en el texto de la carta, pasó de verdadero agresor a víctima de la profesora.

Desde ese lugar de amo total cometió varias violencias para imponerse como el alumno en estado de superioridad dentro del sistema: vigiló a la profesora, buscó disciplinarla con la carta y angustiarla con la bala. No quería aprender física con ella, sino anular su ser.

El psicoanalista Jacques Lacan definió que “la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión (...). No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es, o la violencia o la palabra”.

El bullying delata un sufrimiento subjetivo en los que no hablan sus diferencias y, sin sentido, solo actúan para hacer estrago.

 

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