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Argentina, cara y con poca plata

La palabra mágica es “competitividad”, que no se alcanza con un dólar más caro sino con una estrategia para achicar costos.
Martes, 28 de febrero de 2017 21:44

Cuando afirmamos que Argentina está cara en dólares, automáticamente pensamos que una devaluación sería lo correcto para que nuestros productos y servicios se conviertan en competitivos en el exterior. Este razonamiento es el primero que hacemos cuando vemos la gran cantidad de personas que viajan a Chile o a otros destinos a comprar productos que en la Argentina se venden más caros.
El atraso cambiario en esta etapa del plan económico macrista podríamos entenderlo y aceptarlo como indispensable, ya que al tener controlado el valor de la divisa norteamericana se evita lo que llamamos el “pass-through”, es decir si se devalúa un porcentaje determinado, se produce un efecto cascada en los precios en el mercado interno; si luego el valor del dólar baja, los precios no lo hacen. Es una costumbre inveterada en nuestro país.
Sabemos que durante el último año se devaluó nuestra moneda un 60%; suena a mucho para seguir afirmando que seguimos caros en dólares, pero el responsable de estos aumentos es la inflación que le quitó competitividad al valor de nuestra producción.

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Cuando afirmamos que Argentina está cara en dólares, automáticamente pensamos que una devaluación sería lo correcto para que nuestros productos y servicios se conviertan en competitivos en el exterior. Este razonamiento es el primero que hacemos cuando vemos la gran cantidad de personas que viajan a Chile o a otros destinos a comprar productos que en la Argentina se venden más caros.
El atraso cambiario en esta etapa del plan económico macrista podríamos entenderlo y aceptarlo como indispensable, ya que al tener controlado el valor de la divisa norteamericana se evita lo que llamamos el “pass-through”, es decir si se devalúa un porcentaje determinado, se produce un efecto cascada en los precios en el mercado interno; si luego el valor del dólar baja, los precios no lo hacen. Es una costumbre inveterada en nuestro país.
Sabemos que durante el último año se devaluó nuestra moneda un 60%; suena a mucho para seguir afirmando que seguimos caros en dólares, pero el responsable de estos aumentos es la inflación que le quitó competitividad al valor de nuestra producción.

Devaluar o no devaluar

Hoy el gran debate en Argentina consiste en cómo buscar precios competitivos para nuestros productos. Con la necesidad perentoria de que crezca la economía, la foto no es sencilla, ya que tenemos inflación medianamente controlada, altas tasas de interés, disminución de ventas, recesión en algunos sectores, peligro de invasión de productos importados, gran presión tributaria y elevados costos de producción. 
Existen opiniones divididas entre los economistas. Están los que afirman que el dólar de equilibrio debería estar por encima del valor actual, arriesgando un valor cercano a $17,50 que supuestamente aportaría competitividad a nuestra industria nacional.
De acuerdo a proyecciones realizadas por consultoras, se estima que el dólar a fin de año se cotizará a $18.70; es decir, un 15% de aumento. Y si la inflación es superior, esa diferencia será aumentada al atraso cambiario.
Este análisis sería válido si después de una devaluación solo aumentaran los productos importados, ya sea en la venta al público o en los insumos de la producción local, mientras se mantienen estables los precios internos de los productos de absoluto origen nacional.
Otros analistas afirman que la situación cambiaria es muy complicada, justamente por temor a un rebrote inflacionario, esperando que el Banco Central con una adecuada política monetaria sea el que maneje la situación y busque la solución.
Este planteo, que cualquier intento por levantar el valor del dólar para darle competitividad a nuestra producción produzca un efecto contrario al buscado y se traslade a los precios, y en muy poco tiempo por la misma inflación que generó se licúe la devaluación.
Analizando devaluaciones en otros países el traslado a los precios internos es muy bajo casi nulo, el aumentar los precios en base a los porcentajes de devaluación es un típico fenómeno en nuestro país.


Otro factor por el cual la cotización del dólar se mantiene estable con tendencia a la baja es la gran cantidad de divisas que ingresaron al país  fruto del blanqueo de capitales, la gran colocación de deuda en el exterior, y el ingreso de divisas por las exportaciones que realizamos, especialmente de granos.

¿Devaluación indirecta?

A pesar de las opiniones divididas y las directivas del Banco Central de seguir controlando la cotización del dólar a través de flotación sucia, la realidad nos muestra que nuestros precios no son competitivos en muchos productos nacionales, razón por la cual se deberá buscar una devaluación indirecta para mejorar la competitividad de nuestra producción. Una mega-devaluación de nuestra moneda no sería oportuna. Solo resta esperar que el valor del dólar aumente en función de la inflación y que las autoridades monetaria den señales de que así será.
Una de las formas de lograr mayor competitividad por el atraso cambiario sin tocar el valor de la divisa seria bajar la presión tributaria, los costos laborales, el valor de los combustibles, el gas, la electricidad, los aranceles y los costos financieros.
Esta propuesta es similar a la que proponía Nicolás Dujovne en sus habituales columnas sobre economía antes de ser ministro que mencionaba los altísimos costos de transporte interno, el proteccionismo y la presencia de numerosos impuestos, especialmente los distorsivos que son cobrados en cascada antes de venderse ya sea en el mercado interno como externo.
El optimismo del ministro Dujovne quedó reflejado en uno de sus últimos reportajes en el que afirmo: “La competitividad en el último año ha mejorado marcadamente”. Entendiendo que para algunos sectores productivos lo hizo; en cambio, otros sectores no opinan lo mismo.
También agregó: “En el mediano y largo plazo Argentina, tiene que encargar una agenda de productividad muy importante, donde tendremos que mejorar los costos asociados a la infraestructura, seguir bajando los costos del capital y seguir luchando con los costos laborales que no sean salarios”. 
Estos deseos no se concretarán de un día para otro y la implementación va a ser muy difícil en el corto plazo por la urgencia de cubrir el déficit fiscal, pensando que en este año electoral será muy difícil realizar ajustes.

Ganadores y perdedores

Según el Indec, la economía cayó un 2,3% durante 2016; los sectores que más lo sintieron fueron la construcción, el consumo y la industria, y los que compensaron de alguna manera esta caída menciona al agro, el comercio exterior y la banca. Las expectativas para este año son mejores, ya que muchos analistas públicos y privados pronostican un incremento en la actividad económica. 
Se estima una suba del 2% (Unión Industrial), el Ministerio de Hacienda, un 3,5%, y consultoras como Analytica y la de Miguel Bein entre un 5% y 4,8%, cada una respectivamente. 
Lo cierto es que una política de apertura de importaciones con atraso cambiario es contraproducente; debemos mejorar nuestra productividad, pero es imprescindible que empresarios e inversores cuenten con herramientas genuinas para la competitividad, no con subsidios, sino con disminución de costos en todos los segmentos.

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