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Llegó el tiempo del carnaval a Tartagal para sorprender

Viernes, 03 de febrero de 2017 01:30
<div>Los sorprendentes gorros serán parte de los desfiles.</div><div>
El retumbar de tambores y el contagioso ritmo de murgas y batucadas formaron parte de meses de trabajo de los participantes de los corsos, empeño que acompañaron sus familias y amigos convencidos de lo importante que es participar de este movimiento cultural de especiales particularidades.
En enero, las horas de ensayo se prolongaron hasta pasadas muchas medianoches para ajustar hasta el mínimo detalle, mientras manos laboriosas, entre hilos y agujas, lentejuelas y brillantinas les dieron los últimos retoques a los diseños de vestuario, casquetes y calzados. Esa fue la característica del mes pasado, mientras que ahora será el tiempo para lucir y disfrutar de tanto esfuerzo.

Los desfiles

Justamente, este fin de semana se renovará la cita anual que convoca a los norteños, criollos y aborígenes, a participar como espectadores o como integrantes de los diferentes grupos, del Corso Color que cada año ilumina Tartagal.
De un lado o de otro, todos serán testigos de este acontecimiento que se extenderá durante este mes y que se inicia en el tradicional circuito de la avenida 20 de Febrero.
El corso tartagalense es el hecho cultural donde el pueblo muestra, con orgullo, su identidad. Y es que el norte tiene colores y sentimientos que le son tan propios que ninguna otra región de la Argentina podría asemejársele. ¿O acaso existe alguna región donde convivan 7 etnias aborígenes junto a criollos e hijos de inmigrantes, llegados desde las más lejanas latitudes?
El resultado de esa mixtura, y de esa convivencia jalonaron el espíritu, la impronta del hombre y la mujer del norte salteño que, en celebraciones como el carnaval, se fortalecen por la celebración agraria del arete guazú, del pueblo guaraní, y de la cual abrevó gran parte de su contenido.
En síntesis, todos en estos días le dan rienda suelta a sus tradiciones y cultura, unidos en el respeto y la diversidad. Para los pobladores del departamento San Martín, los Corsos Color están entre los mejores del país por su autenticidad.

Los grupos

El colorido de las batucadas, el orgullo de los caciques y de los integrantes de las comparsas de indios que compiten por el mejor gorro, la magia de los tinkus y la mística de las agrupaciones de pim pim, cuyas mujeres danzan descalzas un compás único, mientras los varones, con sus rostros cubiertos con máscaras, representan escenas propias de su entorno. Los hombres de los grupos de pim pim tallan, con los elementos que la región les brinda, máscaras que representan la naturaleza. Están convencidos de que, entre ellos, también danzan aquellos que ya no están en este mundo terrenal y que regresan para disfrutar juntos el tiempo del arete, la renovación de la sangre, el revivir por un año más de gracia en esta tierra.
La riqueza ancestral y la espiritualidad colman la fiesta del carnaval del norte, donde nada importan los cuerpos torneados o los rostros considerados bellos desde una mirada ajena a la región.
El significado más profundo de esta celebración que tiene identidad propia es una mezcla de las creencias que llegan desde Oruro (Bolivia) con su devoción a la Virgen del Socavón y que traen en cada paso los tinkus. O aquellas otras que con su baile presentan as confraternidades de sayas.
En estas noches del cálido y húmedo mes de febrero, continuación de tardes sofocantes, todos juntos, orígenes y criollos, tinkus y sayas, comparsas y pm pim, pintarán una postal de colores especiales, rodeada del penetrante olor de la albahaca en flor.
Todo pone en evidencia que, una vez más, en ese ciclo virtuoso de la vida que marca la madre naturaleza, ha llegado el esperado carnaval, al que invitan a sumarse.
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El retumbar de tambores y el contagioso ritmo de murgas y batucadas formaron parte de meses de trabajo de los participantes de los corsos, empeño que acompañaron sus familias y amigos convencidos de lo importante que es participar de este movimiento cultural de especiales particularidades.
En enero, las horas de ensayo se prolongaron hasta pasadas muchas medianoches para ajustar hasta el mínimo detalle, mientras manos laboriosas, entre hilos y agujas, lentejuelas y brillantinas les dieron los últimos retoques a los diseños de vestuario, casquetes y calzados. Esa fue la característica del mes pasado, mientras que ahora será el tiempo para lucir y disfrutar de tanto esfuerzo.

Los desfiles

Justamente, este fin de semana se renovará la cita anual que convoca a los norteños, criollos y aborígenes, a participar como espectadores o como integrantes de los diferentes grupos, del Corso Color que cada año ilumina Tartagal.
De un lado o de otro, todos serán testigos de este acontecimiento que se extenderá durante este mes y que se inicia en el tradicional circuito de la avenida 20 de Febrero.
El corso tartagalense es el hecho cultural donde el pueblo muestra, con orgullo, su identidad. Y es que el norte tiene colores y sentimientos que le son tan propios que ninguna otra región de la Argentina podría asemejársele. ¿O acaso existe alguna región donde convivan 7 etnias aborígenes junto a criollos e hijos de inmigrantes, llegados desde las más lejanas latitudes?
El resultado de esa mixtura, y de esa convivencia jalonaron el espíritu, la impronta del hombre y la mujer del norte salteño que, en celebraciones como el carnaval, se fortalecen por la celebración agraria del arete guazú, del pueblo guaraní, y de la cual abrevó gran parte de su contenido.
En síntesis, todos en estos días le dan rienda suelta a sus tradiciones y cultura, unidos en el respeto y la diversidad. Para los pobladores del departamento San Martín, los Corsos Color están entre los mejores del país por su autenticidad.

Los grupos

El colorido de las batucadas, el orgullo de los caciques y de los integrantes de las comparsas de indios que compiten por el mejor gorro, la magia de los tinkus y la mística de las agrupaciones de pim pim, cuyas mujeres danzan descalzas un compás único, mientras los varones, con sus rostros cubiertos con máscaras, representan escenas propias de su entorno. Los hombres de los grupos de pim pim tallan, con los elementos que la región les brinda, máscaras que representan la naturaleza. Están convencidos de que, entre ellos, también danzan aquellos que ya no están en este mundo terrenal y que regresan para disfrutar juntos el tiempo del arete, la renovación de la sangre, el revivir por un año más de gracia en esta tierra.
La riqueza ancestral y la espiritualidad colman la fiesta del carnaval del norte, donde nada importan los cuerpos torneados o los rostros considerados bellos desde una mirada ajena a la región.
El significado más profundo de esta celebración que tiene identidad propia es una mezcla de las creencias que llegan desde Oruro (Bolivia) con su devoción a la Virgen del Socavón y que traen en cada paso los tinkus. O aquellas otras que con su baile presentan as confraternidades de sayas.
En estas noches del cálido y húmedo mes de febrero, continuación de tardes sofocantes, todos juntos, orígenes y criollos, tinkus y sayas, comparsas y pm pim, pintarán una postal de colores especiales, rodeada del penetrante olor de la albahaca en flor.
Todo pone en evidencia que, una vez más, en ese ciclo virtuoso de la vida que marca la madre naturaleza, ha llegado el esperado carnaval, al que invitan a sumarse.

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