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El Patito Bailable festeja hoy sus setenta años de vida

El local de música tropical continúa siendo elegido cada sábado por un público fiel.
Sabado, 11 de marzo de 2017 01:21

“No se vive del recuerdo/, pero algo en su pecho encierran/ setenta años de alegría/ con el Pato Salvatierra”. Sí, como dice el bagualero Pietro, no solo de recuerdos vive el hombre. 
Sin embargo, Juan Salvatierra (68), en la barra del local de Lavalle 1113, se ve a sí mismo de niño con la alcuza en mano alimentando con querosén el tanque de las lámparas que su papá, Juan José el “Pato” Salvatierra, había dispuesto en hilera sobre una mesa. Así se iluminaba la leyenda de la música tropical de Salta hace más de seis décadas. 
El Patito Bailable cumplió setenta años de vida el 17 de febrero pasado y los festejará mañana. Como si de un racimo de uva madura se tratase, Juan va desgranando las anécdotas. 
Refiere Juan que Juan José Salvatierra, fallecido en 1998, y su esposa Rosa González, quien partió el 1 de diciembre de 2016 -un mes antes de cumplir los cien años- fundaron el lugar, cuando “todo esto era campo y la única calle pavimentada era la Santa Fe. Por acá se veía pasar a los carros que salían con la carne desde el matadero hasta el mercado. Mi papá aquí tenía un bar, al que venían los obreros”. 
Ya aparecían por allí el poeta y periodista César Fermín Perdiguero, quien por aquella época vendía artículos electrodomésticos como planchas, ventiladores y licuadoras. 
“El 17 de febrero de 1947 mi papá entabló una sociedad con un hombre de apellido Rodríguez, que trabajaba en la Cerámica del Norte. Él le proveyó los postes y las carpas. Con lonas de arpillera cerraron el local. Mi papá era muy visionario, no se quedaba. Tuvimos una panadería también”, señala Juan. Él y sus hermanos, Benito y Milagros, crecieron junto con el local bailable, famoso desde siempre por la actuación de bandas en vivo y el ambiente popular y familiar. 
“Nosotros colaborábamos aquí y le pedíamos plata y él nos decía: ‘¡Para qué quieren plata si el día que yo me muera se van a quedar con todo!’. Y la verdad es que hoy estamos bien. Cuesta levantar un local de baile. Hay que estar muy atento a los problemas, porque hay quilombo en las carpas y lo primero que hacen es cerrarles las puertas”, reflexiona Juan. 
Su hermano Benito aprendió del negocio bailable nocturno y lo aplicó en el boliche Skombros. “Pudimos seguir trabajando de esto gracias a que él nos dejó todo plantado y nosotros supimos aprovechar. Cuando murió mi papá, a la vuelta hacían apuestas de que nosotros íbamos a perder todo. Con el Patito ocurre lo mismo que con Maradona. Hay gente que lo idolatra y otros que lo odian. Mujeres me venían a decir: ‘Juan, te están echando aceite quemado de camión en el portón o tierra de cementerio, o te pusieron trapos en los inodoros del baño para que se tranquen’”, cuenta Juan y mira involuntariamente la imagen de la Virgen de Urkupiña, entronizada en un sector de la barra. Pero Juan y Milagros cuidaron y potenciaron la herencia familiar. Ella trabaja en la Ciudad Judicial y él es jubilado de la Municipalidad. Los sábados, ambos se dedican a la carpa, como lo hacía su padre. 
“Mi papá tenía el don de sentarse a conversar con cualquier persona. Era tan idóneo para la charla que se sentaba con los poetas Manuel Castilla, José Ríos, Carlos Hugo Aparicio, César Antonio Alurralde, incluso con don Roberto Romero, que era muy amigo de mi papá. Y entre mi papá y Perdiguero cuando vino Carlos Abán por primera vez a tocar a Salta le pusieron de apodo el Diablo Mayor del Carnaval”, señala Juan. 
La noche de antaño no tiene parangón con la actual. El cielo nocturno se fue despojando de aquellas estrellas y las picardías y riñas sin consecuencias fueron cediendo terreno a un problema social siniestro: la droga. “Hay problemas porque es parte del negocio. Las escaramuzas aquí son muy chicas, generalmente se pelean las mujeres. Ellas hoy chupan más que los hombres. La gente misma sabe que acá está todo bien, los policías salen al final y hacen el operativo despeje. Pero el negocio del baile es delicadísimo. En La Florida le pegaron un sillazo a una chica y los obligaron a cambiar todas las sillas, en el que estaba camino a La Isla ocurrió lo mismo... la droga echó a perder todo”, lamenta Juan. También percibe -no en la baja de concurrencia, sino de consumición- que la crisis llega al bolsillo de los trabajadores. 
“Se nota en la venta de bebidas: antes la gente compraba tres cervezas por noche y ahora tal vez una”, acota. 
Juan tiene dos hijas: Natalia (28) y Micaela (24), y Benito cuatro: Rocío, Ana, Emilia y Celeste. Estás últimas ya están organizando la movida en el boliche Skombros los viernes. 
Cada sábado unas 500 a 600 personas eligen El Patito. Juan dice que la permanencia se consigue “con trabajo y suerte”. “Hay que saber manejar los grupos y conocer las bandas que le gustan a la gente. También hay que cuidar al cliente. Acá no hay impedimento de que alguien vaya a entrar porque está con los botines llenos de argamasa o el pantalón lleno de pintura, creo que es parte de los setenta años, que toda la vida ha sido así”, cierra Juan. 

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“No se vive del recuerdo/, pero algo en su pecho encierran/ setenta años de alegría/ con el Pato Salvatierra”. Sí, como dice el bagualero Pietro, no solo de recuerdos vive el hombre. 
Sin embargo, Juan Salvatierra (68), en la barra del local de Lavalle 1113, se ve a sí mismo de niño con la alcuza en mano alimentando con querosén el tanque de las lámparas que su papá, Juan José el “Pato” Salvatierra, había dispuesto en hilera sobre una mesa. Así se iluminaba la leyenda de la música tropical de Salta hace más de seis décadas. 
El Patito Bailable cumplió setenta años de vida el 17 de febrero pasado y los festejará mañana. Como si de un racimo de uva madura se tratase, Juan va desgranando las anécdotas. 
Refiere Juan que Juan José Salvatierra, fallecido en 1998, y su esposa Rosa González, quien partió el 1 de diciembre de 2016 -un mes antes de cumplir los cien años- fundaron el lugar, cuando “todo esto era campo y la única calle pavimentada era la Santa Fe. Por acá se veía pasar a los carros que salían con la carne desde el matadero hasta el mercado. Mi papá aquí tenía un bar, al que venían los obreros”. 
Ya aparecían por allí el poeta y periodista César Fermín Perdiguero, quien por aquella época vendía artículos electrodomésticos como planchas, ventiladores y licuadoras. 
“El 17 de febrero de 1947 mi papá entabló una sociedad con un hombre de apellido Rodríguez, que trabajaba en la Cerámica del Norte. Él le proveyó los postes y las carpas. Con lonas de arpillera cerraron el local. Mi papá era muy visionario, no se quedaba. Tuvimos una panadería también”, señala Juan. Él y sus hermanos, Benito y Milagros, crecieron junto con el local bailable, famoso desde siempre por la actuación de bandas en vivo y el ambiente popular y familiar. 
“Nosotros colaborábamos aquí y le pedíamos plata y él nos decía: ‘¡Para qué quieren plata si el día que yo me muera se van a quedar con todo!’. Y la verdad es que hoy estamos bien. Cuesta levantar un local de baile. Hay que estar muy atento a los problemas, porque hay quilombo en las carpas y lo primero que hacen es cerrarles las puertas”, reflexiona Juan. 
Su hermano Benito aprendió del negocio bailable nocturno y lo aplicó en el boliche Skombros. “Pudimos seguir trabajando de esto gracias a que él nos dejó todo plantado y nosotros supimos aprovechar. Cuando murió mi papá, a la vuelta hacían apuestas de que nosotros íbamos a perder todo. Con el Patito ocurre lo mismo que con Maradona. Hay gente que lo idolatra y otros que lo odian. Mujeres me venían a decir: ‘Juan, te están echando aceite quemado de camión en el portón o tierra de cementerio, o te pusieron trapos en los inodoros del baño para que se tranquen’”, cuenta Juan y mira involuntariamente la imagen de la Virgen de Urkupiña, entronizada en un sector de la barra. Pero Juan y Milagros cuidaron y potenciaron la herencia familiar. Ella trabaja en la Ciudad Judicial y él es jubilado de la Municipalidad. Los sábados, ambos se dedican a la carpa, como lo hacía su padre. 
“Mi papá tenía el don de sentarse a conversar con cualquier persona. Era tan idóneo para la charla que se sentaba con los poetas Manuel Castilla, José Ríos, Carlos Hugo Aparicio, César Antonio Alurralde, incluso con don Roberto Romero, que era muy amigo de mi papá. Y entre mi papá y Perdiguero cuando vino Carlos Abán por primera vez a tocar a Salta le pusieron de apodo el Diablo Mayor del Carnaval”, señala Juan. 
La noche de antaño no tiene parangón con la actual. El cielo nocturno se fue despojando de aquellas estrellas y las picardías y riñas sin consecuencias fueron cediendo terreno a un problema social siniestro: la droga. “Hay problemas porque es parte del negocio. Las escaramuzas aquí son muy chicas, generalmente se pelean las mujeres. Ellas hoy chupan más que los hombres. La gente misma sabe que acá está todo bien, los policías salen al final y hacen el operativo despeje. Pero el negocio del baile es delicadísimo. En La Florida le pegaron un sillazo a una chica y los obligaron a cambiar todas las sillas, en el que estaba camino a La Isla ocurrió lo mismo... la droga echó a perder todo”, lamenta Juan. También percibe -no en la baja de concurrencia, sino de consumición- que la crisis llega al bolsillo de los trabajadores. 
“Se nota en la venta de bebidas: antes la gente compraba tres cervezas por noche y ahora tal vez una”, acota. 
Juan tiene dos hijas: Natalia (28) y Micaela (24), y Benito cuatro: Rocío, Ana, Emilia y Celeste. Estás últimas ya están organizando la movida en el boliche Skombros los viernes. 
Cada sábado unas 500 a 600 personas eligen El Patito. Juan dice que la permanencia se consigue “con trabajo y suerte”. “Hay que saber manejar los grupos y conocer las bandas que le gustan a la gente. También hay que cuidar al cliente. Acá no hay impedimento de que alguien vaya a entrar porque está con los botines llenos de argamasa o el pantalón lleno de pintura, creo que es parte de los setenta años, que toda la vida ha sido así”, cierra Juan. 

</TIT-SEG-14BK>El programa

</BAJADA-CRONO>Esta noche actuarán en vivo las bandas Los Brillantes Latinos, Los del Cerro, Los Primos, El Potro del Bandoneón, Gastón Rodríguez, Los Singuis y Destello Tropical. Además se realizarán sorteos entre los presentes con el número de entrada.
VVVV 

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