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El señor de las tapitas ayuda a niños y niñas con cáncer

Durante su caminata diaria por 25 cuadras recoge tapas de agua y gaseosas para donar. Hasta ahora entregó 239 kilos. 
Domingo, 12 de marzo de 2017 00:00

Por Bernardita Ponce Mora

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Por Bernardita Ponce Mora

Sanjuanino de origen, pero salteño por adopción, Juan Carlos Doña, de 79 años, camina todos los días 25 cuadras por el centro de la capital. Primero comenzó a levantar piedritas para contar la cantidad de vueltas que daba. Luego las cambió por tapitas de agua y gaseosas que, en lugar de tirar, llevaba a una verdulera que las entregaba al hospital infantil Garrahan, de Buenos Aires.

María Andrea, su hija, le propuso dar esos plásticos multicolores a una entidad salteña, como la Fundación HOPE, que trabaja con niños y niñas con cáncer. Hasta ahora Juan Carlos lleva entregados 239 kilos de tapitas. "Hay que jugarle al 39", aseguró Juan Carlos, en una charla con El Tribuno.

Aunque él afirma que "el buey solo bien se lame" -algo parecido a "mejor solo que mal acompañado"- son muchas las personas que lo ayudan en la tarea. Le juntan tapitas en un quiosco, otros se las tiran por las rejas de la casa y, en un viaje a San Juan, los sobrinos les dieron tantas que llegaron a entregar 90 kilos en una sola vez.

Hombre de rutina

Cada tarde, alrededor de las 17, aunque llueva o sea su cumpleaños, Juan Carlos sale de su casa para iniciar su recorrida citadina.

Camina por la avenida Jujuy con la sola sombra de su sombrero ya que las copas de árboles por allí escasean.

Levanta las botellas vacías y les quita las tapas. Si están sucias o tienen agua acumulada, las sacude y van a parar a la bolsa que lleva consigo.

El ritual

Luego del recorrido, en el que son infaltables unas pitadas de cigarrillo, frena en un barcito donde pide una cerveza y un sándwich, que -aseguró- son lo mejor de su paseo. A eso de las 22.30 regresa a su casa con una bolsa con 110 tapitas y mucha satisfacción.

Cómo funciona el  sistema de donación

Una vez, hace unos años, a Carlos Doña lo asaltaron y a pesar de eso siguió caminando, aunque cambió su recorrido.

Cuando junta unos cuantos kilos de tapitas, las lleva a la Fundación Ceos Sol. Allí le entregan un comprobante que lleva luego a HOPE, con el que esta organización recibe una retribución por la venta del plástico.

"Yo pienso en los chicos que se benefician. La verdad es que es una obra de bien que no me cuesta nada. Al contrario, me viene bien", señaló Juan.

"Nosotros no sabemos cuánto implica la ayuda, pero sabemos que ayudamos -señaló María Andrea, su hija-. Es un ejemplo para los demás también. Entre todos sumamos", observó. "Él se acuerda de cuántas tapitas va juntando, lo que lo ayuda con la cabeza", contó María Andrea. "Eso lo ayuda y lo motiva a caminar", dijo y valoró que los controles de salud le dan bien.

Juan Carlos está casado hace 52 años con su esposa, Alicia Fager, tiene tres hijas mujeres, dos hijos varones y nueve nietos y nietas. Vino desde San Juan a Salta como jefe de ventas de la fábrica Terrabusi. Un año después se convirtió en gerente, cargo que ostentó durante 30 años, hasta que cerró la fábrica, cinco años antes de jubilarse. Luego trabajó haciendo viajes con turistas, hasta que tuvo un infarto y debió jubilarse anticipadamente. "Me voy, la vida siempre me lleva", canta cuando tiene ganas de ir a fumar. Así nomás, se va.

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