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Recuerdos del “Animanazo” en una fecha para no olvidar

El sindicato de la uva había protagonizado una insurrección popular en 1972.En la mañana del 24 de marzo del 76 “secuestraron” a integrantes de la Comisión Directiva.
Viernes, 24 de marzo de 2017 00:59

Antonio Gaspar [email protected]

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Antonio Gaspar [email protected]

 

Ya estaba clareando el día, de ese 24 de marzo de 1976, cuando una dotación de la Policía detuvo a Nital Díaz en su chacra de pimientos, en el paraje de El Barrial. “A mí me secuestraron”, aclaró Nital, un vallisto que hoy tiene 81 años y que por esos años era un cuarentón rebelde. Esa madrugada había terminado con su doble turno en la Finca Animaná a las 4 de la mañana. Al llegar a su casa prendió la radio y ya estaban dando las marchas militares con el comunicado de la ocupación de facto del Gobierno argentino por parte de las fuerzas armadas. 
“Eran las radio nacionales las que comunicaban y la verdad es que yo sentía que todo acontecía muy lejos. Nunca pensé que me iban a detener; y mucho menos ese mismo día”, dijo el hombre que fue uno de los protagonistas del denominado “Animanazo”.
Nital Díaz había ocupado el puesto de secretario gremial en el Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícolas y Afines (Soeva) y fue uno de los mentores de la histórica rebelión de los trabajadores en contra de las patronales. En esos tiempos hubo cortes de rutas, movilizaciones populares, asambleas y además tomaron la Municipalidad de Animaná. Ese movimiento obrero y campesino triunfó en sus reivindicaciones y se hace necesario entonces mencionar un detalle: los sucesos del “Animanazo” sucedieron en junio de 1972; es decir 4 años antes del golpe del 76.
Nital es, en consecuencia, el testimonio vivo que la toma del poder, que realizaron los militares, se logró con la complicidad de amplios sectores de la sociedad civil.
Y aún lo recuerda a ese día como si hubiese sido ayer. Fue entonces que se tomó unos mates con su esposa y partió en su motocicleta al campo. De ahí no se supo más nada de él. La moto quedó bajo el mismo árbol de siempre, y Nital desapareció.
“Nos llevaron a Cafayate y ya en la comisaría escuchaba los murmullos de Pablo (Salomón) Ríos; yo escuchaba como quejidos”, dijo en referencia al secretario general de Soeva, quien fue el líder indiscutido del levantamiento de todo un pueblo que luchó por sus derechos y por mejorar las condiciones laborales. “Se tomaron revancha y nos secuestraron a los 5 que integrábamos la comisión directiva del sindicato de la uva en los tiempos de “Animanazo”. Nos secuestraron por luchar por los derechos de los trabajadores”, concluyó.
“Queda usted detenido”, le dijeron los uniformados. Nital preguntó bajo qué cargo quedaba preso y nunca le respondieron. Lo subieron al móvil a punta de pistola y luego lo trasladaron a Cafayate junto a Inocencio Ramírez y Amado Guanca. En el camino lo sumaron a Vicente Guaymás, todos integrantes de la comisión directiva del 72.
“Nadie nos decía nada. Entramos a la comisaría con las manos en alto y nunca nos dijeron porqué delitos entramos ni nada”, relató Nital.
Recién a la tarde de ese mismo 24 de marzo, los 5 fueron trasladados Salta. Nital y sus tres compañeros en un vehículo y Pablo Ríos por aparte.
Los llevaron directamente a la Central de Policía. Cuando ingresaron les vendaron los ojos y esposaron. Ya entrada la noche deciden un nuevo traslado en medio de un gran movimiento.
El texto en primera persona supera la estética literaria, es crudo y se puede llegar a decir que hasta duele.
“A todos los movimientos los hacían durante la noche. Nosotros desde esa tarde del 24 de marzo del 76 nos vendaron los ojos y no vimos nada más por al menos un mes completo. Nos sacaron de la Central junto a otras personas secuestradas y nos trasladaron por una buena distancia, por un camino lleno de pozos, que no estaba bueno. Esa noche nos llevaron a un galpón grande, en donde escuchábamos a muchas otras personas que ya estaban allí. Nosotros por medio de lo que íbamos murmurando nos mantuvimos juntos. Estábamos con Ramírez, Ríos y Guanca y pensábamos que era la Compañía 5ª y calculábamos en más de 150 las personas en ese galpón. Allí nos dieron unas mantas y nos dieron un pedacito de piso para que estemos. A las mantas las detectamos rápidamente que eran del Ejército porque yo hice el servicio militar. Entonces nos turnábamos para dormir en las mantas o para usarlas para ir al baño”. El relato se corresponde casi fielmente con su testimonio brindado en los juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de Salta.
“Una noche nos hacen formar una fila y nos comenzaron a clasificar. Nosotros sin ver nada pensábamos que nos mandaban a la guillotina, que nos fusilaban o nos dinamitaban. Sin embargo, nos mandan a la cárcel de Villa Las Rosas. Allí recién nos dieron una celda y ya podíamos hablar más tranquilamente entre nosotros. Una mañana nos trasladan a los 4 cuatros que nos llevaron de Animaná (sólo faltaba Ríos) ante un hombre vestido de civil que estaba detrás de un escritorio. Ahí nos quitaron las vendas de los ojos. Todos decían que era un juez, pero yo me di cuenta de que era un militar por la forma, el vocabulario y algunas jergas que lo delataban como milico. El hombre ese nos preguntó qué hacíamos ahí y yo le respondí en seco: si ustedes no saben que hacemos acá, menos nosotros”, dijo el hombre.
Fue así que a los 4 animanístos los trasladaron nuevamente a la Central y nos liberaron luego de casi un mes. 
“Nos dejaron en esa calle sin dinero, sin poder comunicarnos, sin nada. Yo había salido a trabajar mis pimientos y luego me dejaron en Salta. En todo ese tiempo mi mujer no había recibido comunicación oficial ni información. Entonces fuimos a unos familiares en Villa Las Rosas y nos pudimos bañar, comer, dormir en una cama y luego nos prestaron el dinero para regresar a Animaná”, concluyó.
La suerte de Pablo Salomón Ríos fue diferente ya que lo sometieron a tormentos y finalmente lo desaparecieron. La causa por la detención irregular, las torturas y el crimen de Pablo Salomón Ríos formó parte de la Megacausa UNSa Salta que, después de 18 meses de audiencias y de 37 años de espera, los policías Felipe Caucota y Ramón Vivas recibieron pena de prisión por la privación ilegítima de la libertad y tormentos. En la misma megacausa, en un fallo histórico, el Tribunal Oral Federal de Salta aplicó durísimas condenas a 15 de los 17 procesados por 34 crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de Salta a partir de 1975, entre los que se vinculan responsables militares, policiales y civiles.

 

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