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Gabriela Marino:“Yo soy la duendera de San Carlos”

Sabado, 25 de marzo de 2017 21:25

Gabriela Marino mantiene su sonrisa indeleble y abre sus puertas a El Tribuno a un lugar mágico.
“Yo soy la duendera de San Carlos”, aseguró esta mujer de 37 años que realiza artesanalmente hadas, ninfas, sirenas, ángeles y elfos, entre tantos otros seres elementales de la naturaleza.
La duendera de San Carlos tiene su espacio de sueños y realidades extraviadas en una vieja casa descascarada a la salida del pueblo, sobre la ruta nacional 40. 
Unos zapatos de gnomos gigantes y unas macetas con malvones adornan una entrada azul sacada de alguna película épica.
Gabriela realiza su trabajo de artesanía con cerámica o con porcelana fría, según sea el gusto del momento. En consecuencia, ese local de venta está invadido de seres extraordinarios de todos los tamaños. Hay pequeñitos duendes que dan miedo de pisarlos, hadas diminutas que vuelan por el espacio lleno de estrellas y eslfos escondidos detrás de las piedras de una cascada. Es un valle surrealista de seres donde muchos aseguran que tienen vida.
“Estos seres sutiles están cargados de vibraciones que vienen de los 4 elementos de la naturaleza. Hay duendes de la salud, de la prosperidad, hadas de los éxitos, de todo. Lo que la gente tiene que saber es que cada persona tiene a su duende particular”, dijo la artesana.
Y entonces entran los niños que se fascinan con estos seres que son los custodios de los cuatro elementos vitales de la naturaleza que son: el agua, el fuego, el aire y la tierra. 
Gabriela se agacha, se pone a la altura de los niños y les explica quién y qué representan sus duendes, ya que cada uno de ellos cumple una función que saben desempeñar muy bien.
“También tenemos coquenas y pachamamas, seres andinos y por los cuales tenemos una cercanía más local”, aclaró la mujer que pasó gran parte de su vida en la verde localidad de San Lorenzo, muy cercana a la capital salteña.
Todo esto comenzó cuando Gabriela descubrió lecturas sobre metafísica. Su mente se abrió a nuevas verdades y comenzó a realizar sus trabajos en la confección de duendes.
Antes había estudiado comunicaciones sociales, pero esta no era su verdadera profesión.
“Si bien yo estudié comunicaciones, la mejor forma de expresarme y llegar a la gente es explicando a todos lo que llegan sobre los duendes”, dijo.
Así fue que decidió trasladarse a Cafayate para vender sus artesanías. Se debe decir que siempre recibió el apoyo incondicional de su esposo. Si no se sentía cómoda viviendo en la ciudad calchaquí, había algo que no cerraba. 
“Quizás sea que me hayan visto como un bicho raro. Debo decir que algunos vecinos veían a los duendes en la vereda y se cruzaban al frente”, dijo riendo y aclarando que con el tiempo la comenzaron a conocer y terminó teniendo una buena amistad con muchos cafayateños.
La idea de venderles a los turistas que visitan Cafayate parece que no fue exitosa y ella supone que no fue así por el perfil de sus visitantes. 
Hace tres años decidió que lo mejor era realizar una nueva mudanza. Se fueron a San Carlos y el cambio fue al menos fructífero. Allí nacieron sus dos niños: Francesca y Valentino.
Allí puso el local que se llama Mitiko y es evidente que le va mejor con la gente que llega hasta el lugar.
“Yo no digo que sea peor ni mejor, pero la gente que decide visitar San Carlos es especial. Sus calles tranquilas, los silencios del viento y la complicidad cultural hacen que mi negocio acá no esté descontextualizado. Yo me imagino que esto se logra a través de un municipio de darle esa impronta que hasta los edificios se mantienen coloniales y que la gente también actúa en consecuencia. Yo acá me siento cómoda con mi familia y por ahora creo que es nuestro lugar”, dijo muy emocionada.
En sus artículos únicos abundan mandalas, atrapasueños, libros para pintar y todo lo que se quiera para sahumar. Además, hay mistelas y licores que realiza con su familia porque además se debe decir que gabriela es hija del famoso Jorge Marino, otro ser extraordinario que vino desde lejos y se afincó en San Lorenzo.
Ahora, en esa movida cultural, artesanal y de barro calchaquí, Gabriela ya puede decir tranquila que es “la duendera de San Carlos”.

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Gabriela Marino mantiene su sonrisa indeleble y abre sus puertas a El Tribuno a un lugar mágico.
“Yo soy la duendera de San Carlos”, aseguró esta mujer de 37 años que realiza artesanalmente hadas, ninfas, sirenas, ángeles y elfos, entre tantos otros seres elementales de la naturaleza.
La duendera de San Carlos tiene su espacio de sueños y realidades extraviadas en una vieja casa descascarada a la salida del pueblo, sobre la ruta nacional 40. 
Unos zapatos de gnomos gigantes y unas macetas con malvones adornan una entrada azul sacada de alguna película épica.
Gabriela realiza su trabajo de artesanía con cerámica o con porcelana fría, según sea el gusto del momento. En consecuencia, ese local de venta está invadido de seres extraordinarios de todos los tamaños. Hay pequeñitos duendes que dan miedo de pisarlos, hadas diminutas que vuelan por el espacio lleno de estrellas y eslfos escondidos detrás de las piedras de una cascada. Es un valle surrealista de seres donde muchos aseguran que tienen vida.
“Estos seres sutiles están cargados de vibraciones que vienen de los 4 elementos de la naturaleza. Hay duendes de la salud, de la prosperidad, hadas de los éxitos, de todo. Lo que la gente tiene que saber es que cada persona tiene a su duende particular”, dijo la artesana.
Y entonces entran los niños que se fascinan con estos seres que son los custodios de los cuatro elementos vitales de la naturaleza que son: el agua, el fuego, el aire y la tierra. 
Gabriela se agacha, se pone a la altura de los niños y les explica quién y qué representan sus duendes, ya que cada uno de ellos cumple una función que saben desempeñar muy bien.
“También tenemos coquenas y pachamamas, seres andinos y por los cuales tenemos una cercanía más local”, aclaró la mujer que pasó gran parte de su vida en la verde localidad de San Lorenzo, muy cercana a la capital salteña.
Todo esto comenzó cuando Gabriela descubrió lecturas sobre metafísica. Su mente se abrió a nuevas verdades y comenzó a realizar sus trabajos en la confección de duendes.
Antes había estudiado comunicaciones sociales, pero esta no era su verdadera profesión.
“Si bien yo estudié comunicaciones, la mejor forma de expresarme y llegar a la gente es explicando a todos lo que llegan sobre los duendes”, dijo.
Así fue que decidió trasladarse a Cafayate para vender sus artesanías. Se debe decir que siempre recibió el apoyo incondicional de su esposo. Si no se sentía cómoda viviendo en la ciudad calchaquí, había algo que no cerraba. 
“Quizás sea que me hayan visto como un bicho raro. Debo decir que algunos vecinos veían a los duendes en la vereda y se cruzaban al frente”, dijo riendo y aclarando que con el tiempo la comenzaron a conocer y terminó teniendo una buena amistad con muchos cafayateños.
La idea de venderles a los turistas que visitan Cafayate parece que no fue exitosa y ella supone que no fue así por el perfil de sus visitantes. 
Hace tres años decidió que lo mejor era realizar una nueva mudanza. Se fueron a San Carlos y el cambio fue al menos fructífero. Allí nacieron sus dos niños: Francesca y Valentino.
Allí puso el local que se llama Mitiko y es evidente que le va mejor con la gente que llega hasta el lugar.
“Yo no digo que sea peor ni mejor, pero la gente que decide visitar San Carlos es especial. Sus calles tranquilas, los silencios del viento y la complicidad cultural hacen que mi negocio acá no esté descontextualizado. Yo me imagino que esto se logra a través de un municipio de darle esa impronta que hasta los edificios se mantienen coloniales y que la gente también actúa en consecuencia. Yo acá me siento cómoda con mi familia y por ahora creo que es nuestro lugar”, dijo muy emocionada.
En sus artículos únicos abundan mandalas, atrapasueños, libros para pintar y todo lo que se quiera para sahumar. Además, hay mistelas y licores que realiza con su familia porque además se debe decir que gabriela es hija del famoso Jorge Marino, otro ser extraordinario que vino desde lejos y se afincó en San Lorenzo.
Ahora, en esa movida cultural, artesanal y de barro calchaquí, Gabriela ya puede decir tranquila que es “la duendera de San Carlos”.

 

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