¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

24°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

“Hallé a la mujer de mi vida en Japón y por eso me quedé a vivir aquí”

Mario Ikehara vive desde 1989 en Shimada Shi. Allí se casó con una japonesa y tuvo un hijo.
Domingo, 26 de marzo de 2017 00:34

María de los Ángeles Rojas [email protected]

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

María de los Ángeles Rojas [email protected]

Mario Ikehara (53) vive desde 1989 en Shimada Shi, provincia de Shizuoka Ken. Él es descendiente de japoneses y estaba cursando el tercer año de Derecho en la Universidad Nacional de Tucumán cuando su hermano le comentó que había conseguido un contrato para trabajar en Japón por un año y se decidió a acompañarlo. Su hermano retornó a Salta, pero Mario se radicó definitivamente allá. 
“Era que juntaba buena plata y volvía, pero no fue así. Me gustó aquí”, sintetiza. El primer empleo que tuvo fue en una fábrica de mesas. “Había que colocar las puntas de goma a cada pata, nada más. Algo rápido, tedioso, rutinario y aburrido, pero ganábamos bien ”, recordó. A pesar de los grabados genéticos que pudieran haberse inscripto en el ADN de Mario las diferencias culturales se volvieron palpables para él a los días de residir en Japón. 
“Resulta que fuimos con mi hermano a un supermercado y yo perdí mi billetera. No sabía qué hacer porque tenía dentro mi documento y dinero. Al otro día me hablaron de una seccional de Policía y me entregaron la billetera con todo adentro, más un número de teléfono del que la había encontrado y la había llevado a la Policía. Por supuesto, lo llamé para agradecerle”, relató. Además de la puntualidad y la cortesía, el devolver aquello que se encuentra es una norma social insoslayable en Japón. 
“En todos los países hay personas que no son muy buenas, pero digamos que aquí la mayoría siempre piensa que si alguien la está pasando mal de alguna manera hay que ayudarlo”, comentó. 
Mario hoy es asistente social y ayudante de enfermería y trabaja en un asilo terminal
dependiente de un hospital.
Dice que la fluencia en la lengua japonesa abre las puertas a oportunidades laborales y estudiantiles múltiples a los extranjeros. Él lo aprendió gracias a que un compañero chino llenaba los silencios en la línea fabril con lecciones de japonés. Así tras dos años y doce horas juntos, Mario se volvió tan experto en el japonés
que se convirtió en el intérprete y jefe de línea para los luso e hispanohablantes. Para Mario el contacto con nativos es fundamental, pero no siempre resulta el camino buscado por los inmigrantes que buscan transitar zonas y personas conocidas. “Acá los extranjeros se juntan y se cierran en grupos de extranjeros solamente, por eso no se insertan en la sociedad ni comparten la cultura”, resaltó. 
Mario es músico y a su esposa la conoció en un live house hace dieciséis años. Él era amigo de la dueña del local y ella lo llamó para invitarlo especialmente porque quería que él escuchara cantar a una nueva vocalista. “Cuando la escuché, me mató”, rememoró el salteño. La voz de Miki sonó aguda y dulcísima con el color tradicional de las voces orientales. En esa actuación él le sugirió que subiera el volumen del micrófono porque la banda la tapaba y al hacerlo la interpretación de Miki sonó tan prístina que la regaron de aplausos. Ella se acercó para agradecerle la intervención y le dijo a Mario que estaba muy nerviosa porque no sabía bien el inglés. En aquella época él tenía una pizzería propia y quería hacer música en vivo por lo que la invitó a cantar. “Así se fueron uniendo nuestros gustos y empezaron las químicas a brotar por todos lados”, bromeó.
Las familias japonesas son muy tradicionales para autorizar enlaces matrimoniales. Mario alega que tenía a favor el ser propietario de una casa y un negocio propios. “Mi señora era medio rara para ser japonesa y los padres pensaron que un extranjero la iba a hacer feliz de verdad y por eso me aceptaron”, arriesgó. 
Su familia política es muy unida y casi todos los miembros, su esposa incluida, trabajan en una empresa de reformas y cortinados. Mario dijo que él es “un hombre de suerte. No a todos los que se casaron con japonesas les va bien”. Sin embargo, la música puertas afuera se acabó para el matrimonio porque entre ellos es un lenguaje muy íntimo, de conquista. “Cuando yo estoy de mal humor ella se pone a tocar el piano y ya vengo yo, agarro el bajo me prendo y no paramos”, añadió.
Agregó que no siente nostalgia de Salta, aunque sí le gustaría abrazar a sus amigos Alejandra Ossola y Daniel Sagárnaga. También afirmó que si tuviera que recomendar un sitio para visitar elegiría los baños públicos. Aunque aparente lo contrario no lo dijo en chanza, sino porque ha perdido esa mirada de turista y ganado la de residente. “Acá me sigue asombrando el caminar por las calles siempre limpias y que en los baños siempre se encuentra papel higiénico”, manifestó. 
Según estudios, para el 2050 la población en Japón se reducirá de 120 millones que son actualmente a 80 millones. La pirámide poblacional inversa preocupa a muchas naciones porque es excesivo el número de ciudadanos pasivos sostenidos por menos de la mitad de activos. Mario contó que allá están por subir la edad jubilatoria a los 70 años, por lo que con su hijo argentino Gabriel (20) planean tener un idouhambai. 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD