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Es carrera, tiene 4 hijas y busca comida en el basural

Lula es mamá soltera y cría a sus nenas con lo que junta para vender.
Miércoles, 29 de marzo de 2017 00:00
Las hijas de Lula comparten un alfajor en partes iguales. Foto: javier Corbalán
Lula espera la llegada de sus nenas del colegio con sus hijas más chicas. Foto: Javier Corbalán

Por Antonio Gaspar

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Por Antonio Gaspar

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Lula tiene cuatro hijas y una historia de vida que duele. En un carro tirado por caballos sale todos los días a juntar alimentos y cosas en el basural para vender.

Su nombre es Beatriz López, pero todos la conocen como Lula. Con 24 años, mantiene sola a sus hijas de 8, 6, 3 y 1 año. El padre no aporta en lo económico ni con su presencia.

"Yo me levanto a las 7 para llevar a mis dos nenas más grandes a la escuela Miguel de Cervantes Saavedra. A las dos más chicas las dejo con mi mamá y salgo a trabajar. Por las mañanas voy al vertedero San Javier a buscar cosas en la basura. De ahí saco ropa, calzado y algo de comida que la gente tira. Al mediodía vuelvo a casa", describió.

La trabajadora contó a El Tribuno cómo es su vida, ayer, en el segundo día del censo de carreros que inició la Municipalidad de Salta. "Yo soy mamá y papá a la vez", dijo, sin que se le borre una sonrisa que oculta el llanto latente.

La Intendencia busca que se cumpla la norma que prohíbe la tracción animal en la ciudad y comenzó un relevamiento que será el primer paso para que se "reconviertan" los que se dedican a esta actividad.

Lula integra el Movimiento de Carreros Salteños. Junta materiales como cartones y metales, que le ayudan a educar, vestir y dar de comer a sus cuatro niñas.

La mujer vive en la manzana 189 del barrio 26 de Mayo, al lado de Villa Lavalle, en el sur de Salta Capital.

En realidad, su casa es la de sus padres, en donde convive con varios de sus hermanos que también fueron conformando sus respectivas familias.

En consecuencia, muchas personas comparten un solo lote. Ella y sus niñas duermen en una habitación.

"Con lo que juntamos armamos una olla comunitaria para todos. Dos días a la semana voy al mercado Cofruthos por las tardes. Ahí junto los verdeos de las zanahorias o las remolachas para los caballitos. Tengo dos y comen de todo. A veces les consigo zapallo y es como un postre para ellos. Para nosotros consigo la fruta y verduras que los puesteros tiran", desgarra con su relato.

"Sé trabajar duro"

El papá de Lula se llama David y también fue carrero. Ella sigue la tradición porque es lo que aprendió de niña, aunque asegura que también sabe hacer otras cosas. Sus padres le hicieron terminar la primaria. No pudo con la secundaria porque quedó embarazada muy chica y lo declara con dignidad.

En su pieza de bloques y chapa soporta el barrial del último aguacero. "Cuando llueve no se puede cartonear. Se moja todo y no te reciben lo que juntás. Te pagan $1,50 por kilo de cartón. El cobre es valioso porque vale 45 pesos el kilo, el aluminio 10 y el plomo 20. La chatarra pesada cuesta 2 pesos. Juntando y vendiendo logro mandar a mis hijas a la escuela. Les compré guardapolvos, útiles y mochila. Yo puedo hacerlo sola, aunque últimamente la Policía nos persigue y nos quita los caballos y los carros; cada vez es más difícil. Ellos tienen que saber que este es mi trabajo y que con eso mantengo a mis nenas. Lo mismo que los proteccionistas, que piensan más en los animales que en mi hijas", dice.

Lula se esperanza con conseguir otras oportunidades. "A veces no tenemos para comer. Con mis hermanos no encontramos nada y hacemos mate. Nos mantenemos así los mayores para que los niños coman. Solo pedimos trabajo. Yo sé leer y escribir, sé cocinar y sé limpiar. También sé de albañilería porque con mis hermanos hacemos construcciones. Yo armé la pieza en donde vivo. También sé desmalezar y barrer calles. Nosotros queremos que el intendente nos dé trabajo porque yo sé trabajar duro", disparó.

Su relato ayuda a comprender por qué Fredy Flores Núñez, vocero de los carreros, dice que censar a los trabajadores en el CIC es un error. "Hay que ir a las casas de los compañeros con asistentes sociales, veterinarios y funcionarios", opina el referente.

El miedo al censo

Sobre las nuevas disposiciones de la Municipalidad de la Ciudad de Salta para comenzar a trabajar sobre la realidad de los carreros, Beatriz López opinó: "Parece que los funcionarios no saben cómo es nuestra vida. Acá nunca vino nadie y mucho menos un concejal. Si vinieran harían algo porque verían que muchos de nosotros estamos comiendo de la basura".

"No entiendo por qué no nos dan una solución y mucho menos esto de que nos llamen al censo carrero. Yo no voy a ir hasta el CIC de Solidaridad ni voy a llevar a mis dos caballos porque eso es una trampa en la cual no pienso caer", dijo Lula.

La mujer no quiere registrarse porque piensa que le quitarán sus animales y que, en consecuencia, se quedará sin la única herramienta que le permite trabajar para que sus niñas coman.

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