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Educar de verdad

Jueves, 30 de marzo de 2017 00:00

La pobreza es la preocupación general de todos los discursos políticos, de reuniones eclesiásticas, de simposios de expertos en sociología, antropología, medicina, etc.

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La pobreza es la preocupación general de todos los discursos políticos, de reuniones eclesiásticas, de simposios de expertos en sociología, antropología, medicina, etc.

El campo va despoblándose paulatinamente, y en los centros urbanos se ubican, sobreviviendo, numerosas familias y familias numerosas, que entre otros males sufren el desarraigo con la consiguiente pérdida de valores en las nuevas generaciones. Los índices de la pobreza se dibujan según los requerimientos políticos del momento, donde pareciera que los pobres son funcionales a los intereses de los partidos políticos.

La educación integral es el camino para comenzar a erradicar la pobreza. Cuando se habla de educación, las personas, generalmente, piensan en escuelas, cursos, maestras, profesores y sistemas escolares. Se piensa a la educación como adquisición y acumulación de conocimientos prácticos y teóricos, sobre todo, para el ejercicio de una profesión. En verdad, la educación es una realidad más amplia, que acontece durante toda la vida, la educación debe realizarse y se realiza desde el interior del vientre materno hasta el día de nuestra muerte.

El deber de la educación, que compete en primer lugar a la familia, requiere la colaboración de toda la sociedad. Además de los derechos de los padres y de aquellos a quienes ellos les confían parte en la educación, ciertas obligaciones y derechos corresponden también a la sociedad civil, que debe ocuparse del bien común de los pueblos.

"El estado debe promover la educación libre y gratuita y debe garantizar la igualdad de oportunidades"

En una concepción errónea se delega la educación a la escuela, a la que se responsabiliza de los males presentes en la sociedad. Pasamos de una educación escolar represiva y, en cierto modo, extorsiva, a una educación escolar permisiva, donde el rol de responsabilidad está invertido. Existe, también, la tentación del estado de apropiarse del derecho de educación e imponer nuevas modalidades sin el consenso y la participación de los padres, o quienes tienen la función de crianza, sustento y transmisión de valores.

Educar es sacar del interior de las personas todo lo bueno y bello que hay en ellas, es enseñarles el valor de su vida, su dignidad personal, es ponerles de pie frente a la vida, acompañarles en el camino, ayudarlos a mirar el horizonte, y buscar una meta. Es un caminar junto al otro. Y educa el que es "maestro", un padre o una madre, que se saben maestros, un docente que se convierte en maestro, un estado que forma más que docentes, maestros.

En lo profundo del corazón humano está inscripta esta vocación de educador. Todos somos, en cierto modo, educadores y educandos.

Descubrir el maravilloso mundo de la educación nos lleva a cuestionarnos con seriedad acerca de nuestra responsabilidad. Escuchamos a diario quejas y lamentos sobre los jóvenes, y de manera especial, sobre los jóvenes y niños más pobres. Escuchamos, además, consejos y discursos para solucionar los graves problemas de la educación. Es necesario volver al alma de la educación, al concepto mismo de "educación" y hacernos cargo de lo que nos compete de acuerdo a nuestra misión en la vida (padres, instituciones, estado, iglesia, etcétera).

Solo desde allí podemos mirar el futuro con esperanza, solo de conceptos claros podemos hacer de la educación una herramienta de promoción social, de promoción humana integral. Cuántos talentos y valores enterrados entre los niños y jóvenes más humildes que no pueden acceder a la escolaridad, o no se pueden desarrollar con igualdad de oportunidades y terminan en frustraciones sociales.

El Estado debe promover la educación libre y gratuita y debe garantizar la igualdad de oportunidades.

El desafío educativo de nuestro tiempo es formar "maestros" el que enseña con hechos y palabras-; ayudar a que cada uno asuma su responsabilidad en esta noble tarea padres, instituciones y el estado-; y que nadie, absolutamente nadie, quede fuera del sistema.

 

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