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Cesio en la Puna Argentina

Un elemento poco común y de enorme valor llama la atención de mineros y geólogos en nuestra región. 
Lunes, 24 de abril de 2017 00:00

La Puna argentina, por su naturaleza geográfica y geológica, es esencialmente un territorio minero. Rocas desnudas por causa del ambiente desértico, forman cadenas de montañas o bien rosarios de viejos volcanes que cruzan la región en varias direcciones.

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La Puna argentina, por su naturaleza geográfica y geológica, es esencialmente un territorio minero. Rocas desnudas por causa del ambiente desértico, forman cadenas de montañas o bien rosarios de viejos volcanes que cruzan la región en varias direcciones.

Algunas de esas rocas se remontarían a unos 1.000 millones de años y corresponderían al llamado Cratón de Arequipa, un viejo zócalo continental pegado a los Andes Centrales en su sector occidental. Luego hay rocas que se han formado en distintos intervalos en los últimos 600 millones de años.

Son rocas sedimentarias marinas formadas en el fondo oceánico o rocas sedimentarias continentales claramente diferenciables por sus colores y tonos rojo ladrillo.

Hay rocas de los períodos Precámbrico, Ordovícico, Cretácico y Cenozoico, siendo estas últimas las que más abundan.

También hay granitos, tanto en el interior de la Puna como el cerro Macón, y otros que afloran en los bordes como los cerros Cachi, Acay y Chañi, todos ellos de distintas edades. Esos granitos están en algunos casos acompañados por filones de pegmatitas, como ocurre en la corrida de Cachi-Palermo.

Durante el Terciario, la Puna se llenó de volcanismo.

Grandes erupciones de magma salieron a la superficie para dar todo tipo de rocas extrusivas. Fue así que se formaron coladas de andesitas, dacitas y basaltos, grandes mantos de tobas y una roca peculiar como son las ignimbritas formadas por viejas nubes ardientes que dejaron unos mantos extensos que tapizan gran parte de la Puna.

En este gran muestrario de rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas, que se remontan en edades hasta el lejano Precámbrico, se encuentran hospedados, entrampados, o alojados, numerosos tipos de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares, preciosos, ferrosos, no ferrosos y variadas rocas de aplicación.

Algunos minerales ocurren en vetas o mantos, otros finamente diseminados en la roca, así como en la amplia superficie de los salares, o bien en el interior o en las viejas raíces erosionadas de los volcanes, a decenas o centenares de metros de profundidad; en fin donde el laboratorio geoquímico de la naturaleza los colocó y los largos procesos de erosión y desmantelamiento los posicionaron.

Sería ocioso hacer una lista de los minerales que se encuentran en la Puna pero se han identificado depósitos de oro, plata, cobre, molibdeno, plomo, zinc, antimonio, manganeso, uranio, hierro, así como también boratos, sal, azufre, berilo, ónix, perlita, diatomitas, salmueras de litio y potasio, entre una amplia gama de sustancias que pocas veces están lo suficientemente concentradas para reunir las condiciones económicas de su explotación. No deja de ser llamativo cuando se publica el hallazgo de nuevas sustancias.

Las virtudes del cesio

Este es el caso de un reciente anuncio sobre el descubrimiento de cesio, uno de los elementos químicos de la tabla periódica. El cesio forma parte de los elementos alcalinos junto al litio, sodio, potasio y rubidio. Junto a estos ha sido mencionado como presente en las salmueras de algunos salares andinos. Sin embargo es un metal escaso que se obtiene como subproducto en el tratamiento de otros minerales. En las rocas de la corteza su concentración no supera las siete partes por millón. La fuente más importante es el mineral pollucita del grupo de las zeolitas y la mica de litio llamada lepidolita. Entre las características del cesio se destaca que es un metal blando, de color amarillo claro, liviano, de muy bajo punto de fusión, muy reactivo al punto que puede arder en contacto con el aire y altamente electropositivo. Al igual que otros elementos fue predicho por el ruso Mendeleiev cuando preparó su famosa tabla de los elementos químicos donde ocupa el número 55. En 1860 fue descubierto junto con el rubidio, por los alemanes Gustav R. Kirchoff y Robert W. Bunsen mediante el análisis espectral de los residuos sólidos del agua mineral de Durkheim.

Precisamente fue el primer elemento que se identificó mediante el análisis espectral. Por sus especiales características físicas y químicas el cesio y sus compuestos, entre ellos el hidróxido, cloruro, carbonato, sulfato, nitrato, bromuro, etcétera, encuentran aplicaciones muy importantes en la industria. Tal vez muchos hayan escuchado hablar del reloj atómico de cesio, el más preciso de los relojes conocidos, que solo es capaz de atrasar un segundo cada 50 millones de años. También de los isótopos de cesio que se usan en medicina, especialmente en muchos de los tratamientos para el cáncer. Entre otras aplicaciones se utiliza para escintilómetros o contadores de centelleo, espectrómetros, magnetómetros, fotomultiplicadores, células fotovoltaicas, bulbos de radio, óptica de visión nocturna, misiles termo guiados, lámparas militares de señales infrarrojas, motores de propulsión iónicos, cerámicas y vidrios especiales, celdas fotoeléctricas, fósforos de rayos X, purificación de dióxido de carbono, microquímica, cambiadores infrarrojos de televisión. Otro uso importante es en la industria petrolera para el cracking del petróleo. Además el compuesto conocido como formiato de cesio tiene un uso muy importante para preparar salmueras de perforación para pozos de hidrocarburos de alta presión y alta temperatura. Se conocen escasos yacimientos comerciales a nivel mundial entre ellos uno en Canadá (Tanco), otro en África (Bikita, Zimbabue) y uno en la China (Yichun, Jiangxi).

Ochaqui

 En marzo de 2017, en la reunión PDAC de prospectores mineros realizada en Toronto (Canadá), se dio a conocer el hallazgo de cesio en un lugar denominado Ochaqui, en la Quebrada de Tarón, al oeste del salar de Pastos Grandes, en la Puna salteña. El hallazgo fue realizado por geólogos de la empresa minera Cascadero, una compañía con actividad exploratoria en esa región de la Puna desde el 2004.
Ochaqui es una vieja mina de manganeso que fue explotada en las décadas de 1960 y 1970. Este depósito se formó por aguas termales mineralizadas con manganeso que circularon a través de capas de gravas originadas por viejos aluviones que arrastraron rodados de las montañas vecinas.
Las terrazas pleistocenas compuestas por gravas, arenas y material volcánico, en parte cementados por las soluciones de manganeso llegan a formar bancos entre 1 y 3 metros de espesor.
El manganeso se precipitó como relleno de las gravas y se han identificado al menos una docena de minerales entre los cuales se destacan óxidos de manganeso (coronadita, hollandita, romanechita, criptomelano), los arseniatos de hierro, potasio o calcio (farmacosiderita, yukonita), y sílice en forma de calcedonia y ópalo cesiófero.
Resulta sumamente interesante señalar que en el informe se mencionan dos especies minerales que serían las primeras citas conocidas para la literatura mineralógica argentina. Se trata de ludlockita, un arseniato de hierro y plomo y wallkilldellita, un arseniato básico hidratado de calcio y manganeso. 
 Una de las primeras referencias al depósito de Ochaqui corresponde a un informe geológico preparado en 1957, para el viejo Banco Industrial, por Remo Romulo Romani.
En el padrón minero de 1960, aparecen registradas junto a la propia Ochaqui, las minas Mariquita, Elena, Ester, Susy, Silvita, San Jorge, Concepción, Lucy y Tito, concesionadas a Pedro Betella, un minero salteño que tuvo basta actuación en la explotación de minerales de cobre en el norte argentino en la segunda mitad del siglo XX. No deja de ser alentador para el mundo científico geológico y minero el hallazgo de estas nuevas sustancias hasta ahora desconocidas en nuestro territorio. 

 

 

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