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Salta y Buenos Aires, las dos escenografías de Alberto Kix

El artista salteño presenta la muestra “En dos lugares”, en el Museo de Bellas Artes. Una galería para reencontrarse con su pintura expresionista y su mirada satírica. Por Fernanda Abad
Domingo, 09 de abril de 2017 16:38


El taller del artista Alberto Klix, ubicado en el barrio de Bella Vista (Gran Buenos Aires), tiene dos características bien marcadas: está repleto de pinturas pero no se ven pinceles, y está atiborrado de personas y animales que, sin embargo, no ocupan mucho espacio. La explicación: el artista salteño pinta con los dedos y sus personajes satíricos caben en el perímetro de un cuadro.
Alberto Klix nació en Salta en agosto de 1944 y a los 25 años se mudó a Buenos Aires, convirtiéndose en un artista a caballo entre dos mundos. De allí el nombre de la muestra que se inauguró el viernes en el Museo de Bellas Artes (Belgrano 992), “En dos lugares”. 
Klix se caracteriza, además, por ser un artista que pasó de la experimentación autodidacta a ser un pintor y dibujante excepcional, ganador del Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas. Con su ojo afilado para la sátira y con sus pinturas y plumines como únicos recursos, crea mundos expresionistas y cargados de simbolismo y barroquismo. Cada obra de Klix narra una escena casi cinematográfica donde las criaturas se apilan conteniendo apenas el impulso, el grito, el estallido... 
En la muestra “En dos lugares”, el artista presenta temáticas correspondientes a sus dos mundos: lo que nació inspirado por Buenos Aires, y lo que emergió inspirado por su Salta natal. “En las primeras salas del museo están las obras cuyos temas corresponden a Buenos Aires”, le explicó el artista a El Tribuno. Los “protagonistas” infaltaltables de esta serie son María Dólar, Porota Piquete, Pedro Microcentro y Felipe Desenterado. “Son los personajes que uso para mostrar lo que es para mí Buenos Aires. Nacieron en la década del 70 y 80 y siguen teniendo vigencia. No cambiaron en nada, salvo que ahora tienen más humedad”, bromeó el artista.

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El taller del artista Alberto Klix, ubicado en el barrio de Bella Vista (Gran Buenos Aires), tiene dos características bien marcadas: está repleto de pinturas pero no se ven pinceles, y está atiborrado de personas y animales que, sin embargo, no ocupan mucho espacio. La explicación: el artista salteño pinta con los dedos y sus personajes satíricos caben en el perímetro de un cuadro.
Alberto Klix nació en Salta en agosto de 1944 y a los 25 años se mudó a Buenos Aires, convirtiéndose en un artista a caballo entre dos mundos. De allí el nombre de la muestra que se inauguró el viernes en el Museo de Bellas Artes (Belgrano 992), “En dos lugares”. 
Klix se caracteriza, además, por ser un artista que pasó de la experimentación autodidacta a ser un pintor y dibujante excepcional, ganador del Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas. Con su ojo afilado para la sátira y con sus pinturas y plumines como únicos recursos, crea mundos expresionistas y cargados de simbolismo y barroquismo. Cada obra de Klix narra una escena casi cinematográfica donde las criaturas se apilan conteniendo apenas el impulso, el grito, el estallido... 
En la muestra “En dos lugares”, el artista presenta temáticas correspondientes a sus dos mundos: lo que nació inspirado por Buenos Aires, y lo que emergió inspirado por su Salta natal. “En las primeras salas del museo están las obras cuyos temas corresponden a Buenos Aires”, le explicó el artista a El Tribuno. Los “protagonistas” infaltaltables de esta serie son María Dólar, Porota Piquete, Pedro Microcentro y Felipe Desenterado. “Son los personajes que uso para mostrar lo que es para mí Buenos Aires. Nacieron en la década del 70 y 80 y siguen teniendo vigencia. No cambiaron en nada, salvo que ahora tienen más humedad”, bromeó el artista.

En última sala del museo están las pinturas referidas a nuestra provincia: “Un canto a Salta”, “La Salamanca” y “El misachico”, entre otras. En estas obras -la mayoría de ellas de gran formato- se apiñan sin perder protagonismo figuras que simbolizan la solemnidad de los antepasados, el peso de la tradición, el trabajo ingrato del agricultor, la superstición, la sensualidad, la tentación y la fe. 
En cualquiera de las dos geografías (físicas y humanas), Klix sigue siendo Klix y su trazo expresionista y su composición escenográfica no dejan margen para la duda. Cada una de sus obras es una mezcla de dramatismo y de humor, dos polos para establecer un justo y necesario equilibrio. “Hay críticos que dicen que yo hago pintura social pero no es así. Mis obras no nacen así al menos. La pintura social acusa y protesta. Yo solamente observo, satirizo y me divierto”, aclaró Alberto Klix. 
Así como sentenciaba Leonardo da Vinci, para quien el pensamiento siempre precedía a la ejecución (“El arte es cosa mental”), el dibujante y pintor salteño no comienza una obra hasta que tiene la idea completa en mente: “Primero defino la imagen, luego viene el boceto con birome sobre papel. Ese boceto es la posibilidad de una posibilidad, es decir, puede convertirse en la obra final o en el fragmento de una obra mayor”, repasó.
En cuanto a los materiales que utiliza, Klix señaló que muchas de las obras están realizadas con barniz al agua y tinta. Es el material que lo conquistó desde el primer momento, aunque últimamente empezó a bucear en otras opciones por necesidad, ya que el barniz al agua escasea en el mercado. “Estoy buscando con qué reemplazarlo, así que a las pinturas que hacen referencia a Salta, por ejemplo, las pinté con ferrite mezclado con tapagoteras o lo que venga. Me invento mi pintura”, contó.
Un dato que hace a la particularidad del artista: Alberto Klix no usa pinceles. “Pinto con trapos envueltos en el dedo. Así vas logrando la transparencia, como si fuese una acuarela. Después acentúo la imagen con un poco de tinta, remarcando los rasgos de los personajes y los contornos”, detalló.
Vista en su conjunto, esta exposición de Albetto Klix nos permite apreciar la coherencia con que ha desarrollado su obra, y la acidez con que escenifica el mundo complejo y absurdo donde nos ha tocado vivir.

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