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Parejas insatisfechas y soledad, los nuevos males de la modernidad

En Salta hay más, divorcios, menos casamientos y más consultas terapéuticas por problemas de pareja. Los principales obstáculos de una relación: idealizar al amor y tener poca tolerancia a la insatisfacción. 
Viernes, 19 de mayo de 2017 23:33

“Antes uno se casaba para toda la vida. Eso ya fue. No me imagino casada con el mismo hombre hasta que sea vieja. Me muero”, afirmó Loredana, una abogada de treinta años que, al mismo tiempo, no pierde la esperanza de enamorarse y encontrar ese amor de película que dura para toda la vida.
No es secreto que desde hace años se produjo y se produce todavía un marcado recambio de tradiciones, especialmente las relacionadas con la vida conyugal. 
Antes no era mal visto que un matrimonio siguiera adelante en beneficio de los hijos. Hoy, por el contrario, el discurso es inverso: si no hay amor, la separación se plantea como una alternativa sana para finalizar un vínculo que dejó de ser positivo.
El estigma social del divorcio se fue diluyendo con los años e, incluso, son cada vez más las parejas que se animan a la convivencia antes de formalizar su unión. Y muchas mueren en el intento.
Es que una de las ventajas del mundo moderno es la capacidad de autogestionar, según nuestros gustos y aspiraciones, la vida familiar, laboral y emocional. Una capacidad en la que los mandatos sociales y familiares fueron perdiendo peso. “Es mi vida y la vida se vive una sola vez”, escuchamos decir con frecuencia.

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“Antes uno se casaba para toda la vida. Eso ya fue. No me imagino casada con el mismo hombre hasta que sea vieja. Me muero”, afirmó Loredana, una abogada de treinta años que, al mismo tiempo, no pierde la esperanza de enamorarse y encontrar ese amor de película que dura para toda la vida.
No es secreto que desde hace años se produjo y se produce todavía un marcado recambio de tradiciones, especialmente las relacionadas con la vida conyugal. 
Antes no era mal visto que un matrimonio siguiera adelante en beneficio de los hijos. Hoy, por el contrario, el discurso es inverso: si no hay amor, la separación se plantea como una alternativa sana para finalizar un vínculo que dejó de ser positivo.
El estigma social del divorcio se fue diluyendo con los años e, incluso, son cada vez más las parejas que se animan a la convivencia antes de formalizar su unión. Y muchas mueren en el intento.
Es que una de las ventajas del mundo moderno es la capacidad de autogestionar, según nuestros gustos y aspiraciones, la vida familiar, laboral y emocional. Una capacidad en la que los mandatos sociales y familiares fueron perdiendo peso. “Es mi vida y la vida se vive una sola vez”, escuchamos decir con frecuencia.

¿Un escenario positivo?
No obstante, podría pensarse que todos estos factores, propios de la vida actual, desembocan en un escenario mucho más positivo para las relaciones de pareja y una vida emocional mucho más plena y segura.
También que la libertad al momento de dicha elección, basada principalmente en nuestros gustos y afinidades, nos permitiría construir relaciones más satisfactorias y más duraderas.
No obstante, la realidad parece indicar todo lo contrario. 

Más divorcios
En lo que respecta a las uniones amorosas en sentido amplio, los datos oficiales no son alentadores. 
En los últimos años, en Salta aumentó la cantidad de divorcios de manera progresiva y significativa, mientras que, por el contrario, la cifra de casamientos se encuentra en un paulatino descenso. 
También se incrementó la cantidad de trámites por inicio de divorcio. Todos estos datos fueron aportados por el Registro Civil de Salta y el Poder Judicial de Salta.
La implementación del divorcio exprés, en 2015, contemplada en el nuevo Código Civil, facilitó, además, la realización del trámite.

Casamientos y divorcios
Sin ir más lejos, en 2014 se produjeron 1.105 divorcios vinculares, en 2015 la cifra ascendió a 1.441, mientras que en 2016 hubo 1.781 divorcios. En lo que va del 2017, ya se registraron 894.
Por su parte, los divorcios dan cuenta del trámite legal finalizado, pero no de la cantidad de trámites iniciados. 
Según datos aportados por el Poder Judicial de Salta, en 2013 se iniciaron 1.365 trámites de divorcio, en 2014 se registraron 1.431, mientras que en 2015 fueron 1.651. 
El gran salto se produjo en 2016, con 2.120 trámites iniciados.
Con respecto a los casamientos, ocurre lo contrario: en 2014 se celebraron 3.976, en 2015 la cifra descendió a 3.787 y la tendencia se acentuó en 2016, con 3.546. Estos datos dan cuenta de una tendencia que va acentuándose.
Uno de esos miles de divorciados es Daniel P. (40), empleado administrativo y papá de una nena de tres años, quien hoy señala que se encuentra muy feliz solo, pero que no pierde la esperanza de volver a enamorarse. 
“Me separé después de 10 años de casado. Me sentía más desafiado por otras mujeres. Disfruto del momento y no me complico demasiado. Pero es difícil encontrar a alguien porque me termino desilusionando”, contó a El Tribuno.

Más consultas terapéuticas
La cantidad de casamientos y divorcios representa la arista más visible de un tema complejo. Dicha complejidad se evidencia en el aumento de las consultas profesionales. 
Personas que están en pareja, pero que no son felices y se sienten solas; personas que no encuentran al hombre o la mujer ideal y van de relación en relación, personas que se quejan de la falta de compromiso del otro, y así la lista sigue.
“Hoy los consultorios en nuestra ciudad están llenos de gente. Eso muestra que en Salta algo está pasando. Quizá ciertas tradiciones salteñas que antes funcionaban, hoy ya no lo hacen tanto”, señaló a El Tribuno la psicóloga Marta Pagano.
Por su parte, el psiquiatra y analista Gustavo Stiglitz asevera: “Gran parte de las consultas tiene que ver con la soledad y las dificultades en la relación de pareja. Son temas que acucian mucho, sobre todo a la gente joven”.

¿Qué nos impide el encuentro con el otro?

Para Stiglitz, hoy las tradiciones están muy devaluadas y ello explica en parte la falta de un encuentro genuino con el otro. “Ya no están los mojones tradicionales que organizaban la vida del ser humano, como la familia. Y ésta tampoco se organiza alrededor del padre, que era quien decía lo que se podía hacer y lo que no. Estamos en una sociedad huérfana de ‘padre’, lo cual no es ni mejor ni peor. Ocurre que, al haber un vacío de mandatos, cada uno tiene que inventarse sus propias reglas. No hay una clave, cada uno puede ser feliz con su propia clave y para ello debe descubrirla”. 
El psicólogo Walter Carabotta coincide con esta apreciación. “Al caer las tradiciones, se cayeron las ‘claves’ que antes funcionaban. Eso genera una cierta errática en las personas, que hoy buscan orientarse desde otro lugar. Esto no quiere decir que las parejas de antes fueran más felices que las de ahora”, afirmó.

Aceptar la insatisfacción

Esta ausencia de reglas, que antes parecían garantizar la felicidad, no plantea un problema en sí mismo. Lo que sí constituye un problema es aquello con lo que reemplazamos dicho vacío. 
“Ello ocasiona que se idealicen algunas figuras y generen una identificación en masa, en especial en los jóvenes, con figuras débiles y fragmentadas. Y eso cambia la relación con el otro. Desde lo social, hay cuestiones del capitalismo furioso que favorecen la degradación del amor, se impulsa la satisfacción en soledad, el hedonismo y se quiere todo ya, de manera inmediata”, aseveró Gustavo Stiglitz.
Tanto Stiglitz como Caravotta coinciden en que, en la actualidad, la influencia del consumismo impactó de manera negativa en relaciones de pareja, en las que el encuentro genuino con el otro no interesa demasiado. Por otro lado, hacen hincapié en el vacío estructural que es inherente al hombre. 
“En muchos casos, la lógica de la pareja entró en la lógica capitalista. Ya no importa estar con alguien a quien le resuena algo mío y viceversa. Importa buscar la satisfacción en el otro, tomarlo como un objeto de satisfacción. Como nunca la satisfacción en el hombre es completa, cuando rápidamente esa pareja deja de brindarla, se busca una nueva pareja”, detallaron.
A ello, Marta Pagano agregó la degradación actual de la palabra. “La palabra es una de las formas en que el amor se expresa. Hoy, la palabra está degradada en pos de la tecnología; una parte del amor también se perdió”.

La idealización del amor


Las presiones sociales no dejan de existir, van mutando. Así como décadas atrás la realización personal pasaba por casarse y tener hijos, hoy uno de los estados más ponderados, en especial en las redes sociales, es estar de novio o acompañado. Detrás de ello, subyace la idea de que la felicidad, absoluta y completa, se encuentra en la pareja.
“Se cree que hay un encuentro que nos va a complementar y a hacernos felices completamente. Es una idea fallida y se vende todo el tiempo. Las personas andan erráticas buscando ese encuentro. Pero la insatisfacción es estructural en el ser humano. Nunca habrá una satisfacción plena, eso es fugaz. Muchos piensan que al estar en pareja van a ser felices completamente. Y eso no es así. Quien sabe eso vivirá un poco mejor”, señaló Caravotta.
“Hay situaciones en las que se está en pareja con el amor, no con alguien concreto, porque hay una idealización de la pareja amorosa. Para estar con alguien, debe existir un encuentro con el otro. El encuentro no es predecible ni calculable. No se puede teorizar sobre cómo relacionarse con otro. Hay que estar abierto a lo impredecible”, afirmó en tanto Stiglitz.

Saber aceptar la soledad

En muchos casos, el encuentro con el otro no se concreta por el temor a la soledad. Es el caso de Carlos. “No sé si amo a mi esposa. Cuando estoy con ella no estoy bien, pero cuando estoy solo tampoco. Me separé varias veces, pero vuelvo”. 
Sobre el tema, Caravotta destacó: “La soledad es un aspecto estructural del hombre y poder soportarla es sano. Quien se relaciona mejor con su soledad va a tener mejores vínculos”.

Sexualidad desexualizada
La sexualidad es otro punto en el que el desencuentro amoroso parece hacer mella. “En los 70, con la llamada liberación sexual, el psicoanálisis descubre esa nueva sexualidad que no es entendida como la relación de un cuerpo con otro, sino de la satisfacción propia en soledad, acompañándose de una persona con la que no hay una relación amorosa. El otro es un instrumento para la propia satisfacción. La liberación sexual deja a la persona fuera de la sexualidad”, remarco Stiglitz.
“La sexualidad desligada del otro se complica, porque son dos soledades que van buscando su placer, sin tener en cuenta al otro”, sentenció Pagano.
 

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