Por Daniel Díaz
inicia sesión o regístrate.
Por Daniel Díaz
Repicaron las campanas en Salta por Manuel López, el “rezador de los velorios” como lo conocía la comunidad católica de Salta. Pese a tratarse de un hombre solitario, humilde y silencioso, una multitud asistió la semana pasada a su funeral.
“Cómo podemos no acompañarlo, si Manuel estuvo siempre cuando se lo necesitó. Nunca le importó el día ni la hora, estaba siempre dispuesto a elevar sus oraciones por los enfermos y los difuntos, a acompañar a las familias en los momentos difíciles”, contó Sara, una mujer que lo conoció como casi todos: tocando las campanas y limpiando la iglesia La Candelaria de La Viña. Es que allí vivió gran parte de su vida, casi seis décadas, en una habitación que le habían cedido en el predio del templo. Hace algunos años atrás, cuando se jubiló, tuvo que dejar el lugar pero alquiló una pequeña piecita a pocas cuadras de allí, para no faltar a las actividades de la parroquia, que era su verdadero hogar.
Al sepelio no solo acudió la grey católica local, sino también los pastores. Decenas de sacerdotes le brindaron homenaje a este hombre que por su sencillez se hizo grande en el corazón de los salteños.
“Manuel rezaba el rosario en todos los velorios. En esos momentos difíciles, la gente lo buscaba para que los acompañe con sus oraciones. Hoy, todos aquellos por los que tanto rezó, lo deben haber recibido con un abrazo”, contó Francisco, otro de los salteños que lo recordó por su desinteresada entrega.
Por otra parte, un cura párroco reflexionó: “Este hombre hizo en su vida, lo que deben hacer todos los pastores de la Iglesia: ser un verdadero servidor”.
Oriundo de Cachi, vivió desde pequeño en la ciudad de Salta. Pero a corta edad se acercó a la iglesia ubicada en Alberdi esquina San Juan, un lugar cargado de historia. Y allí se quedó para siempre. Era feliz tocando las campanas de la enorme torre que caracteriza al templo, que junto a la de la iglesia San Francisco, son las de mayor altura de la Argentina.
Gabriel Ibarra, uno de los campaneros de la Catedral, contó: “Era una persona muy reconocida por su colaboración en todas las procesiones y velorios. Lo suyo era rezar. No solo servía en La Viña, sino también en la Catedral, en León XIII y otras iglesias de la capital”.
Son muchas las anécdotas que contaron, quienes asistieron al sepelio. “En una ocasión, una familia de los valles le pidió que rezara el rosario las nueve noches, como tradicionalmente hacen los cristianos cercanos al difunto, y Manuel lo hizo. Pero para cumplir con ese cometido, tuvo que trasladarse todos los días hasta la Cuesta del Obispo, donde lo necesitaban. Así era este hombre”, recordó una mujer, mientras le daba el último adiós.
El rezo del rosario, lo llevaba a los rincones más alejados de la provincia, a lugares peligrosos también, a donde quizás nadie quería llegar. Por eso lo llamaban el “rezador”.
Algunas parroquias céntricas declararon varios días de oraciones en memoria de Manuel. Hay quienes anticipan, que el repicar de las campanas durante la Fiesta del Milagro este año, será en su honor. Lo cierto es que, a pesar de que sus 74 años de vida pasaron en apariencia desapercibidos, hoy ocupa un lugar destacado en el corazón de quienes lo conocieron, de quienes sirvió y de todos los salteños.